El epicentro de contagios del COVID19 en Argentina es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y más específicamente los barrios de Once, Balvanera y Abasto, entre otros.
Allí, desde hace cinco años y unos meses, vive Noelia Cano, profesional oriunda de El Trébol y que hoy le cuenta a El Trébol Digital como es la situación en Capital y cómo lo está transitando.
“Vivo sola con mi gatita India. Desde el 19 de marzo al día de hoy salí cuatro veces”, cuenta sobre el aislamiento social, preventivo y obligatorio que transita en su casa, alejada de la gente, de su trabajo y de su vida habitual.
“Antes de que se decretara el aislamiento general, se sabía que podía pasar y ese día fui a hacer compras. Se veía que la gente se estaba preparando para quedarse adentro, comprando en cantidad. En algunos lugares se mantenía la distancio y en otros no, en ese momento. Ahora, si salís, se arman colas y filas en todos los locales. La gente anda con los barbijos sociales, algunos con guantes y distintos elementos de seguridad”, relata Noelia sobre la vida previa a la pandemia y cómo es hoy, la “ciudad de la furia”.
La joven explicó que actualmente hay más cantidad de personas circulando: “Creo que están tratando de rebuscársela y juntar plata, la situación es muy dura acá. Muchos restaurant empezaron a hacer delivery que antes no se veía”.
Hubo un dato que muestra como el coronavirus modifica la vida y los hábitos de todos y según detalló la profesional, notó que la gente saluda y eso no ve mucho, no es una costumbre porteña, pero ahora “la gente necesita el contacto con el otro”, saludar, hablar.
El trabajo y la pandemia
Noelia, es técnica informática y trabaja como soporte técnica del rectorado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y para el Departamento de Matemáticas de la misma facultad. Por ahora en pausa de manera presencial, y activo desde lo virtual.
“Estoy como administradora de 40 aulas virtuales de Matemática, que arrancaron con las clases de manera virtual. Me encargo de asesorar a los profesores y de organizar como son los horarios y si tienen alguna duda sobre el programa que es ZOOM. Se compraron las licencias y se está usando el programa pago”, explicó cómo los espacios se van adaptando a la nueva realidad.
El último día que estuvo en la facultad, allá por el 16 de marzo, en los pasillos de la UBA se veía poca gente y actualmente, solo quedan las actividades esenciales, ubicadas dentro de las excepciones.
“Yo puedo ir pero por ahora no concurro. Tengo el permiso, que en realidad acá para transitar son tres: Un Certificado de la UBA, un permiso del Rector de la Facultad y un permiso del Gobierno de la ciudad”, explica cómo puede movilizarse y como son los permisos.
Una nueva forma de vivir
“Me está costando bastante el aislamiento porque soy muy inquieta. Trabajo muchas horas por días, y siempre con gente. Al principio fue más duro, con momentos de irá, enojo, tristeza y más sensaciones. Me pongo a pensaren mi familia y amigos que tengo en El Trébol y siempre digo, que lo primero que voy a hacer cuando esto pase es viajar y abrazar fuerte a mi madre, a toda mi familia y amigos. Tomar una cerveza con cada uno y que esto sea una anécdota”, ahondó Cano.
Los días en cuarentena
“Soy muy activa, trato de ponerle onda. Tengo mi rutina de ejercicios, leo, me pongo a estudiar e investigar sobre lo que hago que es soporte técnico. Cocino mucho. Trato de tomar mate que antes no tomaba. Claro que extraño salir a bicicletear y jugar a la pelota”, detalla y cierra su historia de pandemia.
Esta es una de las tantas historias que han cambiado. Nada es igual, pero al mismo tiempo, todos hemos mutado y fuimos transformando la vida en época de pandemia.