Por Francisco Díaz de Azevedo
Se fue un día. Se fue Edell, casi en silencio, como sus últimos tiempos.
Se fue un día Edell Salinas de Degano. A los 84 años su corazón dijo basta. Fue un lunes temprano, del último día de febrero.
Fue un 29 de febrero, un día tan distinto como distinta era ella.
Habrá que esperar otro año bisiesto para llegar a un 29 de febrero, habrá que saber que Edell eligió un día así, para que su silencio dure más.
Se fue la querida Directora de la Escuela Media. Allá por fines de los 80 y los 90, ella era quién se sentaba en la silla más grande de esa querida escuela.
Era distinta Edell. Sorprendía con sus vestidos, sus cabellos con colores, sus pinturas. Era distinta Edeell. Porque Edell tenía personalidad.
Y era ante todo una directora muy justa. Doy fe. Recuerdo verla amonestar a su sobrino duramente. Federico no sólo se había mandado una macanita, pero era ínfima, mucho más pequeña de las que me mandaba yo. Además era el mejor alumno por lejos. Sin embargo se la mandó y la amonestación de Edell le costó a Fede nada más y nada menos que la bandera. Edell era justa con todos por igual.
Era la “Moma” para algunos, Edell para la mayoría. Por esa escuela pasaron otros motes. El “Turco”, el “Nazi”, el “Yulo”, “Margarito” y otros tantos. Todos personajes de PERSONALIDAD, que dejaron algo en el alumno.
Edell era eso. Dejar algo en el alumno. Era bondad, era personalidad única. Marcaba tendencia, marcaba un paso y un camino. Era displicente pero rígida a la vez.
Hizo ruido. Mucho. En sus años de esplendor.
Estaba casada con un tipo como Edgar. Vaya peso a sus espaldas!!! Un tipo de renombre, un tipo conocido, un tipo de mucho peso. Sin embargo Edell nunca fue “la mujer de…” Edell era Edell por personalidad propia. Edell tenía su propia identidad y la llevaba adelante consiente.
En los últimos años la invité a “Muy Pancho”. No quiso. Ya había preferido el silencio. “No tengo nada para contar nene”, me dijo mientras pitaba un cigarrito en la puerta de su casa. Siempre me trató con mucha ternura, al igual que Edgar. Me lo dijo con una paz tan grande que ni insistí. Para qué? Edell ya había contado todo.
Siempre la quise a Edell. Siempre me despertó ternura. La veía en los últimos tiempos sentadita en Lila. Era su segundo reducto. Miraba la vida pasar. Seguramente lo extrañaba a Edgar. Prefirió el silencio.
Se fue en silencio. Pero dejó un sello propio. Se fue un 29 de febrero. No es una fecha más. Cada 29 recordaré a la “Moma”. Sin falta de respeto. Porque ese mote para mí nunca fue despectivo. Fue simbólico. De hecho nunca me enojé cuando escuchaba el mote “Nazi”, porque los mismos que lo decían también me decían: “Tu viejo fue el mejor profesor”. Cosas de pibes.
Se fue Edell, me quedé en silencio. Lo respeté gráficamente por un día. A pedido de su familia. A pedido de ella. Porque ya era silencio, después del trueno, después de hacer ruido, después de marcar un buen camino.
Por Francisco Díaz de Azevedo