Por Francisco Díaz de Azevedo – «Disparo al cielo azul»

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Crónica de una noche mágica en el Estadio Unico de La Plata

“Tu dices el amor es un templo, amor la más alta ley,
el amor es un templo, amor la mas alta ley”, susurra Bono en el Estadio único de La Plata en “One”, sobre el final de su show con la bandera argentina en la dantesca pantalla de 60 metros de largo por 14 de alto como único fondo del stage de los irlandeses.

Y enseguida destapa un champagne y brinda por él.

En días de grietas y de entredichos encontrados, en días en que el mundo se cae a pedazos, los separatistas aumentan, los derechos humanos descienden, las opiniones chocan entre ellas y se hacen añicos; un pibe, un chiquito, un nene que se pinchaba con jeringas para crecer y jugar a la pelota,desafío el caos y sacó belleza de entre tantas cenizas aún sin apagar.

Yo era una de las 42.000 almas en el Estadio Unico de La Plata ese martes por la noche que quedará en mi corazón.

No hace falta explicar mi amor por Lio, mi fanatismo por el Barca aunque haya nacido en El Trébol, Santa Fe. Un día pisé la ciudad Condal y me enamoré para siempre del “Blaugrana”, de sus ramblas, de su Gaudí y escalé el Mont Juic.

En ese estadio, el martes, tras desayunar al exquisito Noel Gallagher, me paré parar mirar la pantalla enorme que los “Bono boys” nos prestaron tan gentilmente a 42.000 angustias palpitantes.

Entonces rodó la pelota. Enseguida vino el baldazo de agua fría, miré el piso y pensé “esto es una pesadilla, no puede ser”, y miré a Lio por los billones de leds.

El estadio enmudeció. De repente estaba sólo, apenas percibía el humo de alguna hierba entre las masas que me hacía saber la realidad: Estaba rodeado de una multitud quebrada en el silencio. Grité, insulté como si estuviera en la cancha, volví a mirar el piso, porque en ese momento el cielo estaba demasiado lejos.

Entonces apareció él y por fin le llegó una pared certera y la estocada perfecta volvió a elevarme unos centímetros del piso. El estallido fue uno sólo. “Un amor, una sangre, una vida, tienes lo que debes. Una vida con cada uno: hermanos, hermanas”, desgrana Bono en esa canción que habla de unidad, de juntarnos.

Antes de despedirse de la multitud en el concierto, el líder de U2 disparó: “Basta de derechas, basta de izquierdas”.

El amor es un templo. El amor por la camiseta también. Quisieron hacerlo de España. Dijo que no. Quisieron casarlo en Castelldefels (Catalunya) y dijo que no. Se puso la de Argentina y lo azotaron. En el menú de su matrimonio sirvió asado y el souvenir incluía yerba y vino del nuestro, y lo criticaron.

Y volvió. En medio del caos de la AFA, entre Presidentes que vienen y van, entre estadios que pueden revertir situaciones y DT que llegan a salvar, mueren en el intento y reyes que abdican. No se borró, nunca se borró.

Entre la tempestad mediática, entre los goles que no llegan, entre la angustiante situación de pelear hasta morir, llegó él para pelear hasta vencer.

Pero el amor es un templo, pregona “One” y el único de La Plata se transformó en ello. Entonces llegó el momento, el segundo, el instante. Zurdazo letal, celestial, violento, certero, demoledor, mágico, justo, milagroso. Llegó el segundo de Messi, del chiquito que se fue a Barcelona a cumplir un sueño, pero que no vendió su identidad tantos años después. Del pibe que levantó 5 balones de oro, que la mete en el Barca pero que todos se olvidan que es el máximo goleador de la Selección. El que ganó la Champions 4 veces, pero que es castigado porque no ganó el Mundial… claro… es cierto… en el 86 Burruchaga definió como los dioses, en el 2014 se lo perdió increíblemente Higuaín . culpa de Messi, seguro.

Miré el cielo, estábamos 2 a 1. El “Flaco” que estaba adelante mío se terminó la enésima “Tuca”. Pensé: “Vuelo por vos Pulga o por lo que olfateo de éste chaval que tiene un mercado de hierbas en el bolsillo?”. No. Estaba más cerca del cielo, sin dudas. Lío me elevaba. A mí y al estadio. A mí y al pais. A mí y a Argentina. Una Argentina unida!!! Que loco!!!

Pero nada quedó ahí. Golpear las puertas del cielo no es lo mismo que sentarse a la derecha del Dios padre todo poderoso. Faltaba algo para ello. Por eso, el pibito que no duerme por las noches desde su casa en Castelldefels porque sufre por la “Celeste y blanca” dibujó una maravilla en el área ecuatoriana para definir mi entrada al cielo celestial. “El amor es un templo, el amor es la más alta ley”, Lionel.

Miré las tribunas del Unico de La Plata, cerré los ojos… se escuchaba “Meeeesi, Meeesi…” Abrí los ojos, y vi miles de reverencias. Sonreí. Años después de leer tantas ingratitudes, de escuchar tantas palabras sordas, llegó el sosiego. Ese que tarda en llegar, pero uno sabe que al final, hay recompensa.

La del pibe silencioso, callado, que por correcto tildaron una vez de autista. La del nene, que se fue solito a Barcelona con una aguja en el botiquín porque no podía crecer, pero algún miserable llamó cagón.

La recompensa de Messi, el mejor del mundo, el mejor de la historia del fútbol. La recompensa que hoy festejamos todos unidos, incluso vos y yo.

Francisco Díaz de Azevedo – Periodista
Desde un hotel en Buenos Aires.
Madrugada del miércoles 11 de octubre, sólo unas horas después del presenciar un milagro de D10S.

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