Masiva marcha contra el matrimonio homosexual – La convocaron la Iglesia Católica, los evangélicos y otros credos. Reclamaron «el derecho prioritario de las niñas y niños a tener mamá y papá». En el Senado se pelea voto a voto, a favor y en contra del proyecto. El naranja fue, ayer en la Plaza de los Dos Congresos, el símbolo de la respuesta homogénea frente a la diversidad. El color único contrapuesto a los símbolos multicolores, inclusivos, que contienen los estandartes de la comunidad homosexual y también de los pueblos originarios andinos en su bandera, la whipala.
Decenas de miles de católicos y de otros credos (200 mil para los organizadores, 10 mil según fuentes policiales, más de 50 mil para Clarín) se juntaron frente al Congreso de la Nación –donde hoy el Senado votará el proyecto del matrimonio igualitario– para rechazar la iniciativa y defender su concepto de familia, bajo el lema «Los chicos tenemos derecho a una mamá y a un papá’’.
Muchísimos jóvenes y también adultos se congregaron frente a un escenario que miraba al Congreso, desde donde hubo música de misa dominical y también discursos. Llegó gente de muchas partes del país: Mendoza, Salta, Rosario, La Plata, Bella Vista. Con micros naranjas, bombos y redoblantes. Con banderas con mensajes como «Se confunde la tolerancia con el todo vale». Con gente con remeras (naranjas) con las leyendas «madre hay una sola, padre también» o «ser familia vale la pena».
«El matrimonio gay es una falta de respeto para los católicos. Si quieren estar juntos (los homosexuales) todo bien, pero que no se muestren», comentó Eliana Sorof (15), del colegio San Vicente, de La Plata, donde según contó la adolescente tenían justificada la falta de ayer y también la de hoy («sólo los que venían a la marcha», aclaró).
En un clima de tranquilidad, festivo, la gente escuchó atentamente las palabras del cadernal Jorge Bergoglio, que leyó uno de los animadores: «No se puede igualar lo que no es diverso […] El matrimonio precede al Estado, es anterior a toda legislación y a la misma Iglesia […]. No es lo mismo un padre que una madre, tengamos cuidado. No dejemos de lado el prioritario derecho de los niños que deben ser los únicos privilegiados».
En el público, que ocupó la superficie de la avenida Entre Ríos en la totalidad del frente del Congreso, más unos 25 metros sobre Callao y otros tantos sobre Rivadavia, sobrevoló el ánimo de defender a la familia ante lo que consideran un atentado moral.
«Venimos a defender a la familia, a que los hijos adoptivos se desarrollen en un ámbito natural», comentó Arturo (67 años, perito naval, no quiso dar su apellido). Victoria Tonelli (29), estudiante de la Universidad Austral, coincidió. «Creemos que la familia es una institución natural, no cultural», comentó a los gritos, mientras un grupo de adolescentes –posiblemente confundidos– de la Parroquia San Luis Gonzaga, de Villa Elisa, cantaba «Se va a acabar la dictadura homosexual».
Sobre el escenario seguían los discursos. Y quedaban frases como la pronunciada por el grupo evangélico: «La familia es creación de Dios», que también atacó a la prensa por falta de «igualdad» en la cobertura del tema.
A unas cuadras esperaban cientos de micros. La mayoría, según explicaron los choferes a este diario, pagados por la Iglesia. Los que venían del conurbano cobraron entre $ 450 y $ 550. Los que llegaron de La Plata, $ 1.000. Y desde Rosario, $ 3.000.
También, entre la multitud de fieles católicos distinguidos por el color naranja, se mezclaban algunos que no pensaban como ellos. Como José Nicolás Dubovis, arquitecto de 68 años, que llegó desde Florida: «Es insólito, la biología y la ciencia contradicen a toda esta gente». O John Burk, californiano de 20 años, que junto a algunos amigos, se paró con un cartel entre la multitud, que decía «soy gay y puedo ser buen padre». A pesar de algunos cruces, lejos estuvo de ser un encuentro violento con los fieles católicos. Eso sí, una mujer entrada en años lo quiso exorcizar. Y le dijo: «Jesús puede sacarte el espíritu inmundo».
Clarin.com