El pontífice argentino asombra con gestos de austeridad – Tampoco llevó la cruz de oro ni los zapatos de estilo elegante. Todo un mensaje. Una grata sorpresa tras otra. El Papa Francisco –el argentino que se convirtió en el primer latinoamericano y el primer jesuita en llegar a la Cátedra de Pedro– tuvo un debut muy auspicioso como pontífice. En su primer día impresionó gratamente a los católicos de todo el mundo y a otros que no lo son con una serie de gestos de austeridad y cercanía, difundidos ampliamente por los miles de periodistas llegados de todo el mundo, que obraron como una suerte de aire fresco sobre una Iglesia Católica que viene sacudida por escándalos y pujas de poder.
La primera sorpresa que protagonizó se produjo a primera hora de la mañana cuando, al disponerse a salir del Vaticano para ir a la basílica de Santa María Maggiore, de Roma, rechazó el lujoso auto papal y prefirió una simple furgoneta de la Guardia Suiza. El chofer lo estaba esperando junto a la limusina, pero al verla, Francisco le preguntó si no había un auto más sencillo. Desconcertado, el hombre atinó a señalarle la furgoneta que estaba a pocos metros y que el flamante Papa abordó sin titubear.
Ya en Santa María Maggiore, Francisco se postró de rodillas a rezar frente a la imagen de la Virgen -a cuyos pies depositó una ofrenda floral-, a quien le pidió su protección para su pontificado. Luego saludó a los fieles y a los sacerdotes, a quienes les pidió que sean misericordiosos con los fieles. En el camino de regreso, produjo otro hecho llamativo: pasó por la Casa Internacional del Clero, donde se alojaba, a recoger sus maletas y pagar la cuenta («Como corresponde», diría después el vocero papal, el padre Federico Lombardi).
Pero hubo más. Se supo que la noche anterior, tras su elección y haber salido al balcón de la basílica a saludar a los fieles que colmaban la Plaza de San Pedro, se negó a ir al hospedaje Santa Marta –donde se alojaron los cardenales durante el cónclave– en el auto papal y que optó por hacerlo en uno de los minibuses con los demás purpurados. En la primera cena como nuevo pontífice, Bergoglio lanzó ante los cardenales una frase que suscitó un entusiasta aplauso: «Qué Dios los perdone por lo que hicieron», en alusión a haberlo elegido como sucesor de Pedro.
En medios vaticanos no pasó desapercibido, además, el hecho de que Francisco, en su primera aparición en el balcón, no llevara la característica cruz de oro papal, ni la capa roja con bordados en dorado, ni los zapatos rojos. Tampoco pareció darle una gran importancia a la confección de sus sotanas blancas. Cuando se disponía a salir para Santa María Maggiore, sus colaboradores intentaron detenerlo para que el sastre le tomara las medidas, pero se negó: «La ropa puede esperar, la Virgen, no», les dijo con una sonrisa.
El martes, la elección del argentino como Papa había sorprendido a la Iglesia. Surgido en la quinta votación, en el final de la tarde, su nombre no figuraba esta vez en la lista de favoritos que confeccionaron los vaticanistas, a diferencia del cónclave anterior. Entonces, había llegado a los 40 votos siendo el más votado después de Joseph Ratzinger. Pero ahora se creía que por su edad, 76 años, ya estaba fuera de «carrera». Pero sus colegas no pensaron lo mismo y su candidatura picó en punta desde la primera votación.
De hecho, Bergoglio había renunciado en diciembre de 2011 como arzobispo de Buenos Aires por haber llegado a la edad límite de 75 años y se encontraba transitando los dos años de gracias que los Papas otorgan a los titulares de grandes arquidiócesis cuando son prestigiosos y no tienen problemas de salud. Si algo faltaba para terminar de convencer a los cardenales de optar por Bergoglio fue su discurso ante el plenario de cardenales previo al cónclave.
Fue la intervención más aplaudida de los siete días de debates.
Los gestos de austeridad y simpleza de Bergoglio –en línea con su conducta en Buenos Aires, de la que también se hizo amplio eco la prensa mundial– mostraron una coherencia con el nombre que tomó, que evoca a San Francisco de Asís, el santo de la opción por la pobreza, que hace siete siglos irrumpió para renovar una Iglesia opulenta. A ello se sumó una expectativa favorable a que se avance en una modernización de la Iglesia, abriéndose a algunos cambios, sin que quede claro cuáles podrían ser concretamente.
Francisco produjo ayer una señal fuerte hacia el mundo judío: le envió una carta al gran rabino de Roma, Riccardo Di Segni, en la que le expresa su deseo de «poder contribuir intensamente entre judíos y católicos conocidas en el Concilio Vaticano II en un espíritu de colaboración renovada». A su vez, el gran rabinato de Israel reaccionó favorablemente ante su elección como líderes del islam. Ello constituye un buen punto de partida después de los involuntarios roces con esas comunidades que tuvo su antecesor, Benedicto XVI, por conceptos y decisiones.
Ayer a la tarde, Francisco celebró una misa en la Capilla Sixtina con los cardenales, durante la que advirtió acerca del riesgo de que la Iglesia se convierta en una ONG. «Si no nos confesamos con Jesucristo, si no cargamos la cruz, nos convertiremos en una ONG piadosa», disparó. Y agregó: «Cuando no edificamos sobre piedra ¿qué sucede? Sucede lo que le pasa a los niños en la playa: todo se viene abajo», dijo didáctico y llano, considerado inusual para ser la primera homilía de un Papa.
Paralelamente, Lombardi confirmó que Francisco tiene previsto ir a saludar a Benedicto XVI a la residencia papal de Castelgandolfo, en las afueras de Roma, donde éste pasará dos meses hasta que se termine de construir un monasterio dentro del Vaticano, donde vivirá recluido en oración. «Lo que no sé es cuándo se producirá esa visita», dijo. Se tratará de un hecho sin precedentes: un Papa saludando a su antecesor.
Todos quieren saber cuándo renovará o cambiará los colaboradores, qué viajes hará, si tiene alguna «reforma» en mente. Aún no se ha arreglado la agenda de viajes, aunque se estima que irá a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud en julio próximo.
El pontífice romano habla «español, italiano, alemán, inglés, francés, a lo mejor también portugués», declaró el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano. De todos modos, completó Lombardi, «está bien que lo aprenda para ir a Río de Janeiro».
El estilo que va delineándose en los primeros días del pontificado fue destacado por el Osservatore Romano, al indicar la elección de un nombre «así evocativo», que despierta «esperanzas y deseos» en muchísimas personas, no sólo en los católicos Lo que está seguro es que Francisco saludará este sábado a los más de cinco mil periodistas acreditados para cubrir la sucesión de Benedicto XVI. Será a las 11 en la sala Pablo VI. Además, el domingo rezará el tradicional Ángelus desde la ventana de su escritorio. El martes, a las 9.30, será su solemne toma de posesión en la plaza de San Pedro, ocasión para la que ya han confirmado su asistencia varios presidentes, entre ellos los de Alemania, Brasil y México, además de Cristina Kirchner.
La llegada de Bergoglio al papado se produjo tras la sorpresiva renuncia a comienzos de febrero de Benedicto XVI «por falta de fuerzas físicas y espirituales» para afrontar «los tiempos de grandes transformaciones en el mundo y los enormes retos que se le presentan a la Iglesia».
Fuente: Clarin.com