Cristina ocultó una carta en la que el Papa le pedía concordia y diálogo – Según confirmaron en el Vaticano, se la envió Bergoglio apenas asumió. Sólo el Papa pudo haber autorizado que fuera difundida a través de un trascendido su carta del 20 de marzo a la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que el Gobierno argentino prefirió ocultar y no hizo pública. La decisión, revelada ayer por La Nación, implica un doble cortocircuito: Por un lado la jugada, decidida en las más altas cumbres vaticanas, utilizando el medio periodístico argentino del que Jorge Bergoglio se proclamó siempre un asiduo lector, representa una clara crítica y advertencia a la jefa de Estado. Francisco muestra su desagrado y algo más porque el Gobierno no publicó el contenido de una misiva en la que el pontífice invita a la Presidenta a afianzar «la concordia, el diálogo, la reconciliación y el entendimiento entre todos». El nuevo inicio y casi luna de miel Bergoglio-Cristina puede haber durado sólo un mes, el lapso durante el cual el Papa esperó que la carta fuera publicada porque incluía sus saludos y bendiciones a los argentinos, especialmente «a los que sufren». Al cumplirse los 30 días, la misiva se hizo pública, aunque en forma «non sancta», desde el Vaticano.
Por otro lado, la vía seguida para revelar el contenido de la carta produce un segundo cortocircuito, porque el propio Papa aparece autorizando la «filtración» de un documento reservado, de una misiva de un jefe de Estado a otro jefe de Estado.
Esto es insólito. Para que no haya dudas de que la misiva fue escrita por Jorge Bergoglio a la Presidenta argentina, en la nota periodística se afirma que la autenticidad de «la epístola» fue «confirmada por el padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede».
Como el inteligente y cordial jesuita Lombardi, portavoz del Vaticano, no afirmó esa autenticidad en conferencia de prensa, resulta extraño que haya dado una certificación privada. A menos que «de arriba» consideraran necesaria esta confirmación para que no hubiera dudas de que la misiva fue escrita y firmada efectivamente por Francisco el 20 de marzo último.
El portavoz al parecer no preguntó a la fuente periodística de dónde había sacado ese documento reservado cuya autenticidad quería confirmar, ni lo consideró una «filtración». Seguramente había recibido las debidas instrucciones.
Visto el tema desde el Vaticano, las cosas se complican. En los últimos dos o tres años, en la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia, se ha vivido un escándalo borrascoso, llamado «Vatileaks», por el robo de documentos secretos filtrados después a la prensa. Esos documentos eran explosivos, revelaban corrupción, maniobras, luchas por el poder entre cardenales y altos prelados emboscados.
El caso más grave se produjo en los mismos aposentos pontificios del tercer piso del Palacio Apostólico, esas diez grandes estancias donde se encontraban el dormitorio, el estudio y otras dependencias que utilizaban el Papa Benedicto XVI y la llamada «familia pontificia», sus estrechos colaboradores.
Los aposentos, que con buena intuición Francisco prefiere utilizar lo menos posible y por eso se aloja en la casa de Santa Marta, estaban maldecidos por la actividad criminal del mayordomo personal del Papa Joseph Ratzinger. Paolo «Paoletto» Gabriele se dedicó durante cinco años a robar documentos y a filtrarlos a periodistas y quizás a alguien más. Algunas de esas bombas de tinta hicieron explotar escándalos graves, tanto que el pontífice decidió nombrar una comisión de tres cardenales que interrogara a medio mundo, desde purpurados a funcionarios y técnicos de la Curia.
La Gendarmería Pontificia investigó incluso con la ayuda de sofisticados medios electrónicos y la colaboración de servicios secretos nunca identificados pero siempre sospechados. El resultado fue que en mayo de 2012 «Paoletto» Gabriele terminó preso y después fue procesado, condenado y perdonado por Benedicto XVI.
Ahora se presenta un cuadro paradojal. O el Papa autorizó el trascendido del documento, o hubo una «filtración» del tipo «Vatileaks». Todo indica que de allá muy arriba llegó el «sí» a la revelación de la carta a Cristina. Si esto es así, Bergoglio es el primer Papa que «filtra» un documento propio.
Fuente: Clarin.com