DANIEL COLIDIO – Los reconocimientos de hoy, el día que se enteró del inicio de la guerra y cuando le negaron hasta el agua al regresar del conflicto bélico

Por Francisco Día de Azevedo

Daniel Colidio es un ciudadano de El Trébol, jefe de familia, que trabaja en su verdulería y dedica parte de su tiempo a ser apicultor.

Pero en el año 1982, pertenecía al Grupo 3 de tarea y ataque perteneciente a la “III Brigada aérea Reconquista”.

Pasaron 41 años, y para Daniel, el dolor, los sentimientos y ciertas sensaciones de cuando se aproxima el 2 de abril, rebrotan en su alma y en su piel.

“Yo figuraba como conductor motorista, mi trabajo era manejar la patrulla y un camión en los cambios de guardia y la guerra me agarra yendo a la fábrica militar de Córdoba. Fuimos sin saber que era para buscar bombas y llevarlas al sur”, recuerda. “Fue el 30 de marzo y el 1 de abril retornamos a Reconquista dónde estaba nuestro destino inicial. Llegamos en la madrugada del 2 de abril y nos enteramos tipo 3 de la madrugada que estaban recuperando las Malvinas”.

Héroes antes de la guerra

Colidio tiene hoy 59 años. En 1982, tenía 18. “Juré la bandera después de terminada la misma guerra. Recuerdo que el 9 de abril, que, era sábado de gloria, salimos a eso de las 6 de la mañana y a mí me tocó ir en una pesada grúa unos 3.500 km. Sólo paramos para comer, reabastecer combustible y pasamos una sola noche en Comodoro Rivadavia, porque nevaba. Éramos muchos. La caravana tenía 22 o 23 unidades. Cuando salimos recuerdo que los Pucará nos pasaron por arriba saludando con las alas antes de llegar a Malabrigo”.

En medio de la conmemoración que hizo El Trébol, Colidio se da tiempo para rememorar. “Cuando nos íbamos a la guerra, la gente nos traía ropa, comida, chocolates. Me obsequiaron una bufanda. Éramos héroes”.

Nunca pisó las islas. Daniel estaba en el Continente entre Comodoro Rivadavia, Puerto santa Cruz y Río Gallegos. “Trabajaba poniéndole las bombas en la panza a los aviones con un zampi. A veces nos movíamos de noche por todo el sector, con camiones, en medio de la nieve y la oscuridad”.

También transportaba heridos a los hospitales y sobre todo, muchos muertos.

El olvido que llegó después

Pasan los años, y para Daniel, las memorias y los actos, impactan de diferente manera. Sobre todo, en lo que significa ser ignorados. “Para nosotros significa mucho que nos reconozcan. El olvido nos hace mucho daño, es feo, es duro, es insoportable”.

Todo el reconocimiento que vivió cuando iba hacia el conflicto bélico del Atlántico Sur, se esfumó después del 14 de junio, cuando la guerra acabó.

“Yo pude volver el 10 de agosto a mi casa, tras la culminación de la guerra. Para llegar a El Trébol, tuve que volver a dedo. No tenía un peso. Llegué a Recreo, pegado a Santa Fe y no podía seguir más. Recuerdo que hacía frío, empecé a caminar. Eran las 6 de la tarde, tenía sed y hambre”.

Daniel estaba vestido con el uniforme de salida de la fuerza aérea. De repente, se detuvo en una verdulería para pedir algo de beber. “Me negaron el agua”, rememora y se quiebra. Sigue: “Le pedí una manzana y no me la dieron. Después, le pedí a un colectivero que me llevara y me preguntó si tenía plata. Como no tenía, no me llevó”.

El reconocimiento de hoy

“Hoy es todo distinto”, destaca emocionado. “Cada día somos más reconocidos. La lucha continúa. Cuando terminó la guerra, primero nos escondió el gobierno militar y luego, durante años, la nueva democracia hizo lo mismo. Hoy, cada acto, cada vigilia, cada abrazo, nos reconforta y nos cura el alma”.

En eso se abraza con su familia. Sus hijos y su esposa lo guardan de cualquier mal recuerdo y lo cobijan. Tienen puesta una remera que dice «Mi papá es un héroe de Malvinas». Para ellos, lo es. Para nosotros, también.