Afirman que la Iglesia se ha quedado atrás 200 años – En una entrevista póstuma, reclamó urgentes cambios. Su palabra provocó un cimbronazo en la Santa Sede. «La Iglesia se ha quedado atrás 200 años ¿Cómo no se conmueve? La Iglesia está cansada. Nuestra cultura ha envejecido, nuestras iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el aparato burocrático de la Iglesia levita. Nuestros ritos y nuestros hábitos son pomposos». El principal diario de Italia, el Corriere della Sera , publicó ayer el testamento espiritual del cardenal Carlo María Martini, muerto el viernes a los 85 años. Una entrevista hasta ahora inédita cuyo núcleo son los conceptos tremendos que Martini vertió el 8 de agosto y que luego leyó y aprobó.
«La Iglesia necesita una transformación radical, empezando con el Papa y sus obispos», dijo.
La muerte de Martini –la figura más eminente de los progresistas católicos desde hace décadas–, 23 años arzobispo de Milán, la diócesis más grande del mundo, ha causado una enorme conmoción en Italia . Sus conceptos, sus ideas, brotan como manantial a raíz de su desaparición «que deja un vacío incolmable», como dijo el primer ministro italiano, Mario Monti. Su fallecimiento en Milán reabre en el mundo católico de 1.200 millones de bautizados el debate sobre el crítico presente y futuro de una Iglesia católica dominada en forma creciente por las facciones conservadoras, reacias a los cambios, a las reformas que Martini auspiciaba.
En la catedral, el Duomo de Milán, desfilan miles de personas día y noche, a través de la nave central frente al cuerpo del cardenal Martini. Afuera son miles los fieles que se estacionan, rezan y afirman: «El nos protegerá desde el Cielo».
El lunes serán los funerales que harán historia en Milán. Y, tal vez, en la misma historia reciente de la Iglesia porque el Papa Joseph Ratzinger, el más brillante líder de los conservadores, amigo del progresista Martini, podría viajar desde Roma a darle el último saludo. Es un gesto muy raro en un pontífice, pero la posibilidad de su llegada es concreta. Lo reconoció el secretario de Estado, Tarcisio Bertone. «Sería un gesto simbólico por la unidad de la Iglesia», afirmó el director del Corriere , Ferrucio de Bórtoli.
En el diario de Milán que publica su testamento espiritual, un verdadero detonante para el mundo católico, Martini tenía a su disposición una página al mes para dialogar con la gente, que era una de sus mejores cualidades. «El biblista, el teólogo que hablaba a la gente».
La entrevista concedida por el cardenal jesuita, ya en la fase terminal de un mal de Parkinson que lo venía abatiendo durante 17 años, fue con el también jesuita padre Georg Sposchili, su amigo, y Federica Radice. Conversaron en el colegio jesuita de Gallarate donde el viernes por la tarde murió Martini, quien rechazó –según contó su médico– el ensañamiento terapéutico de mantenerlo inútilmente con vida, abriendo otro debate en torno a la eutanasia –la «buena muerte»–, tema hacia el que el Vaticano mantiene una posición hostil.
«La Iglesia se ha quedado atrás de 200 años». Dicho por uno de los más prestigiosos cardenales de nuestro tiempo, el concepto es un mazazo que hará época . «El escándalo con casos de pedofilia nos obliga a sobrellevar una transformación», sostuvo el cardenal. Ya Martini había conmovido al mundo católico en 1999 cuando en un Sínodo Mundial de Obispos convocado por Juan Pablo II, evocó «el sueño de una Iglesia joven» y propuso la realización de un nuevo Concilio para discutir los problemas más espinosos, incluído la posición de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, la cuestión de la sexualidad, la participación de los laicos, la disciplina católica del matrimonio.
Una revolución.
En 1979, Juan Pablo II lo nombró con audacia arzobispo de Milán cuando Martini era el rector de la Universidad Gregoriana, una «fábrica de los papas» y usina de cerebros de la Iglesia por los quilates de los jóvenes de todo el mundo que allí estudiaban.
Impresiona el espacio dominante que todos los medios periodísticos dan a la figura de Martini. El Corriere le dedica cinco páginas de gran tamaño; La Repubblica de Roma, seis. Todos recuerdan que el cardenal jesuita pudo haber sido Papa. Pero en abril de 2005, cuando el Cónclave eligió al sucesor de Juan Pablo II, Martini había sido ya atrapado por el mal de Parkinson. Los votos progresistas en el Cónclave convergieron hacia otro jesuita, el argentino Jorge Bergoglio , arzobispo de Buenos Aires, con quien Martini mantenía una muy buena relación.
Los cardenales del área progresista prefirieron en las primeras votaciones al argentino Bergoglio, que llegó –según algunas autorizadas filtraciones del Cónclave– a reunir 40 sufragios. Pero estaba blindada la mayoría del guardián de la ortodoxia de Katol Wojtyla, el purpurado alemán Joseph Ratzinger, mayor punto de referencia de los conservadores. Y el cardenal Martini, que contaba con la insistencia de Bergoglio en favor del inminente Benedicto XVI, volcó su influencia en favor de su amigo alemán, elegido en la cuarta votación casi por unanimidad.
En la que resultó su reflexión final y testamento, el cardenal Martini recordó que «los sacramentos no son un instrumento de disciplina» y defendió utilizarlos para «dar nueva fuerza a quienes los necesitan». En particular a los católicos divorciados y vueltos a casar, a las familias alargadas.
Un cambio de la Iglesia será crucial para atraer a las nuevas generaciones, concluyó Martini. Con razón, porque son los jóvenes los que más lloran la desaparición del campeón del diálogo y la apertura en una Iglesia que se ha replegado sobre sí misma.