LA GENIALIDAD DE UN FOTOGRAFO – «Tenemos el horizonte a 4 cuadras»

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Por Francisco Díaz de Azevedo

Mario Gómez tiene 64 años y un talento innato para el flash.

Es cerrajero, pero a su vez uno de los mejores fotógrafos de estas pampas, aunque el lo niegue.

«Siempre me gustó ser fotógrafo. Antes salía con un rollo de 36 fotos y hoy es más fácil. Antes el problema era el equipamiento», dice mientras contempla la muestra que realizó en la Sociedad Italiana.

Agrega: «Un día Helena Horner me prestó una cámara reflex digital y esa máquina hace maravillas. Yo tuve una reflex y una digital compacta, pero esto es otra cosa».

El «Cerraja», como lo llaman en El Trébol, hace magia con una Nikon D 80 y una lenta 24/105.  «No me gusta sacar fotos con el celu. Yo no participo en instagram porque me parece que es muy de cabotaje», dice y se ríe a carcajadas. Su verborragia es tan sutil como el diafragma de su cámara.

Mario pasa de una cerradura maleducada a un panorama efímero en cuestión de segundos. Puede tener grasa en las manos, pero nunca olvidará su sutileza en el bolsillo de la campera. La lleva en la piel.

El le apunta al cielo y ve lo que no vemos los demás. Su ojo busca el punto que conmueve, la nube que habla, el sol que acaricia, la tormenta que amenaza. Y lo hace como nadie. «Tengo siempre la cámara a mano. Pero para sacar al cielo, hay que ir «pispeando» las nubes. El atardecer es muy rápido y tenes 5 minutos para hacer una foto y no hay que llegar sino estar».

Mario cuenta que «me gusta la onda de los paisajes. Apunto a un momento que sea irrepetible. Perpetúo el momento. Me parece que tiene más mérito hacer algo «al salto».  encima en esta ciudad, o en esta región, tenemos suerte. Nosotros tenemos el horizonte a 4 cuadras y puedo anticipar como está el cielo y trabajar con eso».

Lo que viene

Mario ama sacarle fotos al cielo y también a los pájaros y aves.  quizás pronto la ciudad pueda disfrutar de esas instantáneas.  «Tengo una selección enorme de fotos de pájaros, quizás un día haga una muestra de eso. Está para compartirlo».

Sin embargo, lo que le da de comer es una cerradura rota, una llave que se pierde o un candado que se porta mal.  «Yo vivo de la fotografía. Una vez hice fotografía social pero hay que trabajar cuando uno debería descansar y no es lo mío».

Y así anda este genio loco por la vida. Con un destornillador en una mano y con una reflex en la otra. Porque se puede quedar alguien encerrado, pero también, hoy quizás, haya un bello atardecer.

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