La estrella es la gran obsesión peruana. El técnico Markarián le asignaría dos hombres para controlarlo.

Perú quiere frenar a Messi – El 26 de junio de 1985, en aquel partido que Perú le ganó 1 a 0 a Argentina por las Eliminatorias para México 1986, Diego Maradona padeció una marca sofocante y molesta como nunca en su carrera: la de Luis Reyna. Para los hinchas peruanos, la rima parece ser lo de menos. Lo que importa es el mensaje, el contenido, esa mezcla de temor y respeto que inspira Lionel Messi. «Oh/que se vaya Messi/a la concha/de su madre», cantan, con la ya clásica música del «Que se vayan todos» argentino. Es una letra que implica rechazo, pero también admiración. Los hinchas peruanos son unos 150. Mezclados con no más de veinte argentinos con los que conviven en paz, hacen guardia en la puerta del hotel Westin, una mole vidriada de treinta pisos ubicada en la zona de San Isidro, una de las más refinadas de esta ciudad. Ajeno a todo lo que ocurre sobre la calle Javier Prado, Messi está recluido en una de las habitaciones del noveno piso junto a Oscar Ustari. Que esté aquí, en la capital peruana, es todo un acontecimiento para los limeños. Un acontecimiento que mantiene atrapados a una buena parte de los peruanos y mucho más a Sergio Markarián, el técnico uruguayo de la Selección local. Markarián se pregunta lo mismo que todos sus colegas cada vez que enfrente tienen a Messi, ya sea en la Selección o en el Barcelona: ¿ cómo frenarlo , cómo hacer para que su capacidad de desequilibrio -ese intangible único en el mundo- pase al menos un poco desapercibida?

El 26 de junio de 1985, en aquel partido que Perú le ganó 1 a 0 a Argentina por las Eliminatorias para México 1986, Diego Maradona padeció una marca sofocante y molesta como nunca en su carrera: la de Luis Reyna , quien aquel día se convirtió en una suerte de héroe nacional para los peruanos y en algo así como un ícono mundial de las marcaciones personales tipo estampilla. Viejo estratega, Markarián reconoció ayer que no descarta la posibilidad de asignarle a Messi un cancerbero que lo persiga por toda la cancha . Pero, enigmático, prefirió no dar precisiones al respecto. Sin embargo, desde el búnker peruano se mencionó con fuerza un nombre: el de Luis Ramírez, mediocampista de contención del Corinthians. Apodado Cachito , Ramírez sería uno de los hombres que más de cerca seguirán a Messi.

Si no juega Paolo Guerrero, quien se recupera de una lesión, Markarián podría incluir a otro volante de contención para que ayude a Ramírez en la tarea de intentar controlar a Lio : Edwin Retamoso, de Cienciano.

Lo más probable, entonces, parece ser que a Messi lo tomen de manera escalonada entre dos hombres, como ocurrió en el partido que le dio a Argentina la clasificación para Sudáfrica 2010, el de la tarde del gol épico de Martín Palermo bajo la lluvia, en el Monumental.

Aquella tarde, José Del Solar, entonces técnico de Perú, destinó a dos jugadores para que intentaran controlar a Messi a modo de posta: Ramírez y Walter Vílchez. No le hicieron una persecución como aquella de Reyna a Maradona, pero les bastó para tener bastante controlado al mejor del mundo.

En su anterior visita a Lima, cuando empataron 1 a 1 con Alfio Basile como técnico de Argentina, Messi terminó muy golpeado, principalmente por Carlos Zambrano. Alejandro Sabella ya le advirtió a Messi que seguramente le harán sentir un rigor similar al de aquella vez. Porque la obsesión de los peruanos es una: cómo pararlo a él. Además, Sabella continúa con dos dudas: Zabaleta o Campagnaro y Lavezzi o Sosa. Si entra Sosa, el esquema será un 4-4-2.

Messi no escucha a los hinchas peruanos cuando le cantan «Cristiano, Cristiano» invocando al portugués del Real Madrid. Uno de ellos muestra un cartel que dice: «Messi, te respetamos pero no te tenemos miedo». Difícil creerle a esa consigna: el partido no empezó y Messi ya se convirtió en una pesadilla para los peruanos .