Pasaron 17 años desde que Belén Potassa saltó al profesionalismo y otros tantos desde que empezó a jugar al fútbol, en el Cañada Rosquín de León Gieco, en el Juventud Unida, el club del pueblo, el mismo que la veía soñar de purreta.
Pasaron los días, las semanas, los años desde que el primer sueño que se le puso en la cabeza a Belén, comenzó a hacerse realidad. «Cuando a ella se le mete algo en la cabeza, no para hasta cumplirlo», comenta su mamá, Ana María Ríos, de 70 años, que aprovecha que «su nena» está en el país, y no se despega de ella.
«El año pasado tuve mucho miedo por el covid, encima ella lo tuvo y estaba lejos», comenta. Es que Belén, desde hace 3 años, juega en España. Primero en el Fundación Albacete y luego en el Córdoba FC. Hoy, a punto de jugar para el Real Unión de Tenerife, buscará ascender a su nuevo club a la primera división ibérica.
De visita en sus pagos, Belén aprovechó para visitar la Liga San Martín y recorrer los clubes. Es una pionera del fútbol femenino y sigue luchando para que las chicas consigan su lugar en el deporte.
«Nunca tuve muchos problemas a pesar de ser un deporte machista. La verdad es que siempre me trataron muy bien mientras jugué en la zona», señala.
A los 15 años, cuando la Liga San Martín no le permitió seguir jugando con los varones, desembarcó en Rosario Central, para empezar definitivamente a jugar fútbol femenino. Antes, jugaba y enfrentaba a los pibes. «Era brava y áspera, no arrugaba ante los varones. Nunca le tuvo miedo a nada», susurra Ana María y se ríe.
Belén y la Selección
«Con la Selección siempre es especial. Vestir la camiseta de Argentina es único», señala. Fue campeona del Sudamericano que se jugó en Argentina en 2006 y en esa final, le metió dos goles a Brasil. «Messi merecía ser campeón. Tengo la suerte de conocerlo, es un tipo humilde y sincero», dice, cuando se refiere a la Copa América ganada ante Brasil.
La rosquinense juega en la Selección desde ese año. Pasó por San Lorenzo de Almagro y después, brilló en Boca Juniors, logrando 6 títulos y marcando 118 para el Xeneise.
Pero a los 32 años, su energía y sus ganas están intactas. «Creo que hoy juego mejor que antes. Tuve que cambiar hábitos, dejé el chocolate que tanto me gusta e hice muchos sacrificios. Para seguir jugando en el alto nivel, no puedo relajarme», expresa.
Y mirando al futuro, adelanta: «Tengo proyectos. Primero quiero ascender con el Tenerife, quiero seguir jugando mientras el cuerpo me lo permita y un día quiero ser DT de fútbol femenino».
Se llama Belén Potassa. Su nombre es ejemplo de coraje, de lucha y de ser pionera. Puso a la pelota del fútbol femenino en el centro oeste santafesino, cuando las mujeres sólo jugaban voley y patinaban. Y sigue luchando por el crecimiento de la disciplina. «Argentina no se puede quedar con lo que logró, tiene que ir por más», señala. Es sincera, es muy directa, es luchadora, por lo de ella y por las chicas que vienen detrás. Es puro coraje, es Belén Potassa.