La planta, golpeada por el tsunami, sigue despidiendo partículas radiactivas sin que los operarios puedan detectar su origen.

A un año del accidente nuclear, Fukushima aún emite radiación – Se necesitarán 40 años para enfriarla. A pesar de las tareas de limpieza, los pueblos vecinos siguen contaminados. «A primera vista no te das cuenta de que están enfermos, su aspecto es saludable, pero por dentro sus órganos están quemados», describe Choichirou Tase, jefe de emergencias del hospital de Fukushima y coordinador de los equipos que en los primeros días acudieron a los límites de la central a rescatar operarios gravemente irradiados. Pero Tesu habla ahora con Clarín de algunos de los 3.000 operarios que cruzan a diario el perímetro de seguridad que resguarda a la central nuclear que fue herida de muerte por el tsunami de hace hoy justo un año. El mundo apartó sus ojos de ella cuando el apocalipsis nuclear de los primeros días empezó a convertirse en rutina. Y, sin embargo, fue a partir de entonces cuando la verdadera magnitud de la catástrofe comenzó a ver la luz.

Hoy se sabe, por ejemplo, que los días 12, 13 y 15 de marzo se produjeron severas explosiones en el interior de distintos reactores. También que uno de los núcleos podría haberse fundido ya el primer día, en contra de los moderados informes que ofrecía la Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO), gestora de la central. O también que se precisarán al menos 40 años para enfriar y desmantelar la central .

Hoy se cumple un año desde que un terremoto marino de 9 grados en la escala de Richter y su posterior tsunami provocaron el segundo peor accidente nuclear desde el de 1986 en Chernobil (Ucrania). Pero bien podría haber sido el primero si el gobierno japonés no hubiera ordenado a TEPCO proseguir con las tareas de emergencia en la planta nuclear en los primeros días, a pesar de que con ello condenó a una muerte segura a decenas de operarios, conocidos ya como los «Héroes de Fukushima». Abrumados por la catástrofe, los directivos de la compañía habían decidido evacuar la central y abandonarla a su suerte, un hecho que, de haberse producido, habría causado una fuga radioactiva sin precedentes y probablemente la «evacuación de Tokio» (36 millones de habitantes), según confesó el entonces vocero Yukio Edano.

A pesar de que la central nuclear ha permanecido en silencio todo este año, la situación continúa siendo muy delicada.

La planta sigue emitiendo partículas radiactivas a la atmósfera sin que los operarios sean capaces de descubrir su origen . Dentro del perímetro de exclusión de 20 kilómetros, pueblos como Futaba o Namie presentan hoy registros de radiación muy peligrosos para la salud (alrededor de 50 microsieverts por hora, cuando en un lugar no irradiado la cifra sería inferior a 0,05). Unos datos que no permiten ser optimistas sobre el regreso a sus casas de las 80.000 personas evacuadas por el accidente nuclear. De hecho, cada vez más expertos coinciden en que el lugar será inhabitable durante más de medio siglo .

Actualmente, 3.000 personas cruzan cada día el perímetro de exclusión nuclear para trabajar en la central. Según TEPCO, al menos 167 de esos operarios han debido abandonar el lugar ya que alcanzaron el límite anual de radiación para operarios nucleares (100 milisieverts). Las consecuencias sobre su salud se verán dentro de pocos años. AsÌ lo cree el doctor Tesu quien los describe como chamuscados por dentro. «Muchos ya fueron trasladados a Tokio tras pasar por aquí. Los niveles de radiación que absorbieron son casi una condena a muerte», reconoce.

Eso es lo que cree también Kiyomi Yokota, ecologista. Lleva un año midiendo los niveles de radiación por toda Fukushima y asegura que la situación es mucho más grave de lo que los habitantes de la región creen. «El mensaje del gobierno de que la situación está controlada ha calado entre la población, y hay mucha gente que está ya cultivando sus verduras y comiendo carne de caza. Yo tengo estudios que demuestran que los jabalíes sufren contaminación radiactiva, y esa misma carne termina luego en la cadena alimentaria de los humanos», explica mientras muestra informes propios.

Por eso el objetivo del gobierno japonés ahora es deshacerse de las millones de partículas de yodo, cesio y estroncio que escaparon de la central nuclear y hoy están depositadas en el piso, invisibles y muy peligrosas. Shiniki Nakayama, subdirector de la Agencia Atómica de Japón (JAEA), aseguró a este diario que «el gobierno japonés limpiará de residuos nucleares las zonas más pobladas de Fukushima», y adelantó que ya están «trabajando en nuevas tecnologías para facilitar la descontaminación tanto en las ciudades como en los reactores afectados».

Tokio†ha asignado un presupuesto de 14.000 millones de dólares para las labores de limpieza dentro de los 20 kilómetros del perímetro de exclusión de la central, trabajos que se extenderían hasta 2014, si bien la descontaminación tendrá que ser repetida durante años o incluso décadas.

El operativo es tan sencillo como titánico: remover los cinco primeros centímetros del piso y sustituirlo por otro no irradiado. Aparte, centenares de operarios acuden casa por casa tratando de diluir las concentraciones de elementos tóxicos. Borrar la radiactividad es una tarea titánica y que se sospecha casi imposible.