El hombre de rojo

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Orlando Avalle tiene 75 años y toda una vida amando a Independiente de Avellaneda. Ideólogo de la “Peña Dale Rojo” que nació el 31 de mayo del año 1972, “Lando” hizo de su vida un gran homenaje al club de Avellaneda.

“Soy del “Rojo” desde la primaria. Mi papá era fanático del automovilismo y mi mamá no le daba “bola” al fútbol. Así que yo me hice del “Rojo” en la escuela”, cuenta Orlando y agrega: “Después vino el fanatismo, me dediqué a agarrar a toda aquella gente en el pueblo que no era hincha de nadie y hacerlos de Independiente. Me facto de haber hecho más de un hincha”, dice y se ríe.

Su familia es toda de Independiente. Él y Mirta, su esposa, sus tres hijos, varios de sus yernos y los Mannasseri, familia política de “Lando”.

La “Peña” nació un 31 de mayo en el Bar Plaza, que estaba ubicado frente a Plaza San Martín en la intersección de las calles Juan Francisco Seguí y Rosario. “Nos juntamos varios hinchas y le dimos curso. Algunos querían hacer otras reuniones pero yo soy un amante del “hoy”, los apuré y la armamos”.

Una vez armada la “Peña”, “Lando”, que fue Secretario pero nunca Presidente, le mandó una carta al club y quedó oficialmente conformada.

“Después de mi familia, Independiente es lo mejor de mi vida. Lloré de alegría y de tristezas con el “Rojo” dice Orlando, que sólo fue a ver a Independiente tres veces. “Es que la última vez fue en Rosario ante Central. Habíamos ido con las banderas y todo y a la salida nos robaron los trapos y casi nos matan a piñas. Ese día llegué  a casa, me puse a llorar y después no fui más a la cancha”.

ETD: Seguís mirando al “Rojo”?

“Claro!! Por televisión. Y eso que ahora no ganamos ni una copa de leche”.

Avalle confiesa que le gusta Moyano como Presidente. “En la vida a veces uno se tiene que abrir paso con poder y Moyano tiene poder. El Presidente anterior era muy bueno pero con bondad solamente no hacés nada. Moyano tiene poder, de un saque licuó la mitad del pasivo de Independiente”.

La Sede de la Peña Dale Rojo está en la oficina de su casa. Hay recortes, souvenires, escritos, revistas, libros oficiales, banderines y recuerdos. Uno se pierde entre tantas cosas del “Rojo” que hay en ese lugar, que es casi un santuario, y donde Orlando, cada día se sienta a escribir y en ese momento alcanza la máxima felicidad.

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