En histórico cambio, Italia anula privilegios fiscales de la Iglesia – Desde ahora, se exceptúan del tributo sólo los destinados al culto. Se habla de entre 600 y 1.000 millones de euros al año. Hay un respaldo general a la medida. El gobierno italiano decidió reducir los privilegios fiscales de que ha gozado por mucho tiempo la Iglesia católica, que en este país se entrecruza íntimamente con los intereses del Vaticano. Según algunas estimaciones, la obligará a pagar 600 millones de euros anuales –que pueden llegar a mil millones– teniendo en cuenta una revaluación fiscal de los inmuebles de su propiedad.
Italia es la patria concreta del catolicismo. Es éste el más grande bastión de la Iglesia universal, que fue el faro espiritual con el que se expandió también el poder terreno de los Papas por Europa y el mundo, a partir del Imperio Romano de la época del emperador Costantino.
En dos mil años, se han acumulado hasta cien mil edificios de propiedad eclesiástica en la península y el pago de los impuestos al presuntamente laico Estado italiano ha sido motivo de hondas polémicas. Primero, los democristianos que gobernaron casi medio siglo, y en los últimos tiempos los gobiernos de Silvio Berlusconi, aseguraron enormes privilegios a la Iglesia, que explican porqué el Papa y el Vaticano han mantenido su alianza con Berlusconi, mirando para otro lado y con ojo benévolo durante estos años pese a la desenvoltura moral de Il Cavalliere y sus festicholas.
Ahora las cosas han cambiado . En primer lugar, la Unión Europea consideró que la impunidad impositiva otorgada a la Iglesia católica, una de las más ricas del mundo porque recibe una contribución del ocho por mil sobre el impuesto a los réditos de la mayoría de los italianos, además de las contribuciones voluntarias, era una infracción a las normas comunitarias. Por eso, la UE saludó el gran cambio, afirmando que «constituye un progreso sensible».
El gobierno del premier Mario Monti, que afronta una crisis muy seria, con una recesión que puede llegar al 2% este año y cifras record de desocupación –sobre todo juvenil–, más una deuda pública aplastante del 120% del Producto Bruto Interno, anunció el martes por la noche su decisión de hacer un cambio histórico . De ahora en adelante, sólo las áreas dedicadas el culto religioso no pagarán el impuesto inmobiliario municipal. Todo lo que da rentas a la Iglesia, como los hoteles y casas de reposo, escuelas privadas y otros sectores de ingresos, deberán abonar la tasa como el resto de los ciudadanos.
No hubo hasta ahora grandes objeciones a la medida . El presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, cardenal Angelo Bagnasco, dijo que la Iglesia está dispuesta a hacer su parte siempre que las medidas no sean punitivas: «Estamos disponibles, visto que se trata de una ley del Estado, y a la ley se obedece».
El impuesto lo cobran los municipios y es fundamental para su supervivencia en un contexto de crisis, en el que muchos servicios sociales y de transporte local (en Italia no hay líneas privadas) han sido recortados. La asociación de los municipios hizo sus cálculos y estimó que el pago de la tasa aportará unos 600 millones de euros. Pero como además habrá una revalorización fiscal de los inmuebles, el total podría pasar los mil millones de euros.
Para la Iglesia representa un golpe económico . Pero la crisis es tan grave que ayuda a mitigar las protestas. Los italianos, por abrumadora mayoría, consideran un acto de justicia que la Iglesia pague el impuesto municipal por los inmuebles no destinados al culto religioso. En un edificio se establecerán las superficies que dividen el sacro y el profano. Por ejemplo, no paga la capilla pero sí el restaurante.
El anuncio no modifica el montañoso sistema de ayudas y subsidios que recibe la Iglesia por parte del Estado italiano para sus obras. Pero la novedad causó sensación porque llega en un momento difícil. En el Vaticano se combaten luchas por el poder de resultado incierto y el Papa aparece desconcertado por el descontrol que amenaza su poder, pero que sobre todo pone en peligro la estabilidad de su Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, acusado por las otras facciones conservadoras de ser el principal responsable de los «vulnus» (heridas) que sufren las cumbres vaticanas.