Por Francisco Díaz de Azevedo
Todo lo bueno en estos tiempos, dura poco. Nos dura poco un buen momento, nos dura poco el aroma de los abrazos, nos dura poco la salud de nuestra familia. Todo nos dura poco.
Nos dura poco la guita en el bolsillo, porque mañana no vale nada. Nos dura poco el sol en la frente, el recuerdo de la peña y nos dura poco el sabor de la libertad.
Pero hay cosas más graves, que en esta larga agonía duran poco. Hay cosas que duelen más. Mucho más. Nos dura poco la sonrisa de nuestros hijos. Nos dura poco la alegría de un purrete, nos dura poco la imagen de verlo perderse en un campo de deportes porque se va a reencontrar con su amiga, la pelota, después de más de 200 días.
Y yo me pregunto: Cómo le digo a un pibe que devuelva la sonrisa? La misma que le prestaron el lunes y que la tiene que entregar dobladita y limpia el miércoles, para meterla nuevamente en el ataúd de las decisiones estúpidas y sin sentido común.
Una ciudad entera, dos clubes, un intendente, un gabinete, seis concejales, cien profesores, sesenta empleados, cientos de firmas de padres, un área de protección civil y las ganas de hacer las cosas bien, provocaron la vuelta de los niños menores de 12 años a las entidades deportivas.
La ciudad se llama El Trébol, los clubes, dos ejemplos en la región, se llaman Trebolense y El Expreso. Dos instituciones con infraestructura, profesores capacitados por el coordinador de Protección Civil (Raúl Dominio, que a su vez es sensei de karate en una de las entidades), una institución que hasta digitalizó con códigos QR a los niños para modernizar la trazabilidad, reuniones y reuniones con el esfuerzo de ambas Áreas de deporte, declaraciones juradas firmadas por los padres y la alegría de los niños. Es decir, la vez que se hizo todo como en el primer mundo, llegó una nota del Gobierno Provincial, que con muy poca diplomacia utilizó los términos “a fin de evitar consecuencias sanitarias y jurídicas indeseadas” para borrar de un saque la sonrisa de un chico.
Yo no voy a cuestionar que se desoiga a un Decreto, no es mi estilo. Pienso que están para cumplirse. Pero el decreto está MAL.
Y porqué está mal?
Porque a un pibe si lo encierran 220 días le hace MAL. Porque si no bajan de sus cómodos sillones de funcionarios para conocer lo que una ciudad como El Trébol y sus clubes tienen para ofrecer es porque hacen las cosas MAL.
Porque si no se interiorizan de cómo trabajan en esta ciudad por los niños, es que algo está MAL.
Porque si en Santa Fe aún no reconocen las instalaciones y la capacidad de clubes como Trebolense y El Expreso, es porque hacen las cosas MAL.
Porque pusieron un coordinador de salud recién después de 100 días en tiempos de Covid y está MAL!
Si miden con la misma vara a unos y otros es porque algo está MAL.
Y voy a ser grosero en esta parte, pero es lo que me sale. Si juegan a ver quien la tiene más larga para tomar y anunciar la decisión de la vuelta de un chico que sólo quiere jugar, si quieren transformarse en héroes por eso, pero el precio es la sonrisa de un pibe, es porque algo en ustedes está muy MAL.
Es controvertida esta editorial. Porque en algo le erramos. No hay dudas. Evidentemente pasamos por arriba de un decreto. Lo ignoramos. Lo apartamos del camino. Pero el problema acá es otro. Es un problema que se agranda cada día, cada semana, cada mes.
El problema, señores gobernantes, es que los pibes se comenzaron a transformar en sedentarios, no hacen deporte, no perfeccionan estilos, no se sociabilizan, no pisan el pasto de una cancha, la prolongación de sus manos es un celular, una Tablet y su picadito de la tarde es una película por Netflix.
Pero podemos ir al bar, al restaurante, podemos hacer marchas de todo tipo, Hacer deporte con cuidados… No! Están MAL!!! Ustedes son los que están MAL!
Hay que ser muy necios, pasados 220 días de cuarentena, para que no se les caiga una idea. Para que no puedan aún enhebrar una respuesta coherente cuando se les pregunta que daño le hace a un nene de 10 años ir a jugar a la pelota a su club, donde le miden la fiebre, donde juega con grupos de 10, al aire libre. Donde tiene trazabilidad, donde se le enseña a pegarle al balón con los dos pies. O a cabecear. Hay que ser muy obtuso para ignorar el daño a una nena, que en lugar de aprender a patinar, cuidada por sus seños, la mandamos a que se ejercite con el Instagram en su casa, que entrene con su Snapchat y que se sociabilice en Youtube.
No pudieron justificar en 220 días que los niños no estén en los clubes. Y bueno, si hablo de la palabra “escuela” tendría que escribir hasta el domingo… pero que va, si no entienden lo de los clubes.
Ese es el problema. Haber encerrado sin causa a nuestros niños, que ya perdieron el contacto directo con sus profes. Se acuerdan cuando decíamos que el club era nuestra segunda casa?
Bueno, lo perdimos todo. Y ante una moción de un pueblo unido, que sí, quizás se salteó un paso, nos tumban con una amenaza jurídica.
Que le vas a hacer a El Trébol? No mandarle la coparticipación? Si le deben guita desde hace 6 años y en pesos!
Pero el problema es otro. Abran los ojos! Se metieron con todo y sobre todo con la salud de nuestros hijos. Esos que vos mamá y papá, no pueden cuidar bien porque trabajan los dos, porque la abuela, que es mayor y es de riesgo, tampoco puede cuidar. Y no saben que decirte. No saben cómo explicar el motivo por el que un pibe de 8, 9, 10 u 11 años no puede volver a un club, donde NO SE CONTAGIA.
Ahora nos queda lo peor. Lo más grave. Lo imperdonable.
Ahora nos queda sentarnos en la mesa esta noche, y durante la cena, cuando te cuenten sonrientes que metieron un doble en ese aro alto con la pelota de básquet, interrumpirlos, mirarlos a los ojos a nuestros hijos y decirles: “Lo siento mi amor, tenés que devolver la sonrisa”.