Por Francisco Díaz de Azevedo
A veces, no se dimensiona el impacto en la sociedad que ocasiona el accionar de un club, deportivo, social, de barrio o formador de niños.
En tiempos difíciles, con la economía endeble, los clubes resisten estoicamente los vaivenes de un país que no ofrece tregua en su maremoto económico y siguen formando chicos, integrando a los jóvenes, dándoles un sitio a los adultos mayores para seguir sintiéndose activos, y catapultando a quienes eligen el camino del alto rendimiento.
Una gran cantidad de estrellas y figuras del deporte, nacieron del club de barrio, del potrero, de pequeños pueblos del interior de Argentina y se ganaron un lugar, en base a esfuerzo y a los sabios consejos de algún profesor ignoto, desconocido, pero con una sapiencia sin igual.
Este viernes, en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio, la región del centro oeste santafesino tuvo un momento que, se podría afirmar sin lugar a dudas, fue histórico.
Entre las filas de la delegación argentina, desfilaban dos jóvenes que nacieron en esa zona de Santa Fe y que se formaron en un mismo club.
Francisco Cáffaro y Elina Rodriguez, tuvieron su maduración deportiva, sus pasos hacia una carrera profesional, en el Club A. Trebolense, de la ciudad de El Trébol.
Cáffaro, nació en Piamonte y comenzó a jugar al básquetbol en Trebolense desde pequeño. Jugó en todas las formativas, fue buscado por las selecciones de Santa Fe y Argentina en juveniles, recaló en un campus de la NBA en Australia y hoy es jugador de los Cavalliers, de la Universidad de Virginia, jugando en la NCAA.
Rodriguez nació en Car los Pellegrini, comenzó a jugar al voley en Americano de esa localidad, y luego pasó a Trebolense, donde explotó como jugadora, en un club, que es potencia a nivel nacional, desde su pequeño lugar en un rincón de Santa Fe. Luego saltó al profesionalismo, jugó en San Lorenzo de Almagro, se fue a Brasil, Francia, y hoy juega con la «1» de Argentina.
Sin dudas, que, con ganas, esfuerzo, sapiencia y amor, sin estridencias, lo que hace cualquier club, en cualquier ciudad o localidad, roza lo heroico. Sin demasiados recursos, un profesor de pueblo puede catapultar a un pibe a las altas esferas mundiales. Y no es casualidad. Si no, pregúntenle a Trebolense.