El Barsa es el REAL papá del Madrid – Así, el equipo catalán se quedó con el primer título de la temporada. Necesitaba un título más Barcelona para alcanzar a Real Madrid. Sumando trofeos nacionales e internacionales, el Madrid contaba 73 y el Barsa uno menos. La Supercopa de España, estaba en juego en el Camp Nou. Y la posibilidad para el equipo de Pep Guardiola de escribir otra página de la historia.
El técnico catalán ubicó a los mismos once que ganaron en Wembley y se quedaron con la última Champions League. Es decir, Javier Mascherano como central derecho y Lionel Messi como faro y luz que ilumina a todo el equipo. El 2-2 en el Bernabéu, el sábado pasado, le daba una ventaja mínima al local. Sin embargo, el Real Madrid, que llevaba más tiempo de preparación para la definición de este título, no iba a regalar nada.
José Mourinho paró a un equipo ultra ofensivo y sorprendió. Con Inter se había refugiado contra su arco y había logrado la clasificación en la polémica Champions que ganó con el equipo italiano y que sedujo a los de Madrid. En la temporada pasada se comió cinco en el Camp Nou por la Liga. Perdió las semifinales de la Champions con Barcelona y sólo obtuvo la Copa del Rey (título que le dio el boleto para esta Supercopa) con un cabezazo de Cristiano Ronaldo, en Mestalla de Valencia. Pero casi siempre con planteos defensivos, ante un equipo que hace del control de pelota un arte.
En los primeros minutos, Real Madrid ahogó a su rival. Lo presionó bien arriba con Cristiano, Benzema y Angel Di María, el otro rosarino en campo. Sorprendió, y antes del minuto, Vïctor Valdéz le ahogó el grito a un zurdazo del portugués Ronaldo. Después, Barcelona se acomodó en el campo y comenzaba otro partido.
Perros de caza. Los jugadores del Real Madrid. Presionando desde la salida misma del arquero Víctor Valdéz. Empezaron a parecer perros que persiguen bochas. Porque Barcelona hizo lo que mejor sabe hacer: dominar el balón, hacerlo circular y que el juego fluya. A los 14, Messi se sacó de encima a dos rivales, Iniesta picó al vacío y rompió con la última línea del Madrid, que presionaba bien adelante. Messi puso un pase precioso y preciso. Iniesta quedó mano a mano con Casillas, amagó, la pinchó y puso el 1-0 con elegancia. Barsa aceleró y ya estaba en ventaja.
Hubo poco tiempo para acomodarse al nuevo orden que imponía Barcelona. Porque Real Madrid, herido, empujó y obtuvo recompensa. Benzema ganó un tiro de esquina desde la derecha. Llegó el centro pasado, le quedó al francés que la devolvió hacia el medio. Y Sergio Ramos metió el puntín derecho, Cristiano Ronaldo –en off side- la desvió con el taco. Y la pelota se metió contra el palo izquierdo de Valdéz. Era el 1-1, el desahogo de unos y el reclamo de otros.
Se emparejó el partido. Aunque se jugaba a una velocidad casi imperceptible para los espectadores, simples mortales. Rompió el travesaño Cristiano con un derechazo que Valdéz apenas desvió. Empujó más Real Madrid, Barcelona fue más preciso. Escapó Messi, pero Casillas le ganó en el mano a mano. Y cuando el empate parecía acompañarlos a los vestuarios, llegó una maravilla de gol del Barcelona. Un tiro de esquina, un rebote, segunda jugada: taco delicioso de Piqué, y Messi que se mete en el área con la pelota dominada, define de derecha, por encima de Casillas; y Cristiano Ronaldo, que quedó como defensor, terminó de rodillas –literalmente- ante el gol de la Pulga. Era el 2 a 1 y delirio en el Camp Nou.
Se notó en el Bernabéu y se notó en el Camp Nou. Hubo una diferencia física contundente entre un equipo y otro. Real Madrid tenía más piernas y aire. Barcelona ahogado, adoptó una posición que no siente para el segundo tiempo. Y como no la siente, no la pasó bien. Barsa se refugió y buscó golpear de contra. No lo logró. Y sufrió. Se defendió durante 36 minutos y no pasó mayores sustos. Pero esa lógica que mil veces antes quebró, hoy padeció. El Real alcanzó el empate a 9 del cierre y el partido se iba al alargue.
Un tiro de esquina, otra vez un rebote; una pelota sucia. Pepe se la bajó a Benzema, zurdazo y gol, 2 a 2. Mascherano pataleando de la bronca por la desatención defensiva. Es que se ve claramente cómo hay seis jugadores locales observando como Benzema define, y a Masche corriendo a un cierre que quedaba abierto de par en par.
Barcelona no estaba en condiciones de jugar un alargue. Se notaba en Messi, colorado, transpirado; agotado. Sus compañeros, lo mismo. Inicio de temporada, con un partido de tan alto nivel. Duro. Entonces Guardiola cambió del 4-3-3 al 4-4-2. Sacó a Pedro y puso a Cesc Fábregas, el hijo pródigo de la casa que volvía al club. Adriano por Villa y Keita por Busquets. Y en apenas unos minutos a puro toque Barcelona logró el triunfo que necesitaba.
Messi, Dios Messi. Amo y señor de Barcelona. Recibe de Fábregas, abre a la izquierda para Adriano y pica al área. Llega el centro y le da de volea. Una explosión de fútbol que salía por las gargantas coloradas que festejaban, bailaban y gritaban en las gradas. Golazo de Messi, el mejor jugador del planeta, que aparece cuando tiene que aparecer. Clavó el 3-2 y le dio un nuevo título al Barcelona.
Clarin