Por Francisco Díaz de Azevedo
Lunes a las 16 hs. SAMCo de la ciudad de El Trébol, dos tipos de la misma ciudad, con Covid 19, con máscaras de oxígeno, con el virus, tan desconocido y tan crudo, que tanto nos atemoriza, que tanto nos mata.
En medio de un personal agotado, pero que no se arrodilla, que es heroico y que saca fuerzas en medio del caos, hay esperanzas, hay pequeñas historias de amor y hay esas lucecitas en el fondo del túnel que nos hacen sentir que no todo está perdido.
En la sala 5 del hospital José Llobet, dos tipos se juegan la vida, cada día, cada hora, cada
mañana, y lo hacen en cada bocanada del aire más puro que puedan recibir sus pulmones.
Adrián «Comita» Perez y Víctor Hugo «Tula» Aresse armaron su propio bunker, su propio refugio, su propio cuartel y día a día, enfrentan una nueva batalla.
Uno tiene 62 años, el otro 45. El «bicho» les pegó duro, muy duro, pero en cada uno de los días, «Comita» lo apoya a «Tula» y «Tula» a «Comita».
Cada mañana que empiezan, es una batalla ganada. Cuando el sol aparece por la ventana de la habitación, Adrián abre los ojos y sonríe. Enseguida lo mira al «Tula», éste le devuelve la sonrisa. «Vamos a pelearla, hoy, paso a paso», se dicen. Y allí van.
Uno de Trebolense, el otro de El Expreso. Pero para ellos no hay colores, no hay banderas. Es una sola fuerza que se entrelaza. Son las ganas de vivir de «Comita» y de «Tula».
«Estando acá, cada palabra de aliento que nos damos es como oro, de vez en cuando nos invade la emoción y le volvemos a poner pilas para salir de todo esto. ¡Y lo estamos logrando!», le señala «Comita» a este periodista y agrega: «Siempre agradeciendo a todo el personal del hospital. Es muy emocionante estar y ver cómo nos atienden todos los médicos, colaboradores, enfermeros y enfermeras. No me va a alcanzar la vida para agradecer todo esto».
Adrián Perez se muestra agradecido, lleno de optimismo y emoción. Le pido que me cuente su día a día y me dice: «Si te ven mal ni lo dudan en pasarte la mano por la frente y darte ánimos. Y lo de «Naty» Sanchez es enorme… en todo momento esta revisándome sin dudar y se cruza y lo revisa al «Tula». Se emociona «Comita» y sigue: «Milo (el Director del SAMCo), … por Dios. ¡Qué corazón que tiene Milo! Estoy orgulloso de todo esto, de todos los doctores, de toda la gente del Hospital».
Y agrega: «El equipo de enfermeros… no se puede creer. Ni miedo hay en sus rostros. Nos atienden 3 o 4 veces por día. ¡¡Que gente que tenemos!!»
Ambos están evolucionando bien. Llevan 4 días en la sala, y se van recuperando. Adrián es ex tabaquista y con antecedentes de triglicéridos mientras que Victor Hugo va saliendo de una neumonía bilateral y una dura deshidratación.
Van día a día, paso a paso. Saben que juntos son más. Saben que una mano en la frente es el alimento de la jornada, que una palabra de aliento es la guía para salir del túnel oscuro, que una caricia en el cabello es una dosis de vida que les llevará a ver el horizonte que parecía tan lejano. Y cuando estás ahí, en esa lucha tan cruda, una invitación para ver el horizonte un nuevo día, es la vida misma.
Saben, que mañana, cuando salga el sol y se asome por la ventana de habitación, una pelea más habrá sido ganada. La batalla de los dos gladiadores de la sala 5, esos que inspiran a los débiles, esos que plantaron la bandera de la vida ante el covid.