“Cualquier cosa puede pasar si me quedo en China”, dijo el activista.

El disidente Guangcheng pide abandonar China en el avión de Hillary Clinton – Reveló que aceptó abandonar la embajada estadounidense, donde se había refugiado, por un acuerdo con el gobierno de su país, pero que ahora él y su familia están sufriendo presiones y maltratos. El enredo fue terrible hoy en Beijing. Nuevas informaciones, rumores, desmentidos, acusaciones. Nadie sabía qué ocurría exactamente con el activista Chen Guangcheng, aún recluido en un hospital de la capital. Sólo hubo clara una cosa, que lo cambia (y lo complica) todo: ahora Chen quiere abandonar China, y pide hacerlo a bordo del avión de Hillary Clinton, quien casualmente se encuentra en Beijing por una conferencia económica y estratégica bilateral. “Mi mayor esperanza es que fuera posible para mí y mi familia abandonar China en el avión de Hillary Clinton”, exclamó Chen desde su habitación de hospital en una entrevista telefónica al portal The Daily Beast. Ya antes había confirmado a distintos medios su radical cambio de opinión. “Salí de la embajada de EEUU para cumplir con el acuerdo alcanzado. Habían prometido garantizar mis derechos como ciudadano. Sin embargo, ahora supe del cruel trato que mi familia ha sufrido y mi celular ha sido cortado. Todo son problemas”, indicó Chen a la BBC. “Mi esposa me dijo que han instalado siete cámaras de seguridad en nuestra casa y quieren levantar un muro electrificado. China no ha respetado su acuerdo. Es el momento de tomar esta decisión por nuestra seguridad”, insistió. Sólo al salir de la embajada pudo saber Chen de los sufrimientos que están padeciendo sus cómplices en la fuga y sus familiares. Su esposa fue detenida y atada a una silla por dos días. Hoy se encuentra en Beijing junto a la hija de ambos, pero el gobierno chino ha advertido a Chen de que si no suelta la mano de EEUU, su familia regresará a la provincia de Shandong, donde nadie podrá garantizar su seguridad. “Cualquier cosa puede pasar si me quedo en China”, exclamó el activista invidente. Él mismo confesó a la agencia AP que funcionarios norteamericanos le dijeron que si no salía de la embajada, el gobierno chino había prometido golpear a su esposa hasta la muerte. Fuentes de EEUU desmintieron tal extremo. Y mientras Chen permanecía vigilado en la habitación y decenas de periodistas aguardaban cualquier movimiento a las puertas del hospital, la secretaria de Estado Hillary Clinton inauguraba en Beijing la cuarta ronda del Diálogo Estratégico China-EEUU, que terminará hoy. Todavía sin saber que el conocido como “abogado descalzo” reclama huir junto a ella en su avión, Clinton se refirió a su caso: “EEUU cree que ningún estado puede denegar de manera legítima los derechos universales que pertenecen a todo ser humano, ni castigar a aquellos que los ejercen”, clamó. El gobierno chino, a su vez, aseveró que Washington debe respetar los asuntos internos de otros países. De hecho, uno de los giros de esta intriga es la repentina desidia de Washington. El embajador estadounidense Gary Locke y varios diplomáticos acompañaron a Chen al hospital, se fotografiaron con él, pero en cuánto este ingresó en su habitación desaparecieron. El abogado no dudó en expresar su “total decepción” con EEUU, si bien luego matizó que son las autoridades chinas quienes impiden a los enviados estadounidenses acercarse a él. A última hora, Chen denunció que es incapaz de contactar con ninguno de ellos, y sin ese contacto tal vez el avión de Clinton, esa última esperanza, despegará sin él.