– Cuando parece que las recetas se agotan, un evento sobre las defensas naturales de las plantas y los micronutrientes viene a traer nuevos aires a los sistemas de producción. En el marco del primer simposio sobre defensas naturales de las plantas y micronutrientes, que se realizó en Rosario, más de 300 productores y asesores de todo el país analizaron nuevas formas de manejar los cultivos extensivos. El evento contó con el auspicio de Aapresid, Acsoja, Asociación Civil Fertilizar, Ipni y Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), y el sponsoreo de la empresa Spraytec.
Marcelo Carmona, director académico de la actividad y especialista en la materia, explicó que el objetivo del simposio fue brindar contenidos innovadores, inéditos y desafiantes para el manejo de los principales cultivos de la Argentina, y propuso como consigna «analizar y ejercer la agricultura con una nueva visión».
Alimentar a las plantas, alimentar al hombre. En tal sentido se expresó Godofredo Cesar Vitti, de Esalq/USP (Brasil). «Solamente alimentando las plantas, será posible alimentar al hombre», dijo. A lo largo de su conferencia destacó la importancia de los micronutrientes en el crecimiento, desarrollo y calidad de las plantas, y su papel en la resistencia a estrés, plagas y enfermedades.
En la región pampeana los micronutrientes más relevantes son boro (en girasol, alfalfa, soja, maíz y trigo), cloro (en trigo), cobalto y molibdeno (en soja) y zinc (en maíz, cereales y soja). Pero «la planta no come, bebe —señaló el disertante— por lo que es imprescindible que los micronutrientes estén disponibles en el agua del suelo y que tengan una solubilidad de al menos un 60 por ciento».
En el aporte de micronutrientes es indispensable considerar la exigencia de cada cultivo, las deficiencias del suelo (para lo cual es necesario realizar una análisis sólo en la capa superficial), así como un buen diagnóstico foliar en los casos de trigo y maíz. Respecto a las vías de aplicación, recomendó, en el caso de la soja, en suelo, boro, cobre y zinc, mientras que para el maíz la sugerencia apuntó al zinc y al boro. Por vía foliar es conveniente aplicar sales y quelatos, con la consideración de aplicar sulfato de magnesio en cultivos expuestos a altas temperaturas.
A su turno, Gustavo Ferraris, ingeniero agrónomo del Inta Pergamino, analizó los factores propios del suelo y el ambiente que predisponen a una deficiencia de micronutrientes. En la región Pampeana Este, en suelos con prolongada historia agrícola, la baja disponibilidad de zinc —menos de una parte por millón—, es una característica. Esto sumado a la pérdida de materia orgánica en los suelos cultivados (un 50 o 60 por ciento menos que en terrenos prístinos), afecta la disponibilidad de boro en el suelo. En su experiencia, se han observado respuestas significativas a la aplicación de micronutrientes en situaciones de estrés como granizo o sequías moderadas, con recuperación de las parcelas afectadas.
Como consecuencia de los tratamientos, «las mejores respuestas se obtienen en suelos con baja disponibilidad de nutrientes, bajo contenido de materia orgánica y PH fuera del óptimo, y especialmente en cultivos altamente extractivos en secuencias intensivas con rendimientos elevados». La clave está en la calidad en los diagnósticos y en la aplicación.
Los suelos argentinos.¿Cuál es la disponibilidad de micronutrientes en los suelos de nuestro país? Fernando García, director de Ipni, puntualizó sobre todo en boro, zinc y manganeso. «En muchos sistemas de producción la carencia de micronutrientes limita la producción y esto no es detectado. Además, los micronutrientes juegan un papel importante en la salud de las plantas y sobre todo en la resistencia a estrés de tipo biótico y abiótico, como enfermedades, sequía o golpes de calor. También juegan un papel importante en el crecimiento reproductivo, sobre todo en la época de floración».
Respaldando sus afirmaciones, García presentó ensayos sobre aplicación de boro foliar en soja de segunda realizados en el Inta Rafaela, donde los lotes tratados rindieron más de 300 kilos por encima de los testigos. Los ensayos con aplicación de zinc en maíz claramente demostraron que el cultivo necesita este micronutrientes para expresar su potencial.
Por último, se refirió a aplicaciones de cloro en trigo (experiencia que se realizó durante cuatro campañas) en la región Pampeana, donde los lotes tratados con cloro rindieron 400 kg más que los testigos.
DEFENSAS NATURALES. Marcelo Carmona, ingeniero agrónomo de la Fauba, planteó la enfermedad como excepción en la naturaleza, y a la inmunidad como la regla. «Las plantas tienen naturalmente una variedad de mecanismos de defensa, algunos son constitutivos y están presentes independientemente de la ocurrencia de la infección, mientras que otros pueden ser activados en respuesta a diferentes adversidades y son llamados defensas inducidas», explicó.
Su propuesta apuntó a inducir la resistencia sistémica en los cultivos utilizando los fosfitos, los mismos que generan una señal química que induce la generación de las fitoalexinas: «Los fosfitos activan los sistemas de defensa, han mostrado ser inductores de la resistencia siendo esta la función más universalmente aceptada. El fosfito es altamente móvil dentro de la planta a diferencia de muchos fungicidas.
Esto significa que se obtiene movilidad en toda la planta». Poseen efectos antifúngicos sobre hongos de la familia de los Oomycetes. Son compatibles con otros agroquímicos y complementan perfectamente la acción de los fungicidas. En tratamientos foliares, solos o con fungicidas, disminuyen la severidad de ataques de septoria y cercospora kikuchii, entre otras enfermedades fúngicas. Valió la aclaración de que siempre deben aplicarse dentro de un programa de manejo integrado.
El primer simposio regional sobre defensas naturales fue movilizador y un espacio disparador de consultas y soluciones nuevas frente a un escenario de malezas resistentes, monocultivo de soja y suelos pobres que obliga a seguir pensando los sistemas agrícolas tradicionales.
Las palabras finales de Carmona dejaron en claro el espíritu detrás de un evento como este: «Es necesario pensar una agricultura de innovación disruptiva, pero inclusiva y complementaria, para generar soluciones hasta ahora impensables o impensadas».