«Hasta que tu reino llegase» – Por Francisco Díaz de Azevedo

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                                                                   Por Francisco Díaz de Azevedo

Tenías que pasar muchas cosas por la vida, fracasos, amarguras y padecimientos.
Injusticias, blasfemias y más dolor, que forma parte del camino. Del más sinuoso, del más duro y difícil.

Tenías que vestir los colores de aquel club que no es argentino, para que te castigaran diciendo que lo que hacías no era para Argentina, sino para ellos.

Tenías que pasar el bendito canto del himno, porque si no cantabas no eras argentino.
Tenías que pasar todo eso y mucho más, hasta que tu reino llegase.

Tenías que irte a los 14 años, luego de que los clubes de acá te rechazaran, porque eras muy pequeño y el tratamiento era muy caro. Tenías que irte lejos de casa, del río, del potrero y de mamá.

Tenías que hacerlo y tenías que pasar por todo eso, hasta que tu reino llegase.
Tenías que pasar la prueba de la tentación, porque cuando empezaste a brillar, España te quiso seducir con jugar para la “Roja” y dijiste que no, que ibas a jugar para Argentina. Pero nadie lo vio. Muchos te negaron, te ningunearon, te compararon. Tenías que pasarlo, hasta que tu reino llegase.

Y tenías que reemplazar a Ronaldinho en el Barca. Y llegaron las comparaciones. “No mete goles en los partidos importantes”, decían. Entonces, metiste dos, uno en cada final de Champios. Y a la hora de enfrentar a tu máximo rival, el Real Madrid, lo embocaste 26 veces en 45 partidos. Y los hiciste callar, mientras esperabas que tu reino llegara.
Y un día ganaste seis balones de oro, lo que no hizo nadie en el mundo. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver. Alguno, todavía te cuestionó.

Entonces te dijeron que no habías ganado nada con la Selección. Y fuiste a Brasil, y diste la vuelta en el Maracaná, ante el mismísimo local y levantaste la Copa América que no se ganaba desde el año 1993. Y sos el goleador histórico de Argentina, con 98 goles, mientras esperabas que tu reino llegase.

Y entonces te castigaron diciendo que no hablabas, que no gritabas, que no eras mediático. Que no salías en las tapas de las revistas de chimentos. Que no puteabas en las canchas, que no te peleabas con la AFA, ni la FIFA, ni el Papa ni mengueche. Entones, nos enseñaste a 47 millones de argentinos a callar, a ser humildes, a trabajar, a unir, a desear con el corazón y a creer. En un pueblo quebrado, te transformaste en el rey de los desposeídos.
Y en cada caída, en cada bofetada, en cada desplante, en cada ninguneada, SIEMPRE volviste a empezar. ¡Cómo amo a la gente con la capacidad de volver empezar, Lio!

Y entonces te compararon con el Diego. Porque el “Diego levantó la copa más importante, y Messi no”, dijeron. Y fuiste a Qatar, metiste 7 goles con 35 años, dos en la final y no fallaste en la definición de los penales. Y cada vez que te empataban, volvías a tirar del carro, y levantaste la copa, igual que Diego. Y te convertiste en eterno.

Por cada argentino, lo que te aman y los que te ignoraron, los que te respetan y los que te menospreciaron. Hoy sos eterno, para el corazón de cada pibito, que te vio gambetear, meter goles y que mañana a sus hijos, les dirá que el “Lio” fue lo más grande que existió.
Todo ese camino, fue de 35 años, dos menos que el de 33 que te dio la vida. Y con una pelota, un corazón grande, un alma silenciosa y el amor por esta patria, esperaste hasta hoy, esperaste hasta que tu reino llegase.

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