Ramón volvió saludó y festejó

River – «Lo de la gente no me extraña», dijo el técnico sobre el baño de afecto que recibió de un estadio casi colmado. Apretó los puños, resopló y levantó la mano para saludar a esos plateístas de la San Martín. Apretó los puños, resopló y levantó la mano para saludar a esos plateístas de la San Martín que parecían a punto de caerse adentro de la cancha al asomarse por la baranda.

Ramon Díaz celebró la victoria con más sobriedad que efusividad, a tono con esta nueva versión suya alejada de las estridencias.
 Pero no fue un día más para el Pelado : el partido de anoche marcó su regreso al Monumental como entrenador de River luego de casi once años. Pasaron 3.935 días desde aquel 5 a 1 sobre Argentinos, por el Clausura 2002, que había significado su última vez al frente del equipo del que es hincha.

No fue un encuentro más, ni para él ni para la gente de River, que lo transformó en el destinatario de las mayores ovaciones de la noche. Ya antes del comienzo del juego, cuando la voz del estadio anunció las formaciones, los aplausos más sonoros fueron para él en un ranking en el que David Trezeguet y Rodrigo Mora también recibieron fuertes muestras de afecto de las más de 50 mil personas que hubo en el Monumental.

Al ingresar a la cancha, los fotógrafos lo rodearon, obligándolo a caminar con pasitos cortos, como quien se esfuerza para no pisar a nadie. Lo rodearon y le hicieron un círculo: el que estaba en el centro de la escena parecía una estrella de Hollywood, pero era el técnico de River en el día de su vuelta más esperada. «Oy, oy, oy, oy, es el equipo de Ramón», bajó enseguida desde los cuatro costados.

Ya se había sentado en el banco, pero el canto sostenido lo obligó a pararse y agitar su brazo derecho en señal de agradecimiento.

Después, ya con los tres puntos asegurados luego de una victoria que tuvo un juego que fue de mayor a menor, Ramón reconoció que se emocionó con el trato que le dieron los hinchas. «Lo de la gente es extraordinario. Me hicieron sentir de la mejor manera, pero no me extraña porque yo sé muy bien cómo es la gente de River. Les mando un saludo grande a todos», dijo.

Saco negro, camisa blanca y ese peinado hacia el costado que también es una marca registrada, Ramón vivió el primer tiempo con tranquilidad porque el equipo le respondió como pretende y sufrió en la etapa final, en la que el rendimiento de River decayó de manera pronunciada y el triunfo llegó a ser puesto en crisis por el empuje de Estudiantes. «En el primer tiempo jugamos muy bien, hicimos lo que habíamos planificado. Después sentimos el cansancio. Hay cosas por mejorar, tenemos que seguir trabajando pero vamos por el buen camino», evaluó sobre el juego.

Para la mayoría de los hinchas que ayer le dieron calor al Monumental, Ramón encarna el River de los tiempos de gloria, el del fútbol ofensivo y ambicioso y las vueltas olímpicas, y no el de las pálidas de los últimos años. Por eso, a muchos se les escapó una sonrisa de aprobación, un gesto cómplice con el compañero de tribuna que tenían al lado cuando, a los 29 del segundo tiempo y con Estudiantes incomodando a River, mandó a la cancha a Juan Manuel Iturbe por Manuel Lanzini. Delantero por volante ofensivo, un cambio propio de un técnico valiente, pero sobre todo una variante propia de un técnico que interpreta como nadie lo que es el gen River .

«Hay que demostrarle a la gente lo que queremos», dijo luego, consciente de que el hincha de River valora como pocos los gestos respetuosos de la historia del club que tienen sus técnicos.