Masivas marchas de indignados en España: piden huelga general – Hubo también movilizaciones en capitales de Europa. Más de 200 mil personas participaron en la gran movilización libertaria de los «indignados» que se desplegaron en 68 principales ciudades españolas y en treinta países, donde también se produjeron marchas de solidaridad. Los medios centraron sus emisiones en la acción popular donde fue muy importante la presencia juvenil. Pero había gran cantidad de personas de todas las edades, especialmente jubilados que son uno de los más entusiastas protagonistas del movimiento. Hubo también marchas en París, Bruselas, Roma e incluso Buenos Aires.
Hace poco más de un mes que se puso en marcha este movimiento que ha dado vuelta la vida política española y ha barrido los lugares comunes sobre «los dormidos», pese al rigor de la crisis, como los jóvenes, severamente golpeados por la desocupación, los desempleados y los pensionistas, también castigados por los planes de austeridad.
«Esto no es una crisis. Es una estafa», proclama uno de los más exitosos lemas de los libertarios. Los carteles que encabezaron muchas de las manifestaciones insistían en proclamar que «esta crisis que la paguen los bancos y mercados financieros. No las víctimas», «Los políticos no nos representan». Muchos manifestantes llevaban improvisados carteles colgados del cuello: «No estoy en venta» .
Los «indignados» han llegado para quedarse y son una fuerza insólita, de un gran poder persuasivo, que tiene una presencia imposible de negar, como lo hacen los partidos tradicionales, sobre todo la derecha. El centro de la protesta fue Madrid, en donde seis grandes columnas partieron desde varios puntos de concentración para coincidir después en la Plaza de Neptuno, muy cerca del Parlamento español.
En la capital de España y en las otras demostraciones reinaba un clima festivo con constantes lemas donde se proclamaba el anticapitalismo, las críticas al neoliberalismo al que se culpabiliza por la crisis, a los banqueros y a los políticos.
No se produjeron incidentes porque se había cuidadosamente organizado la actuación de grupos de «indignados!», que controlaban cualquier demostración de violencia. «No a la violencia» fue uno de los lemas que más se repitieron en las pancartas y en las consignas. Se pedía que todo el mundo tuviera la más escrupulosa limpieza. Cada papel o botella en el suelo durante las marchas terminaba, entre aplausos, en una papelera. «¡Limpios!, ¡Limpios!», se coreaba y algunos carteles reproducían un ruego común en las obras. «¡Perdón por las molestias!». Además de en Madrid y Cataluña, las principales movilizaciones se produjeron en Valencia, Alicante, Palma de Mallorca, Málaga y el País Vasco.
En Madrid, se calculó que la cifra superaba las 70.000 personas y el Ayuntamiento de Barcelona calculó que fueron 100.000 los manifestantes que marcharon por la capital catalana reclamando, como en todos los actos, una huelga general y oponiéndose al Tratado del Euro, que multiplica los recortes y medidas «contra los trabajadores y en beneficio de la banca y los mercados». El éxito en Madrid y Barcelona y en muchas otras ciudades del desplazamiento de los «indignados» de las plazas tomadas y las acampadas a los barrios, han marcado un camino que culminó en la gran movilización de ayer.
En Madrid, además de los lemas más conocidos, la demostración intentaba llegar al Parlamento para repudiar los recortes y más medidas de austeridad, c omo también la exigencia de una huelga general . Pero la policía rodeó el edificio legislativo con un imponente cordón de policías antidisturbios. Ante esto, los «Indignados» colocaron otros cordones para atajar a sus compañeros que venían de Plaza de Neptuno, para que no chocaran con la policía.
Uno de los grandes objetivos del movimiento es organizar campañas para enfrentar, por ejemplo, el Plan del Euro que puede ser aprobado el 23 y 24 de junio en el Parlamento europeo. «Esto supone una sentencia de muerte para la economía española. Va a traer consecuencias desastrosas para las pequeñas y medianas empresas», declaró el vocero Jon Aguirre Such. «Es un juego absurdo porque al disminuir los salarios de los trabajadores, habrá menos consumo y, por tanto, descenderá también la actividad económica», añadió.
Rafael Flores, otro vocero, aseguró que «con la movilización queremos crear mayor conciencia social y organización barrial.
Ha llegado la hora de decir basta. No somos mercancías de políticos ni de banqueros». En una declaración el movimiento reclamó que «los poderes públicos respeten derechos básicos como la vivienda, el trabajo, la cultura, la salud, la educación, la participación política, el libre desarrollo personal y derecho al consumo de los bienes necesarios para una vida sana y feliz».
Fuente: Clarín.com