Se cae en Bahía la negociación con los policías en huelga – La crisis dejó ya al menos un centenar de muertos. Brasilia denuncia el uso de niños como escudos humanos. Todo indicaba, ayer por el mediodía, que un acuerdo entre el gobierno bahiano y el comando de huelga de la policía militar pondría fin a las zozobras que sobrevuelan Salvador, la capital de Bahía. Pero las conversaciones entre representantes del gobernador Jacques Wagner y la cúpula del movimiento rebelde se interrumpieron abruptamente. El cerco militar a los amotinados no sólo continuó intacto. Es más, nuevas tropas se sumaron a las que ya están en el sitio. Suman ya más de un centar los muertos.
«No pudimos avanzar», admitió el mandatario. Les había pedido a los agentes policiales, atrincherados en la Asamblea Legislativa bahiana, que «retornen al trabajo». Del otro lado, escuchó un reclamo que el gobernador no va a conceder: la amnistía para todos los policías que participaron del paro.
«Aquellos que cometieron delitos contra la propiedad y las personas irán presos», advirtió Wagner. A los jefes de la Policía Militar, el gobernador –militante del oficialista Partido de los Trabajadores–, les exigió: «Reúnan a la tropa para que inmediatamente regresen al trabajo». Sostuvo que su gobierno hizo una propuesta «significativa» en lo salarial para desatar el nudo del conflicto. Entidades como la Organización de Abogados de Brasil sostienen que la disputa es por cuestiones «exclusivamente financieras». La institución, presidida por Saul Quadros, intervino en la mediación. Y evaluó como correcta la actitud del ejecutivo provincial de mandar a prisión a quienes haya cometido delitos.
Sin embargo, la decisión de no perdonar a los cabecillas provocó la reacción de los huelguistas, especialmente luego de que uno de sus dirigentes fuera detenido ayer por la Policía Federal. Se trata del sargento Elias Alves de Santana, que preside la Asociación de Profesionales de la Policía y Bomberos militares del estado de Bahía.
Actitudes adoptadas por el comando del movimiento, como el de montar un «escudo humano» con sus propios hijos que estaban en el interior del Parlamento produjo una reacción muy negativa en la población. La Justicia ordenó la inmediata evacuación de los chicos. La ministra de Derechos Humanos del gabinete nacional, Maria do Rosario, criticó duramente lo sucedido. «Reprobamos la utilización de niños como escudo humano», dijo y arremetió contra la protesta: «No consideramos que la huelga se trate de un movimiento social. Es una actitud violenta contra la población».
Cuando las negociaciones se interrumpieron, desde dentro de ese predio se escuchó cantar a los atrincherados: «El carnaval se terminó, se terminó…». Hacían como es obvio referencia a la cancelación de la celebración en Salvador, que todavía sigue en pie. El comandante general de la Policía Militar, Alfredo Castro, (quien no participa del movimiento) sostuvo que «no hay posibilidad de que la huelga alborote la fiesta popular. Vamos a tener un carnaval tranquilo como ha sido en los últimos años. No hay ninguna razón para pensar lo contrario». En sus declaraciones de ayer, Wagner subrayó que la seguridad carnavalesca será garantizada por policías procedentes del interior bahiano. Pero las ciudades del interior se han visto también muy afectadas.
Ayer hubo informes de nuevos saqueos, esta vez a residencias privadas en cuatro barrios de Feria de Santana, una localidad ubicada a 109 kilómetros de Salvador. Los vecinos relataron escenas de terror: hombres encapuchados que se desplazaban en moto asaltaron las viviendas para llevarse electrodomésticos, aparatos de TV, dinero y joyas. En algunos casos, llegaron a robar los automóviles. Esta localidad es la segunda en importancia del estado bahiano. Esto obligó al comercio a cerrar las puertas y a los habitantes a no salir de sus casas.
En Salvador, bares y restaurantes registran reducciones en la clientela. Según dijeron en algunos establecimientos, «el movimiento cayó entre 50 y 60% debido a la huelga policial». Por la noche, las tropas del Ejército garantizan la seguridad. Pero la gente no confía: «A medida que oscurece uno va sintiendo más miedo», confesó un parroquiano. Entre tanto, anoche se estrechaba el cerco militar sobre la Asamblea Legislativa. Las tropas formaron una tercera barrera de aislamiento de los policías atrincherados.