En su mensaje de Pascua y ante 150.000 fieles, Benedicto XVI manifestó su deseo de que la diplomacia tome el lugar de las armas.

El Papa hizo un llamado al diálogo y pidió el fin de la guerra en Libia – Además se solidarizó con los refugiados del norte de Africa que han huido de sus países debido a la violencia. El Papa lanzó un mensaje de Pascua fuertemente político en la celebración dominical ante 150 mil fieles reunidos ayer en la Plaza San Pedro, en una jornada con poco sol.

Pidió el fin de la guerra en Libia y Costa de Marfil. También «solidaridad y acogida con los prófugos y los refugiados». Una frase que Benedicto XVI debió poco después poner en práctica en su propia diócesis de Roma para proteger a más de un centenar de gitanos rumanos muy pobres desalojados por el municipio y que buscaron refugio en la basílica pontificia de San Pablo. Hubo protestas de algunos fieles por las maneras fuertes que aplicaron gendarmes en el lugar.

En su mensaje «urbi et orbi» (a la ciudad de Roma y el mundo), que concluyó con el saludo de augurios pascuales en 65 idiomas, Benedicto XVI reclamó «paz y libertad» en el norte de Africa y Oriente Medio, regiones conmovidas por guerras y grandes convulsiones sociales. Pidió que en Libia, «la diplomacia y el diálogo tomen el lugar de las armas» . Desde el Balcón de las Bendiciones, donde hace seis años se presentó a la multitud tras ser elegido pontífice, el Papa dedicó su discurso a los conflictos bélicos en Africa y Oriente Medio. «El aleluya pascual contrasta aún con los lamentos y los clamores que provienen de tantas dolorosas situaciones debido a la miseria, el hambre, las enfermedades, las guerras y la violencia», afirmó Benedicto XVI.

El Papa vistió paramentos litúrgicos dorados en señal de fiesta y a bordo de un jeep blanco recorrió en parte la plaza saludando a los fieles al comienzo de la ceremonia. San Pedro lucía espléndida, decorada con 400 mil flores y hacia el final de la celebración apareció el sol. Como siempre, la concentración de decenas de miles de fieles en San Pedro con motivo del domingo de Pascua presentó las características de una colorida fiesta . La banda de música del Vaticano tocó el himno del Estado pontificio, la banda de los carabineros el himno nacional italiano, y otros grupos musicales venidos del interior de Italia y de varios países también ejecutaron piezas folclóricas, que bailaron jóvenes con vestidos tradicionales.

Mostrando su preocupación por el agravamiento de las crisis, Benedicto XVI pidió que «en este nuestro mundo se abran las vías de la libertad, la justicia y la paz» .

En los casos de Libia y Costa de Marfil, país del Africa negra también conmovido por una guerra civil, el Papa pidió que se permita «el acceso de los socorros humanitarios a los que sufren las consecuencias de la confrontación» hasta que se «recomponga la convivencia entre la población». Benedicto XVI dedicó un párrafo a Japón «mientras enfrenta las dramáticas consecuencias del terremoto» y a los países que en los últimos meses «han sufrido calamidades naturales».

El drama creciente de los miles de refugiados que se vuelcan hacia Europa y de los inmigrantes que huyen de la miseria y la pobreza en el norte de Africa, fue otro de los temas centrales del mensaje de Pascua del pontífice.

«Que llegue la solidaridad de todos a los numerosos prófugos y refugiados de los países africanos , que se han visto obligados a dejar sus afectos más entrañables», reclamó Estas preocupaciones el Papa las vivió ayer en su propia diócesis de Roma. Más de un centenar de gitanos rumanos muy pobres fueron desalojados del lugar donde se encontraban por orden del alcalde de la ciudad, que pertenece al partido del premier Silvio Berlusconi. Los «zíngaros» corrieron a refugiarse en la basílica de San Pablo Extramuros. La gendarmería vaticana intervino y una parte de los gitanos quedó afuera y durmió bajo la lluvia. Esto provocó la protesta de grupos de fieles que trataron de ayudar a los refugiados. Dos matrimonios se negaron a bautizar a sus bebés «en estas condiciones» y produjo disgusto que no se permitiera entrar durante la Pascua a otros feligreses a la basílica. La situación amenazaba terminar en un serio escándalo, hasta que se supo que personalmente el Papa decidió intervenir y expresar su cercanía a los gitanos.