Ultimátum rebelde: intiman a los kadafistas a rendirse el sábado – Los suministros en esa ciudad ya están cortados. En Trípoli, en cambio, se normaliza la vida cotidiana. l tiempo final para el último gran bolsón de resistencia de lo que queda del imperio militar del dictador libio Muammar Kadafi ha sido fijado para este sábado.
Después caerá sobre la ciudad de Sirte una lluvia de plomo, metralla y muerte.
La advertencia con forma de ultimátum se repetía ayer con voces de aprobación en una Trípoli mucho más tranquila y segura. Había llegado desde Bengazi, formulada por el titular del gobierno de transición. Justo en la mitad de camino entre esas dos grandes urbes, se alza la ciudad natal del dictador, donde esperan atrincherados más de un millar de soldados muy bien pertrechados y dispuestos a no capitular ilusionados con un regreso de lo que, sin embargo, ya ha sido.
Mustafa Abdel Jalil, el titular del consejo rebelde, afirmó con voz serena que «si para el sábado no hay indicaciones claras de rendirse, se actuará de modo decisivo y militarmente. No queremos hacerlo, pero no podemos esperar más allá que eso».
Menos que un ultimátum, lo que hizo este respetado ex ministro de Justicia de Kadafi, recordado porque lo desafió elevándole tres veces la renuncia, es anunciar que suspenderá las acciones militares los tres días de asueto y fiesta que vienen después del final anoche del mes sagrado del Ramadán. Esos días de celebración, que comienzan hoy con el Eid-el-Fitr, una especie de Navidad salvando mucho las distancias, época de regalos, cordialidad y misericordia en el mundo musulmán, vencen justamente el sábado.
Los habitantes de Sirte masticarán el ultimátum junto con las presiones para su inmolación que están recibiendo también desde el otro lado. Les han venido llegando mensajes de Kadafi, y de ex funcionarios del régimen exigiendo que se pague caro aunque con sangre ajena el colapso de esta tiranía de 42 años.
Les reclaman que peleen hasta la muerte.
Si es así la ciudad acorralada se convertirá en una espantosa ratonera para sus cien mil vecinos atrapados en una batalla carente de sentido.
El drama ya comenzó.
Los suministros de toda índole a esa ciudad han sido cortados, según le dijeron a este enviado fuentes del Consejo que se encuentran en Trípoli. Y se han multiplicado los efectivos que arman las pinzas con tanques y otros blindados, sobre la larga ruta que viborea a lo largo del espléndido Golfo de Sirte y que une sobre más de mil kilómetros Bengazi con Trípoli. La OTAN estuvo bombardeando noche tras noche los blancos de los kadafistas en el lugar. En las últimas horas fueron convertidos en chatarra 22 vehículos blindados, tres centros de comando y las bases de cuatro radares. En lo que parece un intento para justificar la dureza de lo que se viene, la Alianza Atlántica afirmó ayer que, según sus estrategas, Kadafi, quien permanece oculto, contaría con habilidad aún para movilizar sus soldados. Es una exageración que puede estar indicando las acciones que se están alistando para aplastar Sirte.
Han habido negociaciones planteadas por enviados de los rebeldes para intentar que en la ciudad cedan y rindan la plaza atento al cambio radical que ha sufrido el país que no parece tener ya retorno. Pero una combinación de miedo por las futuras venganzas y el desprecio y asombro por una transformación que no es la que deseaban, radicalizó el conflicto. No se ve una salida.
Esta crisis se da de frente con lo que ha venido sucediendo en la capital. En las últimas horas esta ciudad cambio de un modo impactante su situación interna.
El peligro de los francotiradores se ha ido apagando.
Pero, además de la calma que produce esa mayor seguridad, se advierte una mayor autoconfianza en la gente alimentada en el impacto simbólico que ha generado el conocimiento del escape a Argelia de parte de la familia del dictador: la mujer, tres hijos y un total de 32 personas incluyendo nietos y sirvientes.
No se huye de lo que se tiene bajo control.
Esa noticia aumentó la moral en la ciudad, que abrió plenamente sus comercios. Fue tan fuerte el impacto que Saif al Islam, el hijo de mayor perfil de Kadafi, intentó esmerilarlo desde su página de Facebook, desmintiendo los fuertes rumores que dan por muerto en batalla hace pocos días al hijo más guerrero, Khamis, de 28 años, apodado «el carnicero» por sus métodos brutales. «Eso es mentira», clamó sin agregar detalles.
El cambio en la ciudad se notó en pequeños detalles cotidianos. En el hotel regresó el personal de limpieza y abrió el negocio de venta de recuerdos turísticos. Y por el centro todas las jugueterías desparramaron sus productos por la vereda tentando a los compradores.
El aeropuerto ya no tiene el olor a orín y comida en descomposición que descubrió este enviado hace tres días. Ahora está limpio, se renovaron las heladeras de los kioscos, hay iluminación a pleno y hasta funciona el aire acondicionado.
Una recorrida por el hospital principal permitió comprobar un avance similar en el horrible estado de la morgue y los cuartos que la circundaban. Ahora los cadáveres han sido en su gran mayoría retirados y no hiede como antes.
La calma coincide no casualmente con el pico de estas fiestas musulmanas, que tienen características muy especiales. El mes del Ramadán consiste en un ayuno estricto desde el alba hasta la puesta del sol, que no es solo de comida, sino que se extiende a las relaciones sexuales y hasta al tabaco. Recién hoy la gente pudo volver a comer desde la mañana pero es una jornada de particular diseño. Los musulmanes se levantan este día antes de que aparezca el sol, se asean y se visten con sus mejores ropas. Es un día en que todos, hombres y mujeres, se perfuman con fragancias naturales y salen con sus hijos. Es pura fiesta y alegría con el premio de los tres días de asueto en los que reponen las energías perdidas por tan extenso ayuno.
Entusiasmados por esta nueva perspectiva, los responsables del gobierno rebelde anunciaron una meta muy ambiciosa: quieren limpiar de armas a Trípoli . Se le ofrecerá a los milicianos integrarse al ejército o a la policía. Y al resto, que se desarme. Ambicioso, difícil, pero no imposible.