Lo que hay que saber a la hora de aplicar fungicidas en soja

– La aplicación de fitosanitarios con equipos pulverizadores, entendida como la deposición de la cantidad necesaria del principio activo en su sitio de acción (o blanco), suele ser analizada en forma simplificada considerando sólo la maquinaria o, aún más, sólo los elementos atomizadores de la misma (llamados comúnmente pastillas).

Sin embargo, una interpretación sistémica del proceso es la que posibilita una adecuada preparación de los pulverizadores para realizar una tarea exitosa. A continuación se nombran algunos componentes fundamentales de este sistema propuestos por el Ingeniero Agrónomo Rubén Massaro (INTA Oliveros):

1- El canopeo del cultivo sobre el que se va a trabajar. Conocer la estructura que presentan las plantas, el Índice de Área Foliar (IAF), la barrera que constituyen las hojas por su forma y superposición espacial, son algunas cuestiones importantes a tener en cuenta al inicio de este proceso.

2- Aspectos relacionados con la plaga: su localización en los estratos de hojas (inferiores, medios o superiores), y su progreso en el follaje de acuerdo con la dinámica de la infección o infestación. Éste es el objetivo o blanco en el trabajo de pulverización.

3- Cómo actúa el fitoterápico desde el punto de vista de su translocación o no, desde el lugar al que llegó por medio de las gotas de la pulverización.

4- El ambiente climático (fundamentalmente temperatura y humedad relativa del aire). Estos parámetros influyen en forma directa o indirecta sobre el cultivo, la plaga, el producto y las gotas que genera el pulverizador.

5- La preparación del equipo pulverizador (calibración o regulación), que debe realizarse para cada situación de trabajo, considerando la influencia e interacción de los aspectos citados.

Aspectos del cultivo de soja

El cultivo de soja es uno de los que más dificultades presentan para un buen mojado de sus hojas interiores o de blancos «sombreados» por las mismas, con gotas provenientes de una pulverización. El cierre del canopeo cubriendo el entresurco y la altura del cultivo parecen ser dos aspectos de mucha importancia.

En ensayos para la evaluación de cultivares en el sur de Santa Fe (Bodrero y otros, 2003) se determinó que en la mayoría de las situaciones (cultivar/distancia entre hileras/ambiente productivo) los cultivos alcanzaron una Intercepción de la Radiación cercana al 100 % en R2 (superior al denominado IAF Crítico) aún en siembras a 70 cm y ambientes limitantes para el crecimiento.

En el estado R5, todos los cultivos cumplían con esa exigencia cerrando el entresurco de allí en adelante. Para las fechas de siembra de los experimentos (mediados a fines de noviembre) el canopeo «cerraba el entresurco» desde fines de diciembre en adelante.

Los tratamientos con plaguicidas (especialmente insecticidas y fungicidas) que deban ejecutarse desde enero en adelante, encontrarán la barrera que constituyen capas de hojas superpuestas, especialmente si la distancia entre hileras es cercana (52 a26 cm) y la altura de las plantas es superior a un metro.

Consideraciones sobre las enfermedades foliares en la soja

De acuerdo con las descripciones y experiencias en control de las enfermedades foliares, la localización de la mayoría de ellas comienza en las hojas inferiores y se produce un ascenso hacia la parte superior del canopeo.

Por ej.: la «mancha marrón» (Septoria glycines) está ampliamente distribuida y causa defoliación de hojas desde las inferiores hacia el ápice» (Pioli, 2000). En cuanto a «roya de la soja», aunque los síntomas pueden presentarse en cualquier momento del ciclo del cultivo, se hacen más evidentes en plantas próximas a floración y progresan desde las hojas inferiores hacia las superiores».

La posición de la enfermedad en las hojas y la necesidad de protección de los estratos del canopeo que más aportan a la producción (superior y medio), determinan el sitio al que deben llegar las gotas asperjadas con los fungicidas. Estos sectores de la planta constituyen el blanco para la aplicación.

En las enfermedades foliares, si bien se produce una evolución en el cultivo, la ubicación sobre las hojas es fija, a diferencia de los insectos que se mueven de un sitio a otro. Esta situación exige una condición de calidad que debe cumplir la aplicación de un fungicida: la mayor uniformidad posible.

Los fungicidas

El modo de acción de los fungicidas aplicados por vía foliar, desde el punto de vista de su penetración y translocación en las plantas, es un aspecto muy importante porque está relacionado con la cobertura necesaria, y con la protección de áreas foliares no alcanzadas con la aspersión. En la Tabla 1 se clasifica a los plaguicidas (insecticidas, herbicidas y fungicidas) de acuerdo con la absorción y su movimiento en las plantas que los reciben.

Tabla 1: Clasificación de los plaguicidas según su movimiento en la planta.

tabla 1

La influencia de los parámetros climáticos

El viento, la temperatura y la humedad relativa del aire (HR) son factores que ejercen un gran efecto sobre las gotas asperjadas, aún cuando sean «protegidas» por coadyuvantes específicos, y sobre el modo de contacto con el organismo plaga en algunos grupos de plaguicidas. La acción del viento se ejerce incrementando la evaporación, el arrastre de las gotas pequeñas y de los gases originados en la volatilización de los plaguicidas.

En general se recomienda no pulverizar con más de 12 km/hora como velocidad predominante.

La temperatura puede influir directamente sobre la evaporación del agua, la tensión de vapor de los plaguicidas, y el arrastre de gotas por corrientes convectivas. También determina la capacidad de contener agua y, conjuntamente con la humedad relativa, el punto de condensación o punto de rocío.

Preparando el pulverizador para la aplicación de fungicidas

La aplicación de fungicidas plantea un desafío en cuanto a la calidad del trabajo: alta cobertura de gotas y buena uniformidad en la distribución del producto.

Uniformidad en la distribución.

Esta condición comienza con la homogeneidad del caldo o mezcla en el tanque del pulverizador, que depende de la formulación del plaguicida y de la eficacia en el sistema de agitación o remoción del equipo. Muchos de los fungicidas disponibles actualmente para control de las enfermedades de la soja (entre ellas «roya de la soja»), están formulados como suspensiones o emulsiones-suspensiones.

Los mecanismos de agitación que pueden tener los pulverizadores están descriptos en la Tabla 2. Los de mejor funcionamiento son los mecánicos, y los hidráulicos deberían cumplir con la norma de recircular el 5-10 % como mínimo del volumen contenido en el tanque. Por otra parte, el diseño del sistema hidráulico, juntamente con las formas de los tanques, hace dudar de la eficacia de este tipo de agitación. Son numerosas las experiencias de mala distribución de herbicidas en suspensión verificadas a campo con equipos de productores y empresas de aplicación. Este aspecto debe requerir un especial cuidado en la aplicación de fungicidas.

Tabla 2: Mecanismos de agitación del caldo en el tanque de los pulverizadores.

tabla 2

La elección de la pastilla es el eslabón final del proceso para la preparación del equipo. Si la aplicación de fungicidas debe ser de alta cobertura, en un cultivo que presenta barreras para la penetración de las gotas, debería utilizarse un elemento atomizador que permita cumplir con ambas exigencias: cono hueco o cono lleno serían las mejores opciones. La mayor cercanía posible entre ellas, y la regulación de la altura de la barra acorde con la aspersión, contribuyen a la uniformidad del trabajo.

Es común que se decida utilizar estas pastillas (y otras también) con presiones relativamente altas. Sin embargo debería considerarse el ajuste de la presión a la mínima necesaria para que el cono se forme correctamente. Presiones de trabajo entre 3 a 5 bar pueden ser adecuadas, según el número de la pastilla. El volumen (litros/ha) dependerá del IAF del cultivo: a mayor IAF, mayor volumen.

En síntesis, el equipo debería funcionar con esta preparación:

Pastillas: cono lleno o hueco, ángulo cerrado.

Distancia entre picos: 0.35/0.50 m.

Presión de trabajo: relativamente baja.

Altura de la barra: «toque» de los conos por encima de la superficie a asperjar.

Volumen (l/ha): relativamente alto. Cuanto mayor sea el IAF y la altura del canopeo, debería ser más elevado.

Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, a continuación se desarrollan algunas cuestiones para tener en cuenta al momento de realizar aplicaciones aéreas o terrestres. Trabajo realizado por el Ingeniero Agrónomo Pedro Daniel Leiva (INTA Pergamino).

¿Siempre hay que usar aceite?

Cuando las condiciones atmosféricas son poco demandantes (> 60% humedad relativa), el uso de aceite no tiene sentido, ya que reduce la cobertura al producir una gota más grande (por poca evaporación) y encarece los costo del tratamiento. En consecuencia, debe registrase la humedad relativa para evaluar la conveniencia del uso de aceite.

Existe una percepción equivocada por parte del productor que analiza el incremento del costo de aplicación por uso de aceite, comparando el costo del servicio con y sin el antievaporante, estimado en un 30%; cuando en realidad se olvida de contabilizar la dosis del fungicida, bajo esta óptica el incremento se reduce a un 10%, además de ser la llave para obtener control.

¿Cuál es el desempeño del aceite de soja?

Con la intención de buscar alternativas más baratas de antievaporantes para el aspersor rotativo, se probó aceite de soja degomado más emulsionante a dosis de 1 lt/ha, comparado a la misma dosis de aceite mineral. Los resultados demuestran que comparado a tratamientos sin aceite, el mineral a un litro no mejora la penetración, y el de soja si lo hace. No obstante, nuestra recomendación es usar aceite mineral a 2 lt/ha, ya que este tratamiento duplica los valores obtenidos con aceite de soja a un litro y evita los inconvenientes que ocasiona el aceite de soja en cuanto a disponibilidad y preparación de los caldos.

¿Cómo afecta el agregado de tensioactivo siliconado?

El mercado argentino de coadyuvantes presenta una nueva alternativa con formulaciones siliconadas. Estos tensioactivos aceleran notablemente la penetración de los fitosanitarios, en consecuencia aumentan la dosis incorporada al cultivo. Los resultados económicos de tratamientos con tensioactivos siliconados agregados al agua (para buenas condiciones de humedad relativa) o su combinación con aceite (para condiciones limitantes) son recomendables siempre, ya que su costo por hectárea es muy reducido, equivalente a 2 kg/ha de soja.

Sólo en una condición no recomendamos usar el tesioactivo: muy baja humedad relativa con uso de aspersor rotativo y volumen de 10 lt/ha (incluyendo 2 lt/ha de aceite mineral).

¿Cuál aplica mejor: avión o equipo terrestre?

En una experiencia realizada por el Ing. Agr. Pedro Leiva se comparó la aplicación aérea y terrestre, la segunda pulverizó un volumen 8.5 veces mayor, 145 vs 17 lt/ha promedio, respectivamente. La penetración lograda por el terrestre fue superior al avión, 13 vs 7 gotas/cm2, y su llegada mucho mayor, 189 vs 41 gotas/cm2. ¿Podemos decir entonces que el terrestre aplicó mejor el fungicida?

Entendiendo que a igualdad de dosis por hectárea, el agua es sólo un transportador del fungicida, y que éste se distribuye uniformemente en el caldo, el terrestre a pesar de haber penetrado con más gotas sólo aplica abajo un 6% de la dosis, mientras que el avión un 15%.; en otras palabras el avión aplica 2.5 más de dosis en el lugar donde hace falta.

¿Por qué sucede esto? El tamaño promedio de la gota producida en tratamientos aéreos es menor que en terrestres, y mucho más uniforme. El terrestre produce muchas gotas grandes que quedan retenidas arriba.

Entonces el avión es mejor opción que el terrestre, ya que este último pisa y que por ello se pierde aproximadamente un 3% de rinde. Para cultivos de soja de 45 q/ha, la pérdida representa 1.4 q/ha, valor equivalente al costo de control (fungicida a la dosis de control más servicio de aplicación). Descontando la pérdida por pisoteo, el terrestre equipado con cono hueco permite obtener resultados equivalentes a tratamientos aéreos entre 15 y 17 lt/ha.

Los mejores resultados técnico-económicos en un 60% de los 6 ensayos se lograron con avión, y en un 40% con equipo terrestre. Esto como consecuencia de no pisar el cultivo y aplicar más dosis en el lugar donde comienzan los síntomas de enfermedades.

¿Cómo incide la calidad del agua sobre fungicidas?

Pedro Leiva resalta: «nuestra experiencia trabajando con equipos terrestres y tanto aguas de mala calidad, como de bajo contenido salino, no mostraron afectar la eficiencia de los fungicidas actuales compuestos por estrobirulinas y triazoles».

Fuente: AAPRESID