El forense que puede cambiar la historia – El prestigioso médico forense Osvaldo Raffo será quien analice las pruebas forenses y la autopsia del Fiscal. María Soledad Morales -17 años- había muerto por una fractura en la mandíbula provocada por el peso de una enorme piedra que le tiraron a la cabeza. Pero eso fue antes de Raffo. Luego se supo que en realidad murió por una sobredosis de cocaína, tras haber sido violada en una «fiesta» con los hijos del poder en Catamarca. Y hubo condenas. Ya había caído un gobierno feudal en la Provincia y se había inaugurado una forma de pedir justicia inédita en el país y tan familiar ahora, justo esta semana. La marcha del silencio.
El soldado Omar Carrasco -19 años- había muerto por caerse de algún sitio cuando se quiso escapar del cuartel de Zapala, en la Patagonia, donde estaba haciendo la colimba. O por los golpes de una patota con la que se peleó afuera del cuartel. Pero eso fue antes de Raffo. Al final, murió por una paliza que le dieron los militares que lo tenían a su cargo. La patada feroz de un borceguí le rompió dos costillas y le perforó un pulmón. Un objeto «rígido y romo» le sacó un ojo. Fue el palo de escoba de un lampazo con el que los soldados limpiaban los baños, y que luego fue hallado en el regimiento. Dos militares y dos soldados fueron condenados por el asesinato. Omar tuvo una agonía atroz y su crimen fue el final para el servicio militar obligatorio.
La modelo Alicia Muñiz murió cuando se cayó del balcón interno de una casaquinta, en Mar del Plata, donde veraneaba con Carlos Monzón. Era un accidente. Pero eso fue antes de Raffo. Finalmente resultó que cayó del balcón ya muerta porque su pareja, el ex campeón mundial de boxeo, le había pegado una trompada y la había ahorcado con sus manos. Por eso al cuerpo le faltaba el músculo esternocleidomastoideo, que evidenciaba la compresión manual, prueba del estrangulamiento. Alguien se lo sacó para proteger al boxeador, pero Raffo notó su falta en la segunda autopsia. «Sonaste, Monzón», pensó mientras trabajaba. Y Monzón terminó condenado por el homicidio.
Nora Dalmasso, María Marta García Belsunce, José Luis Cabezas, Candela Rodríguez, Angeles Rawson, la tragedia de Cromañón. No hubo crimen ni muerte conmocionante que no pasara bajo el microscopio del forense más consultado de la Argentina.También los suicidios, siempre dolorosos o inexplicables. Raffo fue quien hizo la autopsia al cuerpo de René Favaloro. Después contaría que, aquella madrugada de invierno del año 2000, salió de la morgue llorando.
Fue una de sus 20.000 autopsias. Una cantidad abrumadora, si se considera que una persona que se jubila tras 30 años de vida laboral trabaja, en promedio, unos 7.500 días. Los cuerpos hablan y Raffo aprendió a escucharlos. Los escucha desde hace 50 años.
Ahora es el perito de parte contratado por la jueza Sandra Arroyo Salgado, la madre de las hijas del fiscal Alberto Nisman. Si Raffo tenía que entrar en un caso antes de retirarse, en sólo uno más, ése caso era el de Nisman.
Osvaldo Raffo nació en Parque Patricios el año en el que derrocaron al presidente Hipólito Yrigoyen. Hijo de un matarife, ha dicho en varias entrevistas que cree que se inclinó por la especialidad de tanatólogo (del griego thanatos, muerte) «por ver tantas vacas muertas» cuando era chico. Se recibió de médico en la UBA, en 1957. Nisman todavía no había nacido. Diez años después obtuvo la especialidad de médico legista. Su libro La muerte violenta, editado en los 80, es todavía un manual básico y de cabecera para los criminólogos que colman las salas cada vez que el médico se presenta a una charla académica. Todos lo llaman «maestro».
Raffo vive en su casa de San Martín de toda la vida y aún, a los 84 años -y aunque se ayude para caminar con un bastón-, sigue haciendo los movimientos básicos del kendo, el arte marcial de los samurais japoneses que practica desde la adolescencia. Una especie de esgrima con sables. Para él, su cable a tierra. La actividad que le baja el estrés de un trabajo, digamos, poco habitual. En su juventud fue campeón de yudo y una tarde recibió una medalla de manos del mismísimo presidente Juan Domingo Perón.
En estos días, su secretaria levanta el teléfono y excusa al doctor. Dice que no atenderá hasta que concluya su informe forense. No será uno más. Raffo está ahora concentrado en el principal enigma de la Argentina: si el fiscal se suicidó por su voluntad, por la voluntad de otros o si directamente fue asesinado.
Para Raffo, la escena del crimen es un templo. Por eso volvió al departamento de las torres Le Parc, tres semanas después del hecho, y encontró pelos y otras evidencias que habían pasado inadvertidas para los peritos que trabajaron en el lugar la misma noche del hallazgo del cuerpo.
Cuando habla del examen del lugar, Raffo cita a los clásicos de la Criminalística: «Es las tres cuartas partes de la autopsia», definió a esa prueba Alexandre Lacassagne, médico y criminólogo francés y rival del italiano Césare Lombroso, a fines del siglo XIX. Para Raffo, el equipo que interviene en la escena del crimen debe actuar «en forma coherente y metódica bajo la autoridad de un instructor judicial. Tenacidad y minuciosidad son cualidades indispensables, pues un dato insignificante puede resultar clave». Y aconseja: «Las comisiones numerosas no son convenientes: basta con el investigador (juez o fiscal), el médico legista, el laboratorista especializado en técnicas forenses, el fotógrafo, el dactilóscopo y el dibujante».
Es decir, seis personas. Cuantas menos, mejor. En el departamento de Nisman llegó a haber más de treinta, aunque después no hubiera ADN de ninguno de ellos en ninguna parte.
Sigue Raffo, en La Muerte Violenta: «No se puede improvisar, prejuzgar ni adivinar. Hay que diagnosticar adaptando los razonamientos a los hechos. Cada caso ha de considerarse sui generis, porque el homicidio no se repite jamás en idéntica forma. Es necesario vivenciar el escenario criminal para obtener resultados fructíferos en la interpretación de los datos de la autopsia. Hay en la levée du corps (tareas del levantamiento del cadáver) una trilogía inseparable: examinar el lugar, autopsiar el cuerpo, regresar al lugar. Sólo así podrá responderse al cuestionario clásico: ¿Qué pasó? ¿Quién lo hizo? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?».
Y remata: «El lugar del hecho es un recinto sagrado. La simple movilización de un objeto de su lugar primitivo basta para llevar al investigador por el camino errado».De las cinco respuestas a las preguntas del manual, en el caso Nisman sólo conocemos una: cuándo. Las otras cuatro podrían cambiar la historia.
Raffo apareció en público por última vez hace dos semanas. Salió de la fiscalía de Viviana Fein y dijo: «Sería imprudente adelantarnos a aquello de lo que todos estamos pendientes, que es si fue un suicidio o un homicidio», y aseguró que buscará «encontrar la verdad demostrable científicamente». Su opinión no quedará encerrada entre las paredes de un tribunal, ni en las aulas. Esta vez, tendrá de oyente a un país.
Fuente: Clarin.com