Un régimen que se desintegra. Son varias ciudades del este de Libia, en un área petrolera, y controladas ahora por los rebeldes, como comprobó Clarín.

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Kadafi perdió el control de la mitad más rica del país – Militares y trabajadores de la industria química se sumaron a la revuelta. En la medida en que se acerca la frontera de Egipto con Libia, la percepción es que del otro lado, ahí nomas, detrás de las montañas, está el infierno que ha desatado el dictador Muammar Kadafi. Esta ciudad empobrecida, con carros tirados con burros y un estilo que se asemeja con esfuerzo a un pueblo del norte argentino pero poblado por beduinos, es un cruce necesario hacia Libia. Sin embargo, en lugar del abismo que se supone, lo que está detrás de este límite es el símbolo de la derrota del régimen.

Toda la zona parece en control definido de los rebeldes que se alzaron contra el régimen estimulados por la revoluciones en Túnez y Egipto. De modo que el principal frente de la masacre se ha ido concentrando en la capital, Trípoli, donde la población está sitiada a sangre y fuego y en el occidente libio, en las ciudades de Misurata, Sabratha y Zawiya.

Saloum se encuentra a diez horas de auto desde El Cairo cruzando todo Egipto de este a oeste, el único camino a mano para llegar a la frontera. Desde la capital egipcia el camino es una galería interminable y apasionante de todos las características de este espacio: arena, camellos, oasis y las mismas postales por todo el desierto.

Aquí no hay tensión. La gente que ha pasado desde Saloum a Libia relata que no se ven militares, ni policías muchos kilómetros después de la frontera, ni tampoco hay efectivos de las fuerzas de Kadafi o las temidas huestes de mercenarios, muchos de ellos contratados en toda Africa y también en Europa. «Se los ha escuchado hablar francés, por lo que se supone que son de Chad», dijo un informe de la red Al Jazeera .

Esa gente fue reclutada debido a que no tienen vínculos con la población y no hay riesgos de deserción. Son la milicia de la masacre junto con los cazas y los helicópteros que ametrallan a la multitud. Hay múltiples informes sobre soldados que, asqueados por ese procedimiento, se quitan el uniforme y visten de civil para acompañar a los rebeldes lanzados a acabar con una dictadura de 41 años que ha dejado dos tercios del país en la más absoluta miseria. En Bengazi, el piloto de un caza se negó a bombardear la ciudad y se tiró en paracaídas. Su avión se estrelló.

No todos han tenido la misma suerte de cruzar de bando en paz. Se sabe en Saloum que una docena de oficiales del ejército fueron ejecutados con un tiro en la cabeza por negarse a participar de la sangrienta represión.

Tanto ese horror, el millar de muertos que –según la Cancillería italiana– ha dejado hasta ahora esta pesadilla o las amenazas de Kadafi en la noche del lunes en las que llamó «ratas» a los revolucionarios y reclamó su ejecución, no han amedrentado al movimiento opositor.

Hasta ayer las ciudades de Dernah, Al Qubaa, Bayda, y El Marj, entre otras, se mantenían, junto con Bengazi en manos de los opositores .

Los reportes son efectivamente como indican los testigos: el dictador ha perdido la totalidad del control del este del país , que es donde se encuentra la mayor cuenca petrolera del país, el principal insumo de su balanza exportadora.

En ese movimiento se han sumado los trabajadores de esa industria y la petroquímica y se multiplican las huelgas . El país así está paralizado y en estado caótico.

Todos con quienes ha podido hablar este enviado en esta ciudad descuentan que esto se termina en breve . No se sabe si tiene sentido ese optimismo. La mayoría dice tener parientes del otro lado que confirman ese destino.

El aislamiento del régimen se nota en otros detalles. En la ciudad de Tobruk, a 140 kilómetros de la frontera con Egipto, el militar a cargo de las fuerzas armadas locales, el general Suleiman Mahmoud, anunció que junto a su tropa rompía con Kadafi. «Estamos en el lado de la gente. En el pasado estuve con él (el dictador), pero ahora la situación ha cambiado, él es un tirano», declaró.

Aquí la gente diferencia la dictadura autocrática de Hosni Mubarak que acaban de derrocar en Egipto de la del déspota libio del que dicen que siempre fue un criminal peor que el propio.

«Está loco, siempre lo estuvo y no tiene piedad, mi hermano vive ahí» , dice el chofer del auto que lleva a este enviado.

Parte de esa locura lo vieron aquí y del otro lado en las ciudades en manos opositoras, el martes cuando el dictador habló más de una hora por la televisión leyendo pasajes de su Libro Verde de máximas y revolviendo el puño frente a la pantalla, describiéndose a sí mismo en tercera persona con aire megalómano: «Kadafi es historia, libertad, gloria y revolución».

La estrategia del régimen es denunciar la mano de la organización terrorista Al Qaeda en esta insurrección para justificar su accionar represivo. Pero, al igual que en Egipto, en Libia no se ven emergentes ultraislámicos ni nada vinculado con esa fantasmagórica banda del desaparecido Osama Bin Laden. En su aislamiento interno, Kadafi está pagando el precio de su paranoia. Durante sus cuatro décadas en el poder, dividió las fuerzas armadas de modo tal que no hubiera posibilidades de una insubordinación. Pero ese esquema licuó la autoridad y es ésa es una de las razones por las que los militares no dudan en abandonar al hombre fuerte y cambiar de bando.

El otro gran tema de Libia es su entramado de tribus por encima de cualquier estructura de partidos. El dictador pertenece a la tribu Gadhafa que rivalizó históricamente con la Warfalia, la más grande del país y que acaba de anunciar, el pasado fin de semana, que se sumó a los rebeldes.

El tema es realmente grave para la situación estratégica del régimen: otra de las tribus influyentes, la Al Zawiya, que se extiende por el este del país, amenazó con cortar el suministro de petróleo a los clientes del país en todo el mundo, si el déspota continuaba en el poder.

Esta zona sobre la frontera con Egipto nunca fue atendida por el régimen que se concentró en la capital. Lo cierto es que hoy, para Kadafi, todo toma la forma de un sitio o de un anillo que se va cerrando. Ayer no se sabía el paradero de este extravagante líder, el dictador más veterano del mundo árabe y el que más daño ha causado hasta ahora para intentar detener lo que ya es una extraordinaria mudanza política en esta región clave para la paz de la humanidad.

Fuente: Clarín.com

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