El Limosnero del Papa que sale a la calle para ayudar a los pobres – Reparte cheques a los desprotegidos. Desliza que Francisco a veces lo acompaña. La revelación aún llama la atención por lo que representa la figura del Papa, pero ya no sorprenden tanto en el Vaticano estas preocupaciones de Francisco. «El quiere escabullirse de esas enormes paredes que lo separan de la calle para poder juntarse con los pobres, pero no puede». Así develó ayer los deseos del Pontífice el hombre que ocupa el cargo de Limosnero oficial, el arzobispo polaco Konrad Krajewski.
Hace menos de cuatro meses, el 3 de agosto, monseñor Krajewski fue consagrado en su nueva tarea, reemplazando a Guido Pozzo. La ceremonia se realizó en la Basílica de San Pedro. El Papa no celebró pero se sentó a la derecha del altar y, al momento de la consagración, también impuso las manos sobre el nuevo limosnero.
«El Papa me pidió expresamente que no me quede detrás de un escritorio firmando pergaminos, sino que vaya a encontrar a los pobres, a los necesitados, en el cuerpo y en el espíritu.
Que no espere que ellos me toquen la puerta, salí a la calle. El Papa quiere que me encuentre con ellos en sus realidades existenciales, en los comedores, en las casas de acogida, en las casas de reposo o en los hospitales».
Ese pedido en los primeros días de su nueva gestión marcó definitivamente lo que iba a hacer de ahí en adelante. El encargado de ocuparse de la caridad del Papa explicó ante un grupo de periodistas que cada semana firma unos 100 cheques para personas que le escribieron a Francisco para pedirle ayuda. Las cantidades transferidas oscilan entre 200 y 1.000 euros.
Además de administrar las donaciones, durante la noche el limosnero también visita hogares de ancianos y comedores populares o se encuentra con las otras personas necesitadas para rezar y cenar con ellas. «Al principio, cuando yo solía salir por la noche, a veces el Papa me preguntaba si podía acompañarme.
No se daba cuenta del malestar que podría haber causado si esas excursiones se concretaban y luego salían a la luz», evaluó.
«El quiere hacerlo personalmente, como hacía en Buenos Aires. Por eso quiere que lo haga yo en su lugar», señaló Krajewski. Cuando se le preguntó si Francisco se escapó alguna vez del Vaticano, respondió: «¡Siguiente pregunta!», con una insinuación evidente de que el Papa sí podría haber salido sin que los guardias se percataran.
«Cuando ahora abrazo a uno de esos desafortunados hermanos nuestros les transmito todo el calor, todo el amor y toda la solidaridad del Papa. Y él, el Papa Francisco, a menudo me pide que le cuente. Quiere saber», se emociona.
El nuevo limosnero, que vive en Roma desde 1998 y fue maestro de ceremonias de Juan Pablo II, pudo conocer «ese ‘sotobosque’ que gravita alrededor de los Sacros Palacios, sobre todo durante la noche. Un lugar poblado de gente desesperada, sin hogar fijo ni comida».
Así, con la ayuda de las monjas de la Guardia Suiza, de las del almacén privado y de un grupo de jóvenes voluntarios de la misma Guardia, el padre Krajewski organiza un comedor itinerante. «Recogemos lo que queda después de las comidas de la Guardia. Lo empaquetábamos en muchas raciones individuales y, después salimos del Vaticano para llevar comida a los pobres que pueblan la noche en la Plaza San Pedro».
El limosnero del Papa tuvo su primera gran misión a comienzos de octubre, con los naufragios en los que murieron 221 personas en Lampedusa. Allí fue enviado por Francisco para «proporcionar las ayudas más inmediatas» a los sobrevivientes visitó la morgue y el campo de refugiados.
A cada buzo que se sumergía en busca de cuerpos le entregó un rosario bendecido por Francisco.
Hasta que Krajewski llegó, el limosnero solía ser un diplomático del Vaticano de edad avanzada que trabajaba sus últimos años antes de que le ordenaran jubilarse. Francisco cambió ese perfil al nombrar a este polaco de 50 años.
Fuente: Clarin.com