Por Rubén Pron
Luis Alberto García, aquel morochito humilde que salió de El Trébol apenas adolescente para seguir estudios en Córdoba, San Juan y Mendoza, donde reside graduado como ingeniero, se prepara para un nuevo desafío después de haber unido dos veces en bicicleta la capital cuyana con su pueblo natal, haber cruzado más de una vez sobre las dos ruedas la cordillera hacia Chile y tener en carpeta unir los océanos Atlántico y Pacífico, sueño todavía incumplido como consecuencia de la pandemia de covid que golpea al mundo.
Mientras tanto entrena para alcanzar otra meta que es llegar al memorial que marca el lugar donde en 1972 cayó el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya en el que viajaban a competir en el país trasandino los integrantes de un equipo oriental de rugby. Como consecuencia de ese accidente murieron 29 personas y otras 16 fueron rescatadas al cabo de 72 días luego de múltiples peripecias en lo que la historia recogió como el “milagro de los Andes”.
El sitio está a 3.570 metros sobre el nivel del mar y allí, junto a algunos restos del avión siniestrado, se levantó un pequeño cenotafio al que se puede llegar luego de una exigente travesía entre los picos nevados.
El último domingo, en una de las etapas iniciales de preparación para la expedición que espera concretar en diciembre, El Negro García –como se lo conoce– hizo un ascenso de cinco horas hasta el lugar donde hace once años cayó una avioneta cuyos tres tripulantes murieron en el hecho, a 900 metros sobre el nivel del mar.
García, graduado como técnico en minas en Córdoba, como agrimensor en la Universidad Provincial de Mendoza y como ingeniero –a los 60 años– en la Universidad Nacional de San Juan, salió de El Trébol a los 14 años después de haber completado el ciclo primario y haber trabajado un año como cadete en la imprenta Decorte. Pudo hacerlo mediante un préstamo acordado por el Rotary Club El Trébol que su madre devolvió año tras año casi hasta saldarlo por completo, compromiso que adoptó luego su hijo.
Realizó su primer viaje en bicicleta desde Mendoza hasta El Trébol en 1990 para sumarse a los festejos por el centenario de la localidad y lo repitió años después para adherir a las campañas “Por la paz en el mundo” y “Ni una menos”.
Se convirtió en buzo profesional cuando debió cumplir el servicio militar obligatorio en la guarnición militar de Santo Tomé y en ese carácter participó después, en el lago de la represa de El Cadillal, de la búsqueda de desaparecidos presuntamente arrojados allí durante la última dictadura cívico-militar.
En 1982, tras el desembarco argentino en Malvinas, se presentó como voluntario en la guarnición militar Mendoza para cumplir con el juramento de “seguir a la bandera y defenderla hasta perder la vida” que formulara durante la conscripción, pero el conflicto tuvo su desenlace antes de que fuera convocado.
Cuando la llegada de la pandemia de covid trastocó toda la normalidad en 2020, García estaba preparándose para atravesar en bicicleta el norte de la Patagonia y cruzar a Chile uniendo el océano Atlántico con el Pacífico, proyecto que debió postergar debido a esta circunstancia pero que espera poder cumplir una vez superada la emergencia.
Epígrafes:
García, su hija Natalia y otros familiares y amigos en el ascenso del domingo.
Mapa que muestra el lugar del accidente del avión uruguayo (FAU-571) y la caminata de dos de los sobrevivientes en procura de ayuda.
El memorial al que García se propone llegar en el sitio de la Tragedia de los Andes.
Uno de los sobrevivientes, antes del recate, de la caída del avión de la Fuerza Aérea Uruguaya.