El 21 de febrero de 1953.

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Nació el actor Carlos Andrés Calvo. – Fue en la Capital Federal, Argentina,bajo el signo de Piscis. A los pocos meses se convirtió en algo que para él es un motivo de orgullo: Ciudadano de Padua. Es hijo de Noemí Clelia, conocida como Mary, y Carlos Calvo. Siempre estuvo muy cerca de sus tíos, Alberto y Hugo, y tiene un hermano, Andrés, cuatro años mayor que él. Con el correr de los años, tomaría el nombre de pila de su hermano para constituir su nombre artístico ya que Hugo Moser, entre otros, le decía que el Carlos Calvo a secas era denominación de calle. De ahí que lo vampirizara amistosamente para bautizarse como Carlos Andrés Calvo. Su hermano fue también fuente de inspiración a la hora de componer uno de sus personajes antológicos, el de Carlín Cantoni en «Amigos son los Amigos».

En 1962 tuvo su primer contacto con la actuación, interpretó al Príncipe en una representación escolar de La Cenicienta pero aún no había descubierto su vocación. Su primer encuentro fuerte con el oficio lo tendría en el Teatro Poético de San Antonio de Padua con un director de la zona, Gabriel Milet, Cacho, el cura del barrio, quien al verlos tan indios decidió ofrecerles el camino del teatro para domesticarlos y fundaron dicha sala.

Igual siguió siendo un salvaje: «Me expulsaron de siete colegios secundarios», rememora.

Diez años después de pisar por primera vez un escenario, en 1972, unos bolos conseguidos en Canal 9 y en el viejo Canal 7, le dieron ánimo para encarar el desafío de ser actor. Hasta entonces Carlín veía la actividad como una veta para enganchar mujeres.

Su primer maestro ortodoxo fue Constantino Jury, quien a los 18 años le dio ganas de anotarse en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. No aprobó el ingreso por lo que se inclinó fugazmente por el periodismo y se anotó en el Círculo de la Prensa. El berretín le duró una clase por lo que decidió volver a las fuentes.

Estimulado por esos módicos trabajos inaugurales, abandonó su casona de Padua y se mudó a la Capital, a un departamento de un ambiente y sin teléfono, ubicado en Virrey Ceballos y Venezuela.

Algunos vecinos de la época que aún residen en aquel edificio, recuerdan una anécdota de aquel inquilino antes de acceder a la fama. Una mañana se fue a grabar y cerró la puerta de su departamento con doble llave sin advertir que la chica que dormía junto a él, desde la noche anterior, no tenía como abandonar el inmueble. Catorce horas después, cuando Carlín retornó a su casa, todos los habitantes de aquella propiedad estaban alterados porque la conquista fugaz se la había pasado gritando y pateando la puerta, alterada por no poder recuperar la libertad e imposibilitada de saltar por la ventana ya que el departamento quedaba en el cuarto piso.

Estudió teatro durante once años, siendo discípulo de maestros como Augusto Fernández, Agustín Alezzo, Lito Cruz, Elsa Berenguer y Osvaldo Calatayud.

Militó en la Federación Juventud Comunista: «Ibamos a las peñas, me bancaba cada cosa para tratar de enganchar minas… hasta que me cansé de tantas empanadas y zambas, y dejé mi carrera política para correr mujeres en otros ámbitos más divertidos…»

En 1974 completó su primera temporada profesional en teatro con «La lección de anatomía». El papel, un desnudo, lo movilizó la noche del estreno. Alguna vez recordó aquella exigencia de la siguiente manera: «Lo hice con convicción y estaba amparado porque todos los actores estábamos desnudos sobre el escenario. De todos modos, el primer día sentí que el mundo se me venía encima. Con el correr de las funciones lo incorporé como un hecho natural y se transformó en una circunstancia interpretativa como cualquier otra».

Al cabo de ese paso profesional y de firmar contrato con el Teatro San Martín para hacer «Una libra de carne» decidió renunciar a su trabajo en la Caja de Ahorro para dedicarse integramente a la actuación.

A menudo lo cargan porque fue uno de los caballos en la versión de «Equus» que protagonizó Miguel Angel Solá.

En 1978 Alfredo Alcón lo sumó al elenco de Lorenzaccio, obra que interpretaba con Rodolfo Bebán. Alcón lo había conocido en una sesión de doblaje pero Carlín no lograba adaptarse a un clásico y era tanto lo que metía la pata que decidió autoexcluirse del elenco.

Su trayectoria como doblajista fue efímera pese a que tenía el carnet que lo acreditaba como tal para películas y publicidades: «Una vez llegué sin dormir, muerto, arruinado y me salió una voz grave que me hizo creer que era Oscar Casco, me agrandé, creí que era Pelé, Dios, lo hice de una… pero fue una casualidad. Era un desastre total, no pegaba una, no lograba emparejar lo que decía con el movimiento de los labios nunca», reconoce.

Pero no se quedó sin mendrugo. En 1978 se afirmó en televisión dentro del reparto de «La familia superstar» y Ricardo Bauleo sobre fines de ese año le propuso sumarse a la comedia teatral «Una noche a la italiana». En aquellos días la prensa registró su primer romance resonante. Durante la temporada de verano, en Carlos Paz, conquistó a una compañera de aquel elenco, la bellísima uruguaya María Noel.

En 1980 se produjo un golpe anímico trascendente que le impidió disfrutar totalmente de una temporada especial en el aspecto laboral, murió su padre. El resto de la familia se mudó a Flores y Canal 9 le ofreció un reto. Abel Santa Cruz había pergeñado una historia de barrio, instalada en Patricios, en la que un canillita, El Rafa, interpretado por Alberto de Mendoza, era el eje. Los otros dos personajes fundamentales eran el hijo del diarero y una clienta distinguida que los enfrentaría, la Delmónico. Carlín asumió el rol de Cholo Minelli y se codeó por primera vez con la popularidad. Antes de conformar el potente triángulo amoroso con De Mendoza y Alicia Bruzzo, en la primera citación de elenco, sintió el rigor y la distancia que le imponia el protagonista. Carlín estaba advertido de esta característica pero se quedó helado cuando vivió en carne propia la indiferencia de su papá de ficción. Rápidamente, apelando a su chispa, encontró la manera de romper ese hielo. Tomó un billete, lo hizo un bollito, se lo colocó rápidamente en la mano a De Mendoza y le dijo: «Andá a comprarme cigarrillos». La táctica dio sus frutos.

El personaje de Cholo tiene un lugar preponderante en su antología. Simpático, entrador, canchero, insertó en la sociedad muletillas como: «Que condena» y ya jamás pasaría inadvertido.

En 1981 acarició una ilusión. Para Carlín que se había probado como futbolista sin demasiada fortuna en Platense y Deportivo Morón, alcanzar su techo dentro del equipo de los galanes fue una proverbial alegría. Con la camiseta número diez del seleccionado de actores y dirigido por César Luis Menotti, recibió una ovación en el Estadio Mundialista de Mar del Plata al conquistar un gol de tintes maradoneanos después de gambetearse medio equipo rival. El encuentro, de motivación benéfica, fue televisado por ATC y Carlín aún suele ufanarse de esa proeza mostrándole a todo aquel que lo visita un video en el que registró el gol relatado por Oscar Gañete Blasco con un halagador: «Golazo de Diego Armando Calvo».

En esa etapa dio una prueba de coquetería somentiéndose a una cirugía estética de nariz.

Durante 1982, en plena Guerra de Malvinas, tuvo la oportunidad de concretar su primer protagónico. Canal 9 decidió retenerlo y lo contrató para encabezar, junto a Luisina Brando, la novela «Juan sin nombre». Los valores del teleteatro quedaron relativizados ante un rumor que comenzaba a tomar forma y ser tapa de todas las revistas, el incipiente romance entre los integrantes de la pareja protagónica.

Cuando aún intentaban mantener la relación en secreto, Calvo comenzó a transitar personajes más comprometidos, de mayor elaboración, coronados por su papel en la obra «Chúmbale», de Oscar Viale, donde en duelo con Luisina y Marcos Zucker, pudo demostrar que era algo más que un galán de moda. Ese primer trabajo compartido en teatro con su compañera de entonces, fue un desempeño bisagra en su trayectoria.

En 1984 formó una dupla taquillera y explosiva con Ricardo Darín. «Extraña pareja» de Neil Simon los reunió y la simpatía y el ángel de los intérpretes constituyó un éxito que llegó a niveles de histeria. Al público tradicional de teatro, amante de las comedias, se sumaron miles y miles de adolescentes que deliraban con los protagonistas como si fuesen estrellas de rock and roll.

La relación de amor-odio, potente, de binomio histórico dentro de la escena nacional, asumió un nuevo riesgo a la temporada siguiente cuando escogieron «Taxi», de Ray Cooney, para volver a sacarse chispas y romper las boleterías. Carlín también trabajó debajo del escenario ya que afrontó responsabilidades como productor asociado.

En la cúspide multiplicó su trascendencia y extendió su gran momento a la televisión y el cine. Ese mismo año protagonizó una telenovela que dominó la audiencia, «Solo un hombre», de Carlos Lozano Dana. La tira de Canal 9 constituyó un punto alto pero su prestigio se incrementó en marzo de 1985, con el estreno del filme «Adiós, Roberto». En una magnífica elección, Carlín demostró categoría artística al abordar la homosexualidad en la película de Enrique Dawi. En ese rol, absolutamente diferente a lo que componía con habitualidad y era efectivo, se ganó unánimemente el reconocimiento de la crítica cinematográfica.

En 1986 tenía más diferencias que coincidencias con Darín y se disolvió el rubro. Carlín con el mismo grupo de trabajo eligió otra comedia del inglés Cooney, «Escándalo Internacional». La noche del estreno, en Mar del Plata, pese a todas las especulaciones, Ricardo Darín presenció el estreno. Viajó especialmente desde Villa Carlos Paz a Mar del Plata, en compañía de Susana Giménez, para ver a su ex compañero.

A mediados de ese año, pareció que la dupla iba volver a reunirse. Susana Giménez comenzó a ensayar «Sugar» con Darín y Calvo como compañeros de elenco pero una serie de divergencias entre Carlín y el director de la pieza, Carlos Perciavalle, culminaron con la deserción de Calvo. La incorporación de Arturo Puig como reemplazo, en etapa de ensayos, produjo un nuevo conato en la relación con Darín. A Carlos le molestó que su compañero no se solidarizara con él y se lo hizo saber. El 12 de octubre, en el Lawn Tennis, en un torneo benéfico de famosos, tuvieron una acalorada discusión presenciada por periodistas. No fue la última: en diciembre hubo un nuevo cruce verbal en un restaurante marplatense y el 30 de diciembre, en el Hotel Hermitage, también de Mar del Plata, el altercado tuvo su pico de trascendencia. Carlín se encontraba con Juan Alberto Mateyko, Gerardo Sofovich, Mónica Gonzaga y Berugo Carámbula cuando Ricardo entró a ese salón junto a Susana escapando de los fotógrafos. Una broma de Calvo, irónico y punzante, hizo que tuviera que intervenir Aldrey Iglesias, el dueño de casa, para que no llegaran a las manos.

La rivalidad se transformó en un hecho folclórico.

En 1988 la comedia «El mago», emitida por Canal 11 –por entonces en manos del Estado-, participó con gran suceso en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, en Cuba, en el rubro televisión. Este lauro hizo presagiar un buen año para el unitario que protagonizaba junto a Patricia Palmer y Chunchuna Villafañe, pero por un recorte presupuestario, sufrió una merma de exteriores y horarios de grabación, lo que afectó al producto.

Por entonces, en los medios, se le daba más importancia al rumor de separación de Luisina Brando que a la suerte que corría el programa. En el Teatro Maipo Carlín revalidó el éxito de «Mamá», obra con la que ya había conmovido Mar del Plata. No fue un momento simple de llevar adelante ya que compartía escena con su ex. De todos modos, ese año, en que todos los medios reflejaban su tórrido romance con la impactante modelo y actriz Marisa Mondino, Carlín tuvo idas y vueltas, peleas y reconciliaciones con Luisina, a quien seguiría ligado laboralmente.

«Mamá» prosiguió siendo un suceso en la temporada de 1989 y se extendió, inclusive, hasta la temporada estival 1989/1990 al constituirse en una de las más taquilleras en Carlos Paz.

En ese 1989 la televisión volvió a generarle una mueca de insatisfacción. «Edgar Queta» se denominó el nuevo proyecto ideado para ese momento junto a su amigo, elevado por él a la categoría de director, Carlos Olivieri. Durante meses llevó adelante negociaciones con Canal 11 para poner la comedia en pantalla. Estaba todo listo, los libros, el proyecto, el elenco protagónico conformado por Perla Santalla, Tino Pascali, Claudia Rucci, Menchu Quesada, José Luis Mazza y Susana Ortíz. Finalmente, aún con promociones al aire, el sueño quedó trunco.

Pero el esfuerzo no fue en vano, ahí había algo, el germen del programa que explotaría en 1990 con la privatización del canal. Gustavo Yankelevich en el timón de TELEFE recurrió a Calvo y Olivieri para trazar la primera comedia familiar que comenzaría a gestar la hegemonía del canal. «Amigos son los Amigos» volvió a ponerlo en el foco de un conflicto con un compañero de aventuras, ahora motivado por la diferencia generacional. Carlín generó en compañía de Pablo Rago un fenómeno popular que superaría inclusive el suceso de «El Rafa».

Con un promedio de 50 puntos de rating las locuras de «el macho del pirulín» eran palpitadas por multitudes y su batería de latiguillos como el «vos, fumá» y «es una lucha» pasaron a formar parte del lenguaje popular de los argentinos.

Un pico de estrés a finales de ese año le impidió estrenar «Mi familia», obra que en Mar del Plata llevó adelante con el elenco de «Amigos son los amigos». El trajín de trabajo y su ritmo de vida alocado de entonces concluyeron en un diagnóstico preocupante: «distress con hipertensión cardíaca y descomposición metabólica grave». Incluso llegó a ser convocado para su reemplazo Guillermo Francella pero Carlín se reintegró al grupo el 8 de enero, día decidido finalmente para el estreno, después de una pequeña recaída. El doctor Roberto Bonanni Rey le dio el alta y le aconsejó que durante el día descansara y sólo saliese para ir al trabajo. El episodio tuvo gran trascendencia y la noche de la reaparición en público fue apoteótica y plena de emoción. La carga de popularidad pasó facturas. A las noticias que lo vinculaban a bellísimas mujeres como Lara Zimmerman, Cecilia De Bocourt, Adriana Salgueiro y Julieta Ortega, se sumó un tema lacerante. Lo vincularon a un hecho policial. El caso fue llevado a cabo en el Juzgado Federal Número 3 de La Plata a cargo de Alberto Ramón Durán, quien rápidamente lo sobreselló de culpa y cargo poniéndole fin a una disparatada e inexistente relación con una causa en trámite.

El 2 de abril de 1991 «Amigos son los Amigos» comenzó su segunda temporada con un único cambio. Salió del elenco Cris Morena, catapultada como conductora. La rubia en el primer año del programa hizo de la novia de Carlín Cantoni y nadie puso mucho énfasis en disolver los trascendidos que remarcaban ardorosas discusiones entre Calvo y la esposa del director del canal, Gustavo Yankelevich. Algunos episodios futuros ratificarían esos corrillos.

Después de otro año de éxito espectacular en el que no faltaron sinsabores como una persecusión aparentemente orquestada de la DGI –Calvo demostró tener todo en regla- y un insólito cable de la agencia italiana ANSA que lo daba como al borde de la muerte, afectado por el SIDA, Carlín decidió descansar y no hacer temporada en Mar del Plata. Expresó su dolor e indignación por las mentiras en varias notas periodísticas y manejó la posibilidad, inclusive, de bajarse de la televisión en la búsqueda de un poco de paz.

Por suerte, para todos sus seguidores, la bronca se disipó y en 1992 con la incorporación de la inquietante Katja Alemann, Carlín llevó adelante su tercera temporada de «Amigos son los amigos».

El nombre de Calvo volvió a ocupar nuevamente las tapas de revistas en noticias vinculadas a romances. Se le adjudicó la clásica relación de siempre con su compañera de rubro pero el actor sorprendió presentando una novia ajena al medio. Julieta Ratto se llamaba la conquista de turno, una estudiante de Ciencias Económicas de 22 años, con la que llegó a promocionar su casamiento, anunciado para el 19 de mayo de 1993.

En medio de esa temporada, Alejandro Romay volvió al ataque, intentando lo que había sido infructuoso en dos ocasiones, llevarse «Amigos…» a Canal 9. El Zar aprovechó el desgaste de la relación de Carlín con Yankelevich, algunas discusiones, y una falta de apoyo de TELEFE ante el lanzamiento de «La Banda del Golden Rocket» que molestó a Calvo para lograr su objetivo. El principio del fin ocurrió cuando Carlín Calvo asistió a Canal 9, invitado a «Almorzando con Mirtha Legrand» . Estaban anunciados Carlín y Pablo Rago pero a la hora del programa apareció Calvo solo y Mirtha leyó en cámara un telegrama del señor Ragonese, padre y representante de Pablo Rago, en el que disculpaba a su hijo ya que TELEFE les había prohibido asistir al ciclo. La presencia de Calvo desató la guerra.

En tanto «Amigos…» confirmó su éxito, también en el teatro, donde reventó las salas del Opera y el Maipo, sin que las discrepancias internas afectaran el producto. A fines de 1992 se oficializó el pase de «Amigos…» a Canal 9 y TELEFE, para desgastarlo, decidió repetir el programa en tira diaria amén de retener a algunos de los actores de reparto.

En el verano de 1993 Carlín declinó hacer teatro en Mar del Plata y se fue de vacaciones al Caribe con su novia de entonces, la joven Carolina Gerding, de 18 años. Luego se instaló en un quinta alquilada en el barrio La Horqueta, de San Isidro, para vivir los días restantes del verano al aire libre mientras regresaba al escenario del Maipo con la versión teatral de «Amigos…» titulada «Carlín».

El 6 de abril de 1993 debutó el programa en Canal 9 con las incorporaciones de Jorge Mayorano y María Carámbula.

En 1994 no hizo televisión pese a tener un precontrato firmado con Carlos Rottemberg para hacer un unitario en tono de comedia en el horario de 21 a 22. Lo que sí concretó fue la pieza «Risas en el piso 23», de Neil Simon, derechos teatrales que él mismo compró. La temporada no fue un gran negocio.

A instancias de punteros del menemismo, en aquellos momentos, se le sugirió a Carlín que sería un muy buen candidato a intendente de Morón. La idea, que se amasó durante un par de años y que llegó a reintentarse en otras oportunidades, posteriormente, fue escuchada pero desestimada por Calvo. El actor no se dejó seducir pese a que por su carismo y popularidad le auguraban posibilidades como las de Palito Ortega o Reutemann, por entonces caras visibles de la farandulización de la política.

En 1995 volvió a negársele un desafío televisivo. Claudio María Domínguez –entonces en boga por «La marca del deseo»- lo convocó para hacer un libro de su autoría, «Bendito tú eres», pero cuando el proyecto estaba aún verde, por diversas diferencias, quedó trunco. No fue una frustración ya que a Carlín lo entusiasmó la oferta de Gustavo Levit. El productor lo convocó para «La pulga en la oreja», con dirección de China Zorrilla, en el mítico Teatro Cervantes. La aceptación del público fue notable y la idea de abandonar el personaje de «Amigos…» concretada al representar un rol diferente. Como todo teatro estatal, a los tres meses, la temporada debió concluir pero ante la evidencia, Levit decidió seguir adelante con el proyecto que mantuvo el interés no sólo en la Capital Federal sino en Mar del Plata, durante el verano de 1996.

No perdió el tiempo. Caída la propuesta de Domínguez, Carlín aceptó sumarse al staff de Canal 13 para protagonizar la comedia «Hola Papi». Por primera vez, sería padre de familia. El programa duró dos temporadas y durante el desarrollo del ciclo estuvo en pareja con su compañera en aquella ficción, Patricia Echegoyen.

En esa misma pantalla, y bajo la órbita de Pol-ka, en 1997 se dio el gusto de encarnar a un jugador de fútbol en el ocaso de su carrera, devenido en técnico. La temática lo movilizaba y por eso asumió el desafío de Rodolfo Rojas, RRDT, con proverbial entusiasmo. Debutó el jueves 7 de agosto. Se tomó tan en serio el papel y lo hizo tan creíble que dirigentes de Excursionistas pensaron en contratarlo como entrenador . Ante la negativa le rogaron para aunque más no sea les diese una charla al plantel para levantarle el ánimo ante de uno de los partidos de la temporada de la C que se inició mientras se grababa el ciclo.

El romance con Adrián Suar era sólido, de hecho, juntos en 1997 hicieron en cine lo que sería el primer acercamiento de Carlín al policial: Comodines. Fue un boom pero la zaga prometida nunca llegó a rodarse.

De todos modos, en 1998, agobiado por sus propios fantasmas, que iban desde hipertensión a ataques de pánico, abandonó el ciclo el 12 de abril: «Fue un error, estaba muy loco, veía complots y trampas por todos lados. Pensaba que todo el mundo me quería perjudicar. Estaba muy loco, vivía a mil, aceleradísimo. Tenía miedo de tocar el freno, pensaba que si paraba me iban a chocar de atrás».

Se encerró en sí mismo y en 1999 decidió probarse en un género que jamás había transitado: el terror. Motorizó un ambicioso proyecto, la miniserie «Drácula», que tampoco pudo completar. Ese año de terror –nunca mejor expresado- comenzó con un anticipo el 16 de diciembre de 1998: fue víctima de un asalto que lo tuvo como rehén a mano de cuatro hombres que se llevaron 700 pesos y su BMW cero kilómetro. El 23 de enero de 1999 sufrió un accidente automovilístico en la Autopista del Buen Ayre por el que lo internaron en terapia intensiva. Iba junto a su novia, Carina, embarazada de siete meses, quien felizmente sólo padeció heridas leves.

El 14 de marzo la gota que colmó el vaso: sufrió un ataque de hemiplejia que le afectó la parte izquierda de su cuerpo. En ese momento de oscuridad, una luz había emergido en su vida. Por entonces su relación con Carina Galucci, psicóloga y actriz, que conoció en una grabación de «Hola, papi», estaba en un momento de gloria. Para Carlín fue el angelito que le salvó la vida. «Tras el ataque pensé que me moría. Me dijeron que tenía que abandonar todo, incluido la profesión. Verdaderamente me quise morir. Me sentí una planta. Y pensar que yo en mi locura me sentía un elegido, creí que el barbudo se había olvidado de mí. Pensé que no la iba a poder acompañar en la crianza de nuestro hijo, que la iba a dejar sola, y sinceramente más de una vez pensé que no me la iba a bancar, que no iba a tener fuerzas… pensé en quitarme la vida».

El 14 de mayo nació su hijo, Facundo, pesando tres kilos cuatroscientos cincuenta. Una motivación y un aliciente para que Carlín no bajara los brazos. La mala suerte comenzaba a marcharse. El ciclo negro tendía a aclararse.

El jueves 3 de junio de ese año el oficial público José Leanza y la jefa administrativa del Registro Civil de la calle Uruguay 753, Ana María Muñoz, fueron al domicilio del actor para casarlo con Carina. Con el bebe de 40 días el matrimonio Calvo viajó al Ciren, un instituto de alta tecnología en Cuba, para una recuperación de cuatro meses. Al cabo de algunas diferencias con los métodos utilizados por los medicos cubanos prosiguió su recuperación en Buenos Aires.

Cuando el nene cumplió un año, el 14 de mayo del 2000, Carlín bautizó a su hijo Facundo Gabriel, en el complejo La Deseada de Pilar, en una ceremonia oficiada por el sacerdote Carlos Pierri a la que asistieron 170 invitados.

«No podía pensar en que mi hijo no me viera jamás sobre un escenario» se decía y se repetía Carlín hasta que el 5 de febrero del 2001 concretó lo que le parecía un milagro. Estrenó en el Teatro Lola Membrives «El prisionero de la segunda Avenida» ,de Neil Simon, con dirección de Norma Aleandro y compartiendo cartel con Soledad Silveyra.

Conforme con su realidad física, aún en plena etapa de recuperación y con algunas limitaciones de movimientos, cumplir ese papel fue una hazaña aunque el primer paso lo había dado en agosto del 2000 cuando asumió en público su estado y tuvo la valentía de verse y dejarse ver en algunos capìtulos del programa Vulnerables.

Con gran convicción y fuerza de voluntad, superó los tiempos de depresión y aceptó otro reto: retornó a TELEFE como protagonista de un unitario con elenco juvenil y producción de Sebastián Ortega, El Hacker, su labor televisiva del 2001.

En el 2002 sintió una gran mejoría por lo que decidió medirse en una propuesta actoral de mayor despliegue y exigencia. Seducido por el productor Javier Faroni, con gran humildad, aceptó recorrer el país con «Casi un angel». Dirigido por Manuel González Gil y constituyendo rubro con Mónica Ayos, en más de un año de funciones notó una marcada evolución física y por ende una mayor capacidad interpretativa.

En el 2003 formó parte del elenco del programa de Ideas del Sur, empresa de Marcelo Tinelli, «Costumbres argentinas». Simultáneamente, comenzó a trabajar en un nuevo proyecto de Faroni Producciones. La oferta fue que volviese a protagonizar una súper comedia, a la altura de sus mayores desempeños teatrales.

El 19 de diciembre de 2003 estrenó en Mar del Plata «Money Money», de Ray Cooney, recibiendo la noche del estreno una ovación de ocho minutos con solo pisar el escenario. Guiado por Carlos Moreno, director que ya lo había conducido en «Extraña Pareja» , «Taxi» y «Escándalo internacional», brilló y el público entendió que era su regreso definitivo a las grandes ligas. La ovación se multiplicó todo el verano, que lo tuvo en la cima de la taquilla, con 60.000 localidades vendidas.

El 16 de abril de 2004 se repuso «Money, Money» en la sala de Multiteatro repitiendo el fenómeno sucitado en el Teatro Provincial de Mar del Plata.

El 22 de junio de 2004 levantó la estatuilla del Martín Fierro al consagrarse «Costumbres argentinas», como mejor comedia de la televisión argentina de la temporada 2003. Carlín recibió el premio y nadie se atrevió a arrebatárselo de sus manos porque se destacó como líder y gurú pese a tratarse de un ciclo coral.
La gira que cerró la temporada de «Money Money» fue un extenso collar de piedras preciosas: el resultado final arrojó más de 120.000 espectadores que de Norte a Sur, de Este a Oeste, le dieron muestras de un cariño retroalimentado por una conexión muy fuerte. Carlín siempre traspasó los límites del cristal del aparato de televisión y en el teatro desarrolla un magnetismo tan peculiar que el feedback tiene el peso del amor pasional.
Con el tanque lleno de combustible afectivo un nuevo desafío apareció como un mojón de oro en la ruta de su destino: cuando hace veinte años debió levantar de cartel «Taxi» por decisión de Ricardo Darín, siempre pensó que la comedia gozaba de buena salud.
Vio en Fabián Gianola, durante las primeras grabaciones de «Costumbres argentinas», al socio ideal para edificar la remake soñada. El entusiasmo vocacional de Carlín tropezó con una visión conservadora del por entonces conductor de «TVR»… «Carlos, se estrena Taxi 2, vamos a dividir el público. Vamos a confundir.¿Por qué no esperamos dos años?»
Cuando el calendario hubo cumplido su andar dándole méritos a la predicción gianolesca, Calvo de la mano de Javier Faroni, volvió a la carga para tomarse su revancha.
Entre tanto, participó por América de una versión poco agraciada de Los Machos, componiendo a José María, un personaje que no logró arribar a ninguna orilla en una ficción muy descuidada que anduvo al garete.
Para que el desafío de «Taxi» fuera lo suficientemente inquietante y la adrenalina creciera hasta los confines inimaginables, Carlos no repitió el papel que había hecho en la puesta que lo tuvo junto a Ricardo Darín en los roles protagónicos: dejó de ser John Smith para transformarse en Stanley Gardner.
La pieza, sólida, un verdadero clásico de la comedia, una obra de arte de Ray Cooney, una clase de un libreto bien estructurado, tal afirmaba Carlín estaba en plena vigencia.
Consiguió un alquimia extraordinaria con Fabián Gianola y desde el 16 de diciembre del 2004 (día de inauguración del Teatro Mar del Plata) la noche soñada volvió a repetirse todas las noches. Miles de risas, cientos de aplausos a telón abierto, 80.000 entradas vendidas sólo durante la temporada estival, son algunos indicios que permiten concluir en que éste, es uno de los éxitos más notorios del currículum ganador de Carlín.
Bajo la batuta eximia de Carlos Moreno, Calvo y Gianola no dejaron nada librado al azar y se rodearon de un elenco muy sólido y comprometido, de excelente ritmo y timming para el vodevil constituido por el propio Moreno (en el correr del 2005 le dejó su papel a Claudio Morgado), Andrea Frigerio, Mónica Ayos, Diego Pérez y Daniel Roncoli.
La resolución verdadera de los conflictos, la tensión dramática dentro del espíritu disparatado que le imprimieron, son las herramientas fundamentales de éste logro en el que Carlín recuperó completamente su felicidad como intérprete y pudo demostrar su experiencia, su gracia, sus tonos, su musicalidad especial para el género.
En medio de la vorágine triunfal de «Taxi» hizo dos paradas muy celebradas por sus fanáticos: un muy buen capítulo de «Botines», en Canal 13, donde se permitió jugar un rol absolutamente diferente a todos los que asumió en televisión (un perdedor, tímido, un hombrecito) y un guiño al conducir junto a Pablo Rago un segmento muy divertido de los Premios Martín Fierro 2004, transmitidos durante el 2005 por Canal 9.

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