Volver a empezar – Hace un año, Alfredo Depetris sufría un tremendo accidente que le hizo perder la movilidad de sus piernas. Su vida hoy. Francisco Díaz de Azevedo
Alfredo «Tolín» Depetris tiene 48 años, es contratista rural y está casado con Mónica. Su familia se completa con Mara, de 23 años, a punto de recibirse de Ingeniera Agrónoma, María Emilia, cursando el 4º año de arquitectura e Ignacio, de 10 años, aún en la escuela primaria y fanático del fútbol.
Alfredo empezó siendo empleado de Bosio Ordeñadoras en su juventud y después se dedicó a trabajar en el campo y hasta vendió autos. En el año 1995 empezó a trabajar de manera independiente como contratista rural. «Compré una máquina usada y salí a trabajar. En el segundo año, me «enganchó» una cooperativa y no podía pagarle el tractor a Carlitos Garnero, que fue el que me prestó la plata para adquirirlo. Sin embargo, él, lejos de apretarme, me ayudó y salí adelante. Me buscó un día y me llevó en su camioneta a trabajar un campo a porcentaje y así le pude pagar. El me dijo que lo hizo porque yo no lo quise embromar, sino que a mí me habían embromado», cuanta «Tolín», siempre prendido de su celular Blackberry, con el que hoy en día, maneja todos sus asuntos laborales.
María Emilia está a su lado, trabajando en la larga mesa de madera. Al fondo, un LCD de «un millón de pulgadas» emite imágenes de «nosequé».
La casa de los Depetris es coqueta adentro. Mónica llega con el mate y el cartero no para de tocar el timbre. Alfredo juega con el celular, no se ríe nunca. Su gesto es sombrío, su voz tenue, su trato, siempre amable.
«Tolín» comenzó a crecer a fines de los 90 con su trabajo, y después del 2001 pudo comenzar a ampliar su flota de cosechadoras. «Trabajé mucho en esa época. Era difícil porque el país estaba complicado, pero las deudas se pesificaron y así empecé. También me ayudó mucho Norberto Fiscarelli, que supo mi situación de un primer momento y me apuntó algunos campos para trabajar», explica.
Entre mate y mate, comenta que hoy tiene cuatro cosechadoras y nueve empleados trabajando en el sur. El maneja todo desde su casa, sentado en una silla de ruedas que es su herramienta desde hace exactamente un año.
El accidente
Alfredo tuvo un cambio total en su vida el 7 de marzo de 2010. Un tremendo accidente en una ruta argentina, lo dejó parapléjico. Sus piernas no volvieron a funcionar desde ese día y ya nada fue igual. «Fue un día domingo al mediodía. Yo viajaba por la Ruta 33 en mi camioneta Dodge y un tipo salió de una ruta cortada e inhabilitada y me chocó en la puerta. Fue cerca de Trenque Lauquen. El venía de pescar y hablando por celular», dice con la mirada hipnótica». Eran las 13:30 hs. La camioneta dio varios tumbos y Alfredo salió despedido porque no tenía el cinturón puesto. «Una máquina había pinchado una goma y me volví. Si no volvía no me pasaba esto….», dice y se le escapa la primer lágrima. Salvó su vida de milagro, pero nunca más caminó.
«Nunca perdí el conocimiento. Terminé en un campo de soja. Pero desde el primer momento no sentí las piernas y supuse algo. Me llevaron a Trenque Lauquen y me estabilizaron. Llamé a un empleado que tenía y le di toda la plata y mis cosas. No quería avisarle a Mónica para no preocuparla».
La internación
Alfredo fue trasladado de urgencia al hospital de Trenque Lauquen para estabilizarlo. «Yo me había hinchado mucho en el estómago. Pero era por la lesión medular. También tuve un pulmón perforado y una luxación en una pierna».
La complejidad de las lesiones, hizo que Depetris fuera trasladado a un mayor nosocomio. A las 5 de la mañana del día siguiente «Tolín» ingresó al Hospital Británico de la ciudad de Rosario. Lo atendió el Dr. Caffaratti y ordenó enseguida una cirugía en la espalda. «Siempre estuve conciente, siempre supe lo que pasaba», recordó «Tola».
Los estudios fueron drásticos. Explosión de tres vértebras que apretaron la médula. «Cuando salí de la operación pregunté si iba a volver a caminar, pero el doctor me dijo que tenía la médula perforada y que era muy difícil que volviera a hacerlo. Yo sé que lo mío es definitivo. La gente habla de muchas cosas y yo investigué, pero no hay nada nunca concreto».
El regreso a casa
Depetris, volvió a El Trébol recién el 5 de julio. Había pasado mucho tiempo y su ingreso a su hogar fue en silla de ruedas. «Mi vida cambió totalmente. Es bravo y muy duro. Te negás a la silla de ruedas. Me cuesta mucho y sobre todo enfrentar a la sociedad. Me dieron una mano los amigos que se acercaron desde el primer momento. Pero es tremendamente difícil lo que estoy viviendo».
Un año después, Alfredo habla y le sigue temblando la voz. El dolor que lleva adentro se percibe en su voz. No tiene vergüenza en derramar lágrimas y está bien que así sea.
«Después de un año, no sé si siento si estoy saliendo o no. Ya manejo un vehículo adaptado, pero eso es lo de menos. Daría todo lo que tengo materialmente por volver a caminar. Mi familia me apoyó muchísimo. Mónica y los chicos me dan una mano en todo».
La vida después del dolor
Hoy Alfredo tiene nueve empleados trabajando para él en su empresa de cosecha. Trabaja mucho hacia el sur y él comanda todo por celular.
En su casa, debe adaptar cosas que antes no estaban previstas para un hombre en silla de ruedas. Lo mismo que pasa en cada calle, cada vereda y cada edificio de este país. «Voy haciendo algunos cambios en la casa que voy preparando. No subo a la planta alta porque tengo todo abajo. Pero es tremendo. La sociedad y las cosas no están listas para un hombre con sillas de ruedas. Fui a hacer el carnet de conducir a la Municipalidad y tenía que subir escaleras. Me ayudaron los muchachos que son de diez, pero después se largó a llover y no podíamos bajar. Otro tema es la curiosidad de la gente o aquellos que no se animaban a saludarme por como estaba yo. Y los que hablaron al pedo…»
«Tolín» se encontró con nuevos desafíos a la hora de salir a la calle. Nada en este país está listo para la gente que tiene problemas motrices. «Nada está adaptado. Fui de vacaciones al sur y me tuve que volver porque no me pude bañar en ningún hotel. No pasaba con la silla por la puerta».
Manejando hacia la independencia
Alfredo logró hace poco uno de sus cometidos. Volver a manejar. Compró una camioneta Toyota carrozada adaptada. «Le agregaron una palanca que si la tiro hacia el manubrio acelera y si la tiro hacia el tablero frena. La manejo perfectamente, es más, me vine manejando desde Buenos Aires así. Tiene caja automática».
Pero enseguida mueve con un gesto negativo la cabeza y agrega: «Nunca me independizo del todo. Siempre necesito alguien que me ayude en algo y a mí me mata tener que tener todo el mundo alrededor. Ahora sueño con poder cosechar».
Alfredo y Dios
«Tolín» se confiesa: «No busqué ayuda espiritual. Uno siempre creyó en Dios, aunque no soy practicante, pero no hablé con nadie. Hay gente que está en la iglesia todos los días y no sirve y hay gente que se aleja de ella por la gente que hay adentro. Pero sé que Dios no está sólo en la iglesia», dice «Tolín» y agrega: «Es difícil hablar de Dios hoy. No sé si estoy con dolor adentro o no por esto que me pasó, pero imaginate. Venís de trabajar un día domingo y te encontrás con una persona que se cruza en la ruta y habla por celular. Y quedas así y a él no le pasa nada. Y encima en la compañía de seguros buscó dos testigos falsos y dijo que él fue el que trató de evitar el accidente. Nunca me llamó. Mirá como estoy yo por evitar el accidente!», dice y derrama más lágrimas.
Se serena y aclara: «El seguro en este momento recién me está arreglando. Se dijeron tantas cosas, sin embargo recién ahora estamos empezando a hablar. Más allá de eso, mis piernas no tienen precio».
Podés definir tu vida hoy?
«Es difícil definir mi vida hoy. Trato de tirar cada día para adelante y con el laburo sigo de la misma forma. Personalmente trato de llevar adelante cosas pero hay algunas que no se pueden superar. No poder caminar es insuperable. Todo se me cayó».
Enseguida se desespera. Tras el enésimo mate, con mucha angustia suelta un desgarrador testimonio. «Sabés lo que no es poder jugar a la pelota con tu pibe? Jamás él me habló de esto. Recién pude ir a verlo a fin de año en un torneo en El Expreso. Ese día se destacó, hizo como 5 o 6 goles y me miraba a cada rato desde adentro de la cancha. Ese día no me lo pude sacar de arriba».
La vida de «Tolín» cambió. Pero está vivo. Tiene sus facultades intelectuales intactas y la sensibilidad de su dolor a flor de piel. La vida lo puso en una encrucijada grande. Salir de esto no será nada sencillo. Pero el hombre es fuerte y la cantidad de amor que tiene adentro lo moviliza cada día. Sólo él sabe hasta donde puede llegar. Yo desde atrás del teclado y conociéndolo, sé que será sorprendentemente lejos. La fuerza de su corazón no puede fallar. Justamente por eso. Porque su corazón está intacto.