Una multitud vibró en La Plata con U2 – El recital en el Estadio Unico fue conmovedor. Tras cinco años, U2 volvió a tocar anoche en la Argentina, por tercera vez, y conmovió a las casi 60 mil personas que desde muy temprano -algunas desde varios días antes- llenaron el Estadio Unico de La Plata, en su estreno absoluto en cuestiones de grandes espectáculos internacionales. En 1998, el cuarteto llegó con el PopMart Tour; en 2006, con el Vertigo Tour y esta vez, con el llamado «360°», cuyo escenario circular y ubicado al centro parece una gran «garra». El de anoche fue el primero de los tres conciertos de la escala argenta, que repite el sábado y domingo.
Durante casi toda la tarde, el peregrinaje automovilístico de los fans, revivió las imágenes de algún cambio de quincena «movido». Y la espera, bajo esa enorme estructura que deja al descubierto sólo el campo de juego, sirvió para certificar que los años de idas y vueltas, y los millones de billetes que se llevó la construcción del «Unico», dejaron, al menos, un espacio que se acerca bastante al ideal, a la hora de ver conciertos en estadios.
Recién hacia las 19.30, con el cielo -o lo que permite ver de él ese agujero intervenido por pasarelas, caños y tensores-, el monstruo de 400 toneladas que hace de techo de la privilegiada zona roja enmarcada por el escenario circular y el anillo que lo circunda -unidos ambos por sendas pasarelas retráctiles- le ofrece al público que accede allí una especial sensación de cercanía con los artistas.
La noche arrancó puntual, a las 20, con los teloneros, la banda británica Muse. Esta le dio inicio a un set de 40 minutos, durante los cuales sostuvo en alto el estandarte de la potencia rockera, con raptos propios de los noventas y mucho background setentista.
El cuarteto irlandés -Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr (bueno, ya no tan Jr)- comenzó las dos horas de concierto cerca de las 21.30 con Even Better Than The Real Thing del ‘91 y I Will Follow de 1980, en una rutina casi idéntica a la que días atrás desplegó en Chile, en lo que fue el debut sudamericano de esta gira. Dentro de una estructura de show similar a la que la banda mantiene desde hace unos meses, siguieron Magnificent, Mysterious Ways, y Elevation. Pero esta vez el concierto ofrecería varios momentos con sabor local. Hubo uno muy especial: fue cuando Bono presentó a sus compañeros como si fueran jugadores de nuestra selección, dejándose para él el apodo «Carlitos Apache», en alusión a Tévez, ídolo en Gran Bretaña.
Con la entrada en acción de la banda, el cuadrúpedo de acero y parlantes se revelaría como una batería de recursos lumínicos, visuales y sonoros inéditos por estos lados del mundo. Bono y The Edge recorrieron unas pasarelas circulares, la cuales los acercaron muchísimo al público que está en las primeras filas.
En este contexto tecnológico de puentes y pantallas, siguieron repasando su repertorio. Fue en In A Little While donde Bono subió a una chica al escenario y la coqueteó. «Son lo más» y «Nos sentimos como en casa» fueron sus frases aplaudidas. Para entonces, ya pasaron I Still Haven´t Found What I´m Looking For, Beautiful Day y Miss Sarajevo, antes de la potencia de City Of Blinding Lights, Vertigo, y I’ll Go Crazy If I Don’t Go Crazy Tonight que transforman el lugar en una disco. De ahí, directo al discurso testimonial de Sunday Bloody Sunday, Scarlet y Walk On, con la procesión de hombres con velas y el símbolo de Amnesty International.
Un corte y los bises. Tras ver un discurso del sudafricano Desmond Tutu, la lánguida One. «No olviden a Gustavo Cerati», pidió Bono y vino With or Without You. Para cerrar, Moment of Surrender. Así, una audiencia devota encontró lo que fue a buscar: emoción pura.