Los actos vandálicos, en el último tiempo son moneda corriente en gran parte del país. Personajes siniestros atacan monumentos, sitios históricos, propiedades públicas y privadas, ocultándose muchas veces en la complicidad de la noche.
Pero hay situaciones que deben leerse más allá de este contexto, que es triste pero que muchas veces no tiene connotaciones más allá del daño en sí y causar estragos a modo de diversión.
En los últimos días, en la vecina localidad de Cañada Rosquín atacaron con vehemencia una escultura que homenajea a la “Memoria, la verdad y la Justicia”, llamada “Nunca más” y realizada por la escultora Adriana Sisto en el año 2011.
Grande fue la indignación de los rosquinenses luego de que se viralizaran imágenes de la escultura de madera con graves daños, con los senos de una mujer amputados, con gran precisión y cortes en la frente y la nariz.
Miedo y escalofrío. Sensación de oscuridad. Un mensaje que va más allá de las roturas y que habla y recuerda la cruel tortura que llevó adelante la dictadura cívica, eclesiástica y militar encabezado por los siniestros genocidas de Videla, Galtieri y Agosti y muchos otros más.
Justamente, este monumento representa a las Madres de la Plaza y a los secuestrados y desaparecidos en aquel triste periodo de la historia argentina.
Más allá que la Comuna ya confirmó la restauración de la obra y que la policía trabaja de oficio para localizar a los responsables, queda en el aire esa impresión que ese genocidio, aún impune, está latente y amenaza a aquellos que luchan por la justicia y por mantener viva la memoria del pueblo.
