Seguirá otros siete días. Hoy se hará, sin embargo, el acto oficial del sepelio con 55 dignatarios de todo el mundo.

El funeral de Chávez: extienden el velatorio y embalsaman el cuerpo – El cuerpo será expuesto en un ataúd de cristal. Maduro salió a anunciar ayer que el velatorio popular se extenderá a 7 días. Cuando todo parecía a punto de estallar, llegó el alivio. Presionado por una arrasadora multitud de venezolanos que llegó hasta la extenuación para poder decir adiós al comandante Hugo Chávez, el presidente «en funciones» Nicolás Maduro salió a anunciar ayer que el velatorio popular se extenderá a 7 días. El cuerpo del presidente será trasladado al Museo Histórico Militar de Armas, donde se instalará una nueva Capilla Ardiente tras la ceremonia oficial de hoy a las 11 de la mañana, con la presencia de representantes de 55 países, sin Cristina Kirchner, que regresó ayer a la Argentina. Luego, Chávez será embalsamado y exhibido en un ataúd de cristal en un mausoleo especial que se está construyendo en ese lugar, en un cerro de Caracas, que será rebautizado como Museo de la Revolución.

El anuncio se produjo tras una tarde que comenzó tranquila, con una inmensa marea de venezolanos que hacía filas que serpenteaban por hasta 35 kilómetros. Eran más de 2 millones de personas alineadas con cierta prolijidad y paciencia en el Paseo Los Próceres, una de las Avenidas emblemáticas de Caracas, que conduce a la Academia Militar, donde reposa el cuerpo de Chávez desde el miércoles, un día después de su fallecimiento.

Pero con el correr de las horas, y ante la evidencia de que muchos probablemente no llegarían a ver a su líder, comenzó a expandirse el nerviosismo y comenzaron a notarse corridas, apretones y gente aplastada contra barandas de contención. Se entendía el malhumor. Algunos, como Alicia Gutiérrez, de 51 años, estaba en la fila desde hacía 15 horas, bajo un sol despiadado que llevaba la temperatura a más de 34 grados. «Chávez vive, la revolución sigue», decía, aunque se quejaba de que no había agua y escaseaban los baños químicos. En tanto, la tensión subía.

Por los altavoces se comenzó a pedir «¡disciplina revolucionaria, compañeros, como nos enseñó el comandante!». Y alertaban que cerca de la Capilla Ardiente había gente que se estaba «asfixiando». Esta enviada vio salir varias camillas con gente desvanecida. Solicitaban especial cuidado con los niños –había miles, de todas las edades— que se extraviaban entre la multitud.

En este contexto se entiende la decisión de Maduro de extender el velatorio popular tras la ceremonia oficial que se celebrará hoy a las 11 en Caracas a la que asistirán dignatarios de 55 países, entre los que se destacan prácticamente todos los latinoamericanos (salvo Kirchner, que, como dijimos, adelantó su partida de Caracas. Ver Pgna 12), el iraní Mahmud Ahmadinejad y el dictador bielorruso Alexandr Lukashenko, entre otros. Luego, los restos serán llevados al Museo Histórico Militar de Armas, donde podrán ser visitados por sus seguidores otra semana más. Luego será embalsamado «como Ho Chi Min, Lenin y Mao», según dijo Maduro, y exhibido en una urna de cristal para que el pueblo pueda «tenerlo para siempre». Para esto se le está construyendo un mausoleo especial en ese lugar, que será rebautizado como «Museo de la Revolución».

El edificio es un sitio emblemático para el presidente, que falleció a los 58 años. Está situado en «La montañista», un cerro del populoso barrio «23 de enero», desde donde se divisa el Palacio de Miraflores, la casa de gobierno. Desde ese lugar, Chávez dirigió el intento golpista de 1992. También desde allí llamó a la rendición.

El anuncio de Maduro corta las especulaciones sobre el sitio de sepultura o descanso del presidente, que no había sido anunciado oficialmente. Algunos funcionarios y simpatizantes chavistas pedían que fuera enterrado en el Panteón Nacional, una vieja iglesia en el centro de la capital y que tras varias remodelaciones alberga los restos de Simon Bolívar, prócer de la independencia.

Otros querían que fuera sepultado en su lugar natal Barinas. Como María Pérez, que hacía la fila y cargaba en brazos desde hacía 12 horas a su nieto Gianfranco, de un año. Había arribado precisamente desde allí, la tierra de Chávez, y contó a esta enviada que quería despedir al presidente porque él había alzado a su nieto cuando era un bebito. «Quiero rendirle un homenaje y devolverle el gesto», explicó. Le faltaba aún unas horas para ingresar al edificio.

Después de tanta espera, los fieles podían ver a su comandante en la Capilla Ardiente por apenas un par de segundos. La mayoría se persignaba entre sollozos, los militares hacían una venia respetuosa y los niños eran alzados por los custodios para que pudieran ver el rostro del comandante, vestido de verde oliva y su tradicional boina roja, según mostraba la televisión oficial, ya que el resto de la prensa tiene vedado el acceso.

Pero, en pocos días, el que desee podrá ver a Hugo Chávez para siempre. En Caracas se especula conque trabajarán en el proceso de embalsamamiento expertos chinos o rusos. Hay quien detesta esta tradición. Como Gabriel García Márquez quien, tras visitar en Moscú el cuerpo intacto de Lenin, escribió: «Nada se parece menos a la imagen que se tiene de un hombre y una mujer memorables que sus desperdicios mortales arreglados como para fiesta funeraria».