El viernes 29 de septiembre, quedará en la historia de la ciudad, un hecho, que nos pinta de cuerpo entero como ciudad, como sociedad, como modo de vida, como el ADN de ser de El Trébol.
Ese día, al caer la tarde, cuando el reloj marcaba las 19.25 hs. de la tarde, hora Argentina, un manojo de jóvenes, en su mayoría de esta ciudad y también de Carlos Pellegrini, San Jorge, Cañada Rosquín, Sastre y Totoras, salieron a la pista de un mundial, con la frente alta, y sabiendo lo que tenían que hacer.
El estadio, expectante, con una tribuna exultante, contemplaba entre las voces de aliento de los nuestros y la presión de los italianos y los brasileros.
Sin embargo, al equipo de Shiric, no le tembló el pulso, ni las piernas a la hora de hacer lo que tenían que hacer.
Y no les tembló, porque atrás de ese manojo de minutos, había horas de trabajo, de sacrificio, de sueños y de capacidad. Igual que como vive esta ciudad.
Shiric demostró en pista, lo que nuestros industriales demuestran cuando un producto cruza el mundo para ser usado en un país desarrollado.
Shiric demostró en pista lo mismo que hace un propietario de un restaurante o un bar de la ciudad. Pone lo mejor y logra que su espacio, sea el más lindo de la región, como lo son los que hay en El Trébol.
Shiric demostró en pista, lo mismo que hacen nuestras fábricas de helados. Elaboran lo mejor, que se degusta en toda la región, pero sale de acá. Como Shiric.
Shiric fue, ese viernes, la metáfora perfecta, el ejemplo concreto, de lo que es capaz una ciudad como El Trébol. Una ciudad de clubes modelos que sacan a pibes de la calle y los forman, los educan y los hacen ser mejores, como El Expreso y como Trebolense. Una ciudad de espacios preciosos para el vecino, una ciudad que si en algún momento tropieza se levanta, como la cruz que volvió a vigilar nuestro cielo en lo alto de nuestra hermosa parroquia, después de la cruel tormenta.
Shirirc, fue, ni más ni menos, que el resultado de cómo piensa y como vive El Trébol.
A veces no nos damos cuenta de lo lindo que somos y de lo bello que vivimos en estas calles. A veces no nos damos cuenta que tenemos campeones del mundo, nacidos acá, criados acá, formados acá.
A veces no nos damos cuenta que tenemos ballets embajadores de toda una Argentina, que recorren el planeta en con el nombre El Trébol en alto.
A veces no nos damos cuenta que la primera fábrica de ordeñadora salió de acá y hoy proveemos al globo terráqueo entero con estas máquinas, hechas acá, creadas acá.
Como Shiric, creado acá, gestado acá, parido acá.
Y por supuesto, en este país, todo nos cuesta, todo nos demanda esfuerzo. Sería fácil, con poder económico, comprar, viajar, nutrirnos. Pero en épocas de vacas flacas, ahí estuvo cada ciudadano, poniendo su granito de arena. Eso también nos hace grandes, muy grandes. Porque sin esfuerzo, el sabor no es el mismo. De eso sabemos los argentinos. Y por supuesto, lo sabe esta ciudad.
Como Shiric, como el empresario que provee de tanques al rally más importante del mundo, como la piba de vóley que tocó el cielo con las manos, como el malambo nuestro que conmueve en medio oriente, como nuestros futbolistas que jugaron y juegan en la Primera de éste país y del exterior, como las cremas heladas que seducen los paladares de toda la región, como la fiesta que creamos y a la que nadie quiere faltar. Todo es bien nuestro, es nuestro ADN. Empecemos a valorarlo. A darnos cuenta.
Así es El Trébol. Como Shiric. Así es Shiric, como El Trébol.
Esta ciudad, es un punto pequeño en medio de la Argentina, que se destaca por capacidad, tenacidad, talento, belleza, brillo y esfuerzo. Y es todo nuestro, todo forjado con nuestra alma y nuestra capacidad. Todo creado en esta tierra sagrada.
¿Cómo no va a estar bueno vivir en El Trébol?