Por primera vez en su largo mandato admitió fallas de su gobierno.

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Chávez apuesta a la autocrítica para seducir el voto de los desilusionados – Según varios sondeos, la imagen del presidente se estanca debido al enojo de «chavistas arrepentidos». Envuelta en un aguacero tan tropical como imprevisible, Rosa Irma Jaspe intenta resguardar una bolsa con tres botellas de aceite en la avenida Casanova. «Es como esta brisa que en un minuto se volvió vendaval y no alcanza paraguas para cubrirse. Así es el gobierno de Chávez. Habla lindo, te envuelve, lo votas – lo he votado siempre– pero nada cambia . Seguimos pobres y nos roban y matan más que antes, no alcanza el dinero, además, por la vaina de la inflación. Compré aceite en el puesto chavista de aquella esquina. Pero no es bueno no conseguirlo en el mercado. Es el paraguas que no alcanza para frenar tanta agua. Por todo esto no le creo más. Esta vez no lo votaré. Estoy cansada de todo esto.» A Rosa Jaspe y a los chavistas desilusionados –grupo que con su voto el domingo que viene puede influir en la continuidad del proceso bolivariano en Venezuela– les habló Hugo Chávez el jueves en la madrugada argentina. Lo hizo en un punto crítico de la campaña, cuando varias encuestas dicen que el candidato oficialista se estanca y el opositor, Henrique Capriles, avanza y acorta la brecha.

En un acto en Maturín, a 500 kilómetros de Caracas, Chávez –que busca ser reelecto por seis años más tras catorce en el poder– hizo una autocrítica que algunos analistas leyeron como la confirmación de que en el partido del gobierno no están tan seguros de ganar por 20 puntos como afirman.

«Algunos pueden estar inconformes con fallas de nuestro gobierno, que no arreglaron la calle, que no llegó la luz, que se fue el agua, que no conseguí empleo, que no me han dado mi casa. Eso podrá ser cierto en muchos casos. Y yo asumo la autocrítica del gobierno revolucionario. Uno de mis compromisos para el próximo período que se inicia –el de enero de 2013– es mayor eficiencia en mi gestión de gobierno», dijo desde un atril y rodeado por una marea de seguidores vestidos de rojo.

Y después insistió: «Pero bueno lo que está en juego el 7 de octubre no es si asfaltaron o no la calle; lo que está en juego no es si me han dado la casa o no; lo que está en juego no es si estoy peleado con los dirigentes regionales o si yo estoy cansado, lo que está en juego es mucho más que eso, camaradas. ¡Nos estamos jugando la vida de la Patria el 7 de octubre!», clamó.

Chávez le habló a los que lo votaron y sienten cansancio ante tres años consecutivos con inflación de dos dígitos, planes sociales que no llegan, un déficit habitacional crónico y uno de los índices de homicidios más altos de América Latina y del mundo. Según el gobierno, 14.000 venezolanos fueron asesinados durante el año pasado . Lo que significa una tasa de homicidios de 50 por 100.000 habitantes mientras que el promedio mundial es de 8,8 sobre 100.000.

Jaspe es una de los llamados chavistas arrepentidos o «inconformes», según Chávez. Limpia un negocio en Sábana Grande, a metros de donde habló con Clarín , y vive en el Petare, en donde crece una de las barriadas más pobres de América del Sur . Sobre el extremo Este de la ciudad -y donde los cerros están cubiertos de miles de casas precarias de ladrillos- se viven los logros y las asignaturas pendientes del gobierno actual.

«A los que estaban antes de Chávez no les importábamos nosotros, los pobres. El gobierno tiene problemas, mucha corrupción, sabe. Pero también nos ha dado ayuda y eso nunca lo había hecho nadie antes. Por eso lo vuelvo a votar», decía ayer Víctor Gaviria, de 48 años, y cuando la tormenta tropical había dado paso a un día de sol impecable. Cerca, una caravana de motos tocaba bocina mientras sonaba una canción que repetía «Adelante, comandante».

La pobreza es una de las variables en la balanza de los votos. Lo dicen los números oficiales: la cantidad de venezolanos que viven en pobreza disminuyó más entre el 2004 y el 2007 , pero desde ese año no varió y fue en esos tiempos cuando la oposición tuvo mejor desempeño electoral. En las legislativas del 2010, el oficialismo logró más bancas en el Congreso, pero la oposición sacó más votos.

Chávez, de 58 años y tras enfrentar durante un año el cáncer que asegura haber «vencido», tiene por delante, por primera vez, a un candidato único . Capriles, gobernador del Estado de Miranda, tiene 40 años y es apoyado por un variado arco opositor que une a izquierda y derecha. En sus actos –que ya replicó en 300 pueblos del interior– le habla a los opositores de siempre, pero también a quienes votaron antes a su oponente. Incluso hasta les dice que acepten los beneficios que le prometen los chavistas a cambio de un voto. «El voto es secreto», dice con picardía.

Si bien las encuestas no determinan la cantidad de chavistas desilusionados que votarán a Capriles, su peso específico es tenido en cuenta para tratar de dar un pronóstico sobre lo que sucederá el domingo 7 de octubre. «Son votos determinantes porque sin ellos sería imposible que Capriles ganara. Si estuviéramos igual a hace 6 años (cuando fue la última presidencial), estaría 26 puntos en contra, lo que haría el escenario de triunfo de Capriles completamente inválido, no existiría ninguna posibilidad real y éste no es el caso», explica Luis Vicente León, presidente de la encuestadora Datanálisis . Esta consultora en su último sondeo da ganador a Chávez por diez puntos con una intención de votos del 49% cuando en 2006 gozaba del 63%. El 11% no dijo por quién votará.

«¿Inconformes? ¿De qué vida de la Patria me habla?», le decía ayer a Clarín Sonia Guzmán en el Petare. Hace dos meses fue a buscar a su único sobrino a la morgue. Al chico de 17 años lo mataron de diez balazos. «Chávez no solucionó el problema de la inseguridad en todo este tiempo. ¿Por quién votaré? ¿A usted qué le parece?»

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