Rubén Fidalgo vive en España. Trabajó en Londres cuatro años y sueña con volver a su ciudad.

Una semana con “Memeco” en Barcelona – Por Francisco Díaz de Azevedo Rubén Oscar Fifaldo Corsalini tiene hoy 29 años. «Memeco» para los amigos, un trebolense de nacimiento y de corazón, que hace ya diez años vive en la lejana Europa.
Lejos quedó aquella aventura de ir a jugar y probarse en el Barcelona español o en el Portsmouth inglés, cuando tenía 19 años y soñaba con ser un crack del fútbol en Europa.
Hoy, con su doble ciudadanía a cuestas, viviendo y afincado en Poble Sec, Barcelona, una zona cercana a la playa, a unas quince cuadras de deambular a pie por la avenida Paralel, «Meco» hace la «Europa».

Sí. El término parafrasea irónicamente a «hacerse la América». Rubén sabe perfectamente en su interior que Barcelona no es su lugar, aunque ama el lugar, esta lleno de amigos y se siente un hincha más de los «Blaugranas».

Su amor por El Trébol le hace decir, casi con certeza, que a fin de año, finalmente volverá a desembarcar en estas tierras para quedarse.

«Diez años es suficiente. Trabajo mucho y es agotador», nos dice en un alto en su trabajo, en la zona de las Ramblas. Un lugar plagado de turistas que hacen de la avenida, casi una ola humana de variadas razas y etnias.

«Meco» trabaja en el mismo bar que lo vio llegar, hace años. Un dueño catalán que lo ama, no hace más que hablar beldades del «pibe».

Con su chomba blanca, su muñequera negra por una tendinitis molesta y su cabello recortado, «Fidalguito» no para ni un instante.

Va con la bandeja de acá para allá, cruza la calle, lleva jarras de sangría y cerveza, o las «Cañitas», como le dicen por aquellos lados.

Al terminar la jornada, se desploma. La temporada luce provechosa. Hay mucho trabajo y Rubén alterna los horarios. O entra a las 9 de la mañana o entra a las seis de la tarde. Pero siempre hará ocho o nueve horas de corrido y entre bandejas, propinas y sudor, nunca se quejará del cansancio. «Hicimos la cuenta que camino con la bandeja unos 18 kilómetros diarios», cuanta «Meco» agotado.

Se sienta a comer y lo hace como un león. La Copa America se vive intensamente en España. Claro, juega Messi, el ídolo máximo de la ciudad. Sin embargo, la diferencia horaria atenta contra «Memeco». Argentina juega a las 3 de la mañana hora de Barcelona y a Rubén no le quedan fuerzas. Se ríe igual y nos dice que se va a descansar.

Al día siguiente la historia será igual. Llega al bar y se saluda con los de la tienda de al lado. Unos pakistaníes que venden todo tipo de artículos de Barcelona.

Su simpleza es total y si en su ciudad natal conquistó el corazón de su gente, lo mismo será en Barcelona. Habla con todos, se saluda con todos y se lleva bien con todos.

Llega la esperada «fiesta», su día libre de la semana. Caminamos por la «Barceloneta», playa, velero y chicas hermosas. Una suiza se acerca a preguntarnos por un lugar. Habla en inglés.
«Memeco» le contesta en perfecto idioma británico. Se quedan charlando un rato. La flaca se prende un «faso» y sigue. Nosotros nos vamos. «Me fui a vivir cuatro años a Londres porque necesitaba imperiosamente aprender el inglés», me comenta mientras caminamos playa abajo. Y agrega: «El las ramblas, el 90 % son turistas y casi todos de habla inglesa. Yo no podía trabajar sin poder relacionarme. Acá todos lo hablan», señala.

Años después, volvió para quedarse. Dice que su trabajo es rendidor pero extremadamente agotador. Damos fe que es así. De noche, vía Skype, se conecta con Marta Celotti y sigue de cerca la construcción de dos departamentitos en El Trébol. «Es una inversión», señala.

Su futuro está en El Trébol. Su pasaporte dice que es español. Su corazón es argentino. «Memeco» fue a buscar una vida a Europa, se traerá un idioma más, un colchón económico después de tanto esfuerzo y la sabiduría que le deja estar afuera tanto tiempo.

Hubo sufrimiento, aprendizaje y momentos duros. Se fue siendo un niño lleno de ilusiones. Volverá siendo un hombre formado y derecho.