Había más de 20 mil corredores. No se saben los motivos ni quién fue. Nueva York y Washington, en alerta.

Tres bombas en un maratón en Boston: 3 muertos y 130 heridos – Sería el primer atentado «exitoso» desde el 11 de septiembre cuando Al Quaeda atacó el Wall Street Center y el Pentagono. Lo que estaba planificado como un día de fiesta en Boston se convirtió en una tragedia que volvió a actualizar el peligro de la amenaza terrorista en Estados Unidos. Tres explosiones hicieron volar por los aires el ambiente de celebración de la ciudad más importante del estado de Massachusetts, que ayer se entregaba a la celebración del «Patriot Day» con su tradicional maratón.

Justo en la ruta de la carrera, muy cerca de la línea de meta, se produjeron dos estallidos, mientras otros dos artefactos fueron encontrados intactos. Un tercero detonó en la biblioteca JFK (aunque podía haber sido un incendio). Las explosiones dejaron al menos tres muertos (uno de ellos un niño de ocho años, según algunos reportes de prensa sin confirmar) y más de 130 heridos. Al menos 15 de ellos quedaron en estado crítico.

Todavía no se sabe cuál fue el motivo de las explosiones ni existen pistas aún de los responsables. Pero el FBI, que consideró al incidente como «bien planificado y coordinado», está convencido de que se trata de un nuevo ataque terrorista. Lo cual sería el primero «exitoso» desde el 11/S. Lo que no está claro aún es si se trata de un enemigo interno o internacional.

El presidente Barack Obama condenó el hecho inmediatamente y prometió que se investigaría hasta llegar «al fondo de esto». «Cualquier responsable, ya sea individuo o grupo, sentirá el peso de la justicia», prometió.

Quienquiera que haya sido eligió un día especial para hacer daño. Justo cuando Boston observaba un feriado dedicado a recordar la primera batalla de la revolución estadounidense en 1775, que se celebra allí cada tercer lunes de abril y en el que la principal atracción es su carrera de 42 kilómetros.

Más de 20 mil maratonistas de 90 países, así como varios miles de espectadores de la carrera e incontables turistas que recorrían la ciudad fueron testigos inesperados de uno de los días más trágicos de la historia moderna de esta ciudad.

Alrededor de la 14.45, apenas unos pocos corredores habían terminado la carrera. Cerca de la línea final y encaramados en las gradas montadas para la ocasión, varios miles de entusiastas curiosos observaban a un grupo numeroso de maratonistas que se acercaban a la meta fijada en Boylston Street. De pronto sonaron dos fuertes explosiones, una seguida de otra, en el lado norte de esa avenida.

La onda explosiva demolió las gradas con su carga humana e hizo rodar a varios de los atletas.

En pocos segundos, lo que había sido el escenario de una carrera se transformó en un caos de fuego, humo, vidrios rotos, sangre y destrucción. En un instante, aquellos que corrían para mantenerse en forma estaban corriendo por su vida; quienes habían estado animando a los atletas se encontraron huyendo de una escena peligrosa.

Los menos afortunados quedaron atrás, atrapados entre hierros y maderas. Pasado ese primer momento de confusión, la gestión de la situación se organizó lo más rápido posible. Personal de apoyo de la carrera y oficiales de policía comenzaron a rescatar heridos y a depositarlos en una tienda de campaña montada para los fatigados del maratón y que se convirtió en improvisado hospital de campaña hasta que los heridos fueron trasladados a distintos hospitales.

Los alrededores de la zona fueron despejados y todos los edificios públicos, centros comerciales y hoteles dentro unas cinco cuadras fueron evacuados, mientras agentes especializados buscaban nuevos paquetes sospechosos que pudieran contener una bomba.

La guardia nacional fue puesta en alerta y se creó una área de exclusión aérea. Se cerró el aeropuerto y se anularon los celulares.

El incidente volvió a crear una conmoción nacional parecida a la que precedió los ataques terroristas del 11/S y volvió a desnudar ese sentimiento de vulnerabilidad crónica que desde entonces padecen los estadounidenses. Impactados, la mayoría no paraba de hacer insistentes llamadas a amigos y familiares para asegurarse de que sus seres queridos estaban bien.

Todas las ciudades del país elevaron inmediatamente sus niveles de alerta, siguiendo el ejemplo de Nueva York, la primera urbe en tomar medidas preventivas, dado a su cercanía con Boston y donde el recuerdo de las torres gemelas cayendo en llamas continúa atormentando a sus ciudadanos.

En Washington se reforzó la seguridad alrededor de los principales símbolos del poder político del país, la Casa Blanca y el Congreso, como pudo comprobar Clarín.

Fuente: clarin.com