Lo primero que hay que decir es que todavía no existe ningún Acuerdo. No está firmado, y cuando eso suceda, primero deben comprobar que no haya ninguna cuestión legal afectada, comenzarán con los trabajos de traducción a todos los idiomas de las partes intervinientes, y luego se comenzará con los mecanismos de ratificación por parte del Parlamento europeo y de cada uno de los Congresos Nacionales de cada estado firmante. Y esto, de acuerdo a la experiencia reciente, puede tardar como mínimo 3 años, aunque la aplicación provisional de algunos aspectos esta latente.
Las negociaciones en estos últimos años se encontraron caracterizadas por un total hermetismo. Ni los parlamentarios nacionales y regionales, ni los sindicatos, ni las cámaras empresariales, participaron activamente de las negociaciones, es más, la información con la que contamos fue escasa o nula. En Europa fue diferente, allí sí hubo mecanismos de acceso a la información y participación de la sociedad civil.
Este “acuerdo” fue anunciado con extrema algarabía electoral por parte del gobierno argentino, vendiéndolo como un gran logro luego de 20 años de negociaciones. FALSO. Entre los años 2010 y 2015 se habían retomado las negociaciones, pero no se arribó a un acuerdo porque había un gobierno argentino que por entonces no estaba dispuesto a firmar ningún instrumento que pusiera en riesgo un solo puesto de trabajo argentino ni la vida de una sola PyME nacional. Lo que hubo desde diciembre de 2015 a la fecha es una entrega absurda a todos y cada uno de los requerimientos que hicieron los europeos hacia el Mercosur. Todo esto liderado por Macri y Bolzonaro.
De ratificarse y entrar en vigencia, este Tratado de Libre Comercio significaría la reprimarización de la economía nacional (ya en marcha con los tarifazos, la apertura indiscriminada de las importaciones, la destrucción del mercado interno), concentración de la riqueza, y la destrucción sistemática de la industria argentina y su entramado productivo y la pérdida de empleo industrial. POR QUE? Porque solo venderíamos nuestra producción primaria, algo de carne, etanol, azúcar (no mucho más de lo que ya les vendemos) y a cambio sufriremos el ingreso ilimitado de productos industriales de la Unión Europea, sobre todo de los sectores automotrices, metalmecánica, textil, calzado, etc.
¿Es bueno en términos comerciales? Es espantosamente malo, ya que esto agregaría un déficit comercial anual de algo más de USD 2.000. Argentina incrementaría muy poco sus exportaciones (primarias, como ya mencioné anteriormente) y disminuiría considerablemente sus exportaciones (industriales), sobre todo porque Brasil (principal destino de nuestras exportaciones) sustituiría sus importaciones, comprándole a Europa mucho de lo que hoy nos compra a nosotros. Un combo verdaderamente nefasto para nuestra economía y nuestra industria.
El Mercosur también cedió a la UE el “principio precautorio” mediante el cual Europa puede frenar el ingreso de determinado producto primario si creen, discrecionalmente, que el ingreso de ese producto puede ocasionar algún peligro sanitario o medioambiental. Una cuestión para nada menor.
Pero además del comercio de bienes, hay otros capítulos referidos a compras públicas, patentes, indicaciones geográficas, entre otros. Todos muy desventajosos para nuestro país. Por ejemplo, a partir de la entrada en vigencia de este TLC y en el plazo de 7 años, las empresas europeas gozaran de trato preferencial (con el mismo régimen que las empresas nacionales) para acceder a licitaciones y compras públicas del Estado argentino. Esto significa un claro retroceso en el compre nacional y en el desarrollo de proveedores locales, tales como venía sucediendo, por ejemplo, con YPF.
Tampoco hay disposiciones que tengan en cuenta las asimetrías existentes entre ambas regiones, más allá de enunciaciones y expresiones de deseos. Así, no existen mecanismos que permitan equilibrar las notorias desventajas que hoy tienen nuestras pymes para competir con las empresas europeas. Mientras que en nuestro país se viven años de destrucción de todo el entramado productivo/industrial, Europa viene de 40 años de implementar políticas para el desarrollo de sus empresas, con programas de acceso al crédito e incorporación de ciencia y tecnología para la innovación productiva. Además, con condiciones macroeconómicas totalmente desiguales, con una Europa con estabilidad económica relativa y una Argentina con más del 50% de inflación, con una tasa de interés del 70% y con un mercado interno devastado y marcado por la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores. Alguien, realmente, ¿puede pensar que nuestras empresas pueden competir de igual a igual con las europeas?
Se elimina la posibilidad de aplicar retenciones a la exportación de alimentos a la UE, se desregula la navegación de mares y ríos para el acceso de la flota mercante europea. Cuestiones de suma importancia para el desarrollo futuro de nuestro país y que afectan nuestra soberanía.
En cuanto a las repercusiones, en Argentina mostraron su preocupación y su rechazo las centrales sindicales y representantes de los trabajadores, las cámaras relacionadas a la industria nacional y todo el arco opositor. En Europa, quienes se muestran en contra del acuerdo son los países en donde el ingreso de los productos primarios del Mercosur les ocasionaría algún perjuicio a determinados sectores, tal es el caso de los representantes agrícolas y ganaderos de Francia, Irlanda, Polonia. Toda una señal sobre quienes ganan y quienes pierden en todo esto.
En fin, los estudios llevados a cabo por la Cancillería argentina en los años 2013- 2015 mostraban impactos altamente negativos, con beneficios prácticamente nulos para la Argentina. Después de 3 años de conceder a todo lo que fueron pidiendo desde Europa, el resultado es el mismo, o mucho peor aun para nuestros intereses.
NADA PARA FESTEJAR, TODO PARA LAMENTAR, Y MUCHO POR HACER.
Diego Mansilla – Diputado del Mercosur.
Fuente: Lasrosasdigital.com.ar