La ciudad de El Trébol, fue testigo de una multitudinaria charla sobre adicciones y prevención con el actor Gastón Pauls, .
La iniciativa, realizada por un grupo de padres de la ciudad, con la ayuda de sponsors locales, trajo a Pauls al salón de Bomberos Voluntarios de la ciudad.
El resultado no pudo ser mejor. Unos 1600 personas abarrotaron el cuartel, entre niños, jóvenes, padres, docentes y funcionarios, que no se perdieron detalles de una charla que duró una hora y media y en la que el silencio respetuoso, fue el complemento ideal para escuchar en primera persona, sobre el flagelo de las drogas y el alcohol.
Sentado, sólo, con una copa de agua y un micrófono, en el escenario del lugar, ante una marea de gente, el conductor de «Seres libres», repasó su vida, sus inicios con el alcohol, la marihuana, su llegada a la cocaína y su cara a cara con la muerte.
De superman a estar sólo
«El día que compré el primer gramo, me dijeron que iba a ser superman. No lo fui. Todo lo contrario. Eso me creí durante 20 años. Yo de superman no tengo nada. Soy un adicto en recuperación, que hoy cumple 15 años limpio», señaló Pauls.
La mirada atenta y los sentidos alertas de los presentes, le terminaron de poner la cuota de emoción a una charla imperdible, de alguien que, además, maneja su discurso a la perfección.
«Ese 24 de diciembre de 2007, me encerré en una habitación con cigarrillos, whisky y cocaína. Estuve sólo, sin salir, con dos baldes, donde hacía mis necesidades, hasta el 28. Me sangraba la nariz, con la mano izquierda tomaba «merca» y con la derecha iluminaba con una linterna la puerta y la ventana, con miedo de que entrara la policía, o los ladrones, o los fantasmas. Deliraba, estaba perseguido», soltó sobre su momento extremo.
«Cuando me quedé sin drogas, y creí que me moría, le pedí a Dios, que, si existía, me ayudara», pero mi mente tramposa, me indicó que llamara al dealer y le comprara más «merca». Salí desnudo a la calle, tomé la droga y caminé una cuadra y media hasta mi auto. Me metí adentro y me quedé drogándome un día entero. Cuando no tuve más cocaína, me quería morir, pero no quería que mi cadáver lo encontrara un pibe y le cagara la vida. Así que decidí volver a mi casa», siguió.
Al regresar a su departamento, lo estaba esperando su novia, que se había ido días atrás, cansada de tantas mentiras. «Le prometí y le juré que no me iba a drogar más. Ella se puso a leer un libro. Grité, lloré, chillé y ella nada. Sólo cuando le dije que estaba enfermo y necesitaba ayuda, me escuchó y me dio un papel con un número de teléfono».
El número era de María. Una adicta en recuperación, que le tomó la mano y le dijo lo que hacía años, no escuchaba: «Ya no estás más solo».
El resto de la historia, dirá, como salió Pauls de ese flagelo. La realidad, fue que, 1600 personas, tuvieron ese contacto de frente y directo, con un testimonio oscuro, duro, frío, seco y cruel. Los calificativos exactos que definen el camino de ida, cuando alguien elige las drogas.