Dilma asumió en Brasil pero no mencionó a la Argentina – En tono general prometió profundizar los lazos con los vecinos y el Mercosur. Habló de EE.UU. y de la Unión Europea. Pero no citó a nuestro país. La ceremonia de asunción de la presidente 36 de Brasil, Dilma Rousseff, empezó con un temporal que la obligó a recorrer un trecho diseñado para la fiesta con el Rolls-Royce cerrado y una nube de agua que lo cubría. Pero después de jurar en el Congreso, ella se tomó la revancha. La lluvia cedió y pudo desfilar con el auto sin capota junto a su hija donde entonces tuvo contacto con los miles de brasileños que se arremolinaban para saludarla al cSanto de «Olé, olé, olá; Dilma, Dilma».
Fue ante los parlamentarios de su país donde la presidenta de Brasil ratificó las líneas esenciales de su gobierno que se extenderá hasta 2014.
Como ella misma aseguró, su meta es preservar y ampliar la «transformación de Brasil» bajo el gobierno de Lula da Silva. En política externa reivindicó la profundización de lazos con los «vecinos sudamericanos», el refuerzo de las relaciones con Estados Unidos y con la Unión Europea. No mencionó en cambio a la Argentina, aunque sí se refirió al fortalecimiento del Mercosur y de la Unasur. «Queremos que nuestra región sea un foco de multipolaridad en el mundo». Argentina es la segunda economía sudamericana y Brasil es nuestro principal socio comercial.
Si algo fue emblemático es que durante la recepción en el Palacio del Planalto a las autoridades extranjeras, Dilma saludó con simpatía y afectividad a la Secretaria de Estado Hillary Clinton para instantes después hacer otro tanto con el venezolano Hugo Chávez. Es una señal.
En el diseño de su plan de gobierno, Rousseff defendió los tres ejes históricos de la estrategia internacional de Brasil: la no intervención, el resguardo de los derechos humanos y el multilateralismo. Pero condenó con fuerza inusitada «al terrorismo y contra el crimen internacional». La presidenta consiguió, de inicio, mostrar cómo será el perfil de su gobierno en los próximos cuatro años. Estarán impregnados de su concepción desarrollista y de revitalización de industria nacional: «Quiero valorizar nuestro parque industrial». No por casualidad la palabra que más veces pronunció en su mensaje en el Congreso fue la de «desarrollo». Su aspiración es elevar a Brasil a la categoría de «nación desarrollada y de clase media» indicó.
Con Dilma seguirá vigente el modelo que inició Lula en 2002: el de internacionalizar sus grandes logros económicos, y realizar fuertes inversiones públicas que induzcan al crecimiento productivo nacional. A eso Dilma pretende sumar «más transparencia» al tiempo que insistirá en «eliminar las trabas» que todavía existen en la economía. Dio énfasis a la necesidad de promover inversiones públicas porque éstas «marcan el camino» para las inversiones privadas. Y aclaró que si las grandes empresas ya alcanzaron el estatus de internacionales, ahora llegó el momento de dar mayor atención a las Pymes «que son las que generan mayor empleo». La presidenta marcó, sin embargo, como un capítulo clave y prioritario de su gobierno, «erradicar la pobreza extrema». Esa será su meta social hasta 2014.
En ese contexto inscribió su rechazo a la inflación: «Desintegra los salarios y castiga a los más pobres. No lo permitiremos», enfatizó. Tampoco admitirá una «vulnerabilidad externa» de Brasil luego que este país supo conquistar, según Dilma, la independencia del FMI y del Banco Mundial. «Nos vamos a proteger del ingreso de capitales desmedido» y, remarcó: «No haremos concesiones ante el proteccionismo».
La nueva presidenta de Brasil enfrenta varios desafíos. Uno de ellos, sin duda, es el de manejar las tasas de interés que son altísimas de forma de bajarlas pero sin provocar alteraciones abruptas. Pero tal vez lo que más le demandará tiempo y esfuerzo será superar la marca fenomenal que dejó Lula da Silva en su presidencia de 8 años. Y eso solo se consigue con medidas sociales inmediatas que garanticen la salida de la miseria extrema de 8 millones de ciudadanos, una mejora sustancial en la salud pública prestada por el Estado federal y la educación.
Son las deudas que subsisten con los menos agraciados por el sistema.
Consciente de esa situación ya convocó a una reunión de ministros del área para discutir un plan de 4 años que viabilicen esa gran promesa de su campaña. Dilma señaló que si con Lula se avanzó mucho, queda un largo camino para lograr ese país «de clase media» al que pretende llegar. Son millones de personas a los que es preciso acercarle los servicios básicos para una existencia «digna».
La flamante presidenta acompañó a Lula da Silva hasta la puerta de casa: el final de la rampa que desciende desde el primer piso del Planalto. El ahora ex jefe de Estado estaba acompañado por su esposa Marisa que varias veces lo tomó de la mano para evitar que prolongara más allá de lo conveniente los abrazos a sus compañeros y el contacto con el pueblo. Ayer se escuchó cantar varias veces: «Olé, Olá, Lula-la». El «grito de guerra» adoptado por los sectores populares durante los actos que protagonizó en 2002 el entonces candidato.
Fuente: Clarín.com