EL TREBOL – Fiestas clandestinas, transgresiones y una idiosincrasia ideal para fracasar en una pandemia – Por Francisco Díaz de Azevedo

La ciudad de El Trébol volvió a tener al menos dos fiestas clandestinas durante la noche del sábado y la madrugada del domingo.

Una fue en el Area Industrial, situada 3 kilómetros al oeste de El Trébol, por Ruta 40S, y la otra, por el antiguo camino de tierra que une esta ciudad con Los Cardos, detrás del nuevo predio de Trebolense.

Con conservadoras, potentes equipos de música en los vehículos y sistemas de audio portátiles, los jóvenes se dan cita en una nueva modalidad de diversión post cuarentena y encierros.

La ausencia de sitios en la ciudad (al menos por ahora) para realizar estos festejos al aire libre, hace que los chicos busquen algún espacio donde juntarse tras el prolongado encierro de 8 meses, que dejó éstas y otras secuelas más graves en la sociedad.

Un ciudadano posteó hace unas horas en las redes: «Que peligroso es ver a los chicos en moto con niebla, de madrugada, llevando conservadoras al área industrial». Totalmente de acuerdo. Pero, hay otra solución?

Hoy, los funcionarios de la ciudad se encuentran en una disyuntiva muy difícil de solucionar. Brindar un espacio al aire libre en la ciudad o permitir estos festejos llamados «clandestinos» en la zona rural.

Sería sencillo solucionar esto, buscar un lugar en el pueblo y que se reúnan los pibes. Sería fácil, si el pueblo argentino no fuera tan transgresor de reglas. El Municipio habilitó espacios para jóvenes como bares y cervecerías, pero algunos dueños, no demoraron en incumplir reglas y protocolos y así, la salud de los jóvenes queda expuesta.

También está la conciencia social. Hoy niños de 6 años a ancianos de 95 saben exactamente qué tienen que hacer para cuidarse, pero vemos en este tipo de «fiestas» que pasan las noches sin barbijos, compartiendo jarras y botellas y así, la lucha se hace muy difícil.

La pandemia entró hoy en una etapa de conciencia social. Lejos quedaron los controles en las rutas, los bares cerrados y los horarios restringidos. Cada uno sabe como cuidarse y debería adoptar esas costumbres.

Las fiestas están. En otras ciudades la policía las desbarata. En El Trébol, desde la Comisaría, le notificaron a este medio que no hubo denuncia ni notificación sobre estos eventos durante la noche del sábado. Raro, rarísimo. Pero uno se pone a pensar, cinco policías para toda la ciudad y encima se tienen que ir al campo a persuadir a 400 pibes que se tienen que cuidar.

Imposible. El sistema fracasa. La seguridad fracasa desde hace añares. Cada vez menos policías y cada vez más funcionarios. El sistema de salud fracasa. Cuatro camas de UTI desde que fue fundado, hace un «perú» de años. Y así vivimos, en el lodo. Y así votamos. Y después nos quejamos, nos rasgamos las vestiduras cuando nos toca de cerca. Y nos volvemos a olvidar… mañana.

Pero el problema es otro. Podría haber cierta diversión y ciertas fiestas, si se tomara un poco más de conciencia entre todos en materia de cuidados. El problema es la transgresión constante de las reglas, protocolos y reglamentos. De dueños de boliches, pero también de nuestros hijos, que ya están grandecitos.

Aclaro, me encanta que salgan, que se diviertan y fui el primer periodista de la ciudad en pujar por más libertades porque tener al pueblo encerrado no sirve. Pero loco… diviértanse con un poco de cuidado, nada más. Es mucho pedir?

Los funcionarios quedan como los malos de la película, pero peor es lo otro, los que piden a gritos libertad, pero cuando se la dan la transforman de un saque en libertinaje.

En Argentina tenemos la idiosincrasia ideal para fracasar en esta pandemia. Transgredimos en todo, los grandes nos desobligamos de nuestros hijos, nuestros hijos se desobligan de los cuidados, no cumplimos ninguna ley y cuando nos toca a nosotros, rápidamente le echamos la culpa al de al lado. Así nos va.