La vida de mi hermana era comer, vomitar y que la gente le diga que era linda – Por Francisco Díaz de Azevedo Sentada en la casa de su mamá Silvia, Lea habla sin tapujos pero con el alma desgarrada. El fresco del aire acondicionado, en medio del verano arrollador, no alcanza para suavizar tanto dolor. Alrededor, en las paredes celestes de una casita coqueta y prolija, saltan a la vista decenas de fotos de Natalí y Lea.
Pasaron ya unos días desde que Nati, con sólo 24 años, dejó de existir víctima de un paro cardíaco. Tenía bulimia.
«No es fácil todo lo que nos toca vivir. Es duro, difícil y parte de la familia se desgarra. Como madre y padre es fuerte y como hermana también. Es duro criar a alguien para que se vaya a los 24 años», dice Lea y se desarma en lágrimas, pero sigue, se seca la cara y señala con voz fuerte: «Las dos siempre fuimos gorditas o rellenitas. Y esta sociedad te castiga por eso. Te margina y es cruel. Si tenés un defecto de gordura o lo que me pasó a mi en la vista – no ve con su ojo izquierdo y lo tiene desviado- la gente te lo hace sentir».
Lea levanta más la voz. La sociedad también la despedazó a ella en su momento y lo sufrió. «En la escuela, en la calle y en todos lados te dicen gorda. Así te van destruyendo de a poco y hay gente que termina con traumas tremendos. Yo por la fuerza que me dio Dios pude superar lo de mi ojo y lo de mis kilos de la infancia, pero hay personas que quizás no tienen esa fuerza para poder sobrellevar algo así. A mí cuando jugaba al voley me decían «Vaca bizca» o «Vaca tuerta», sin embargo yo esto se lo entregué a Dios y lo superé. Hay gente que se queda en el camino, que acumula y después se torna insoportable».
Lea se remonta a su hermana. Natali está presente en cada frase, en cada gesto y en cada lágrima. Es innegable: «Ella era bulímica. Ella comía y después se escapaba para vomitarlo para sentirse bien y linda, pero por dentro estaba llena de dolores, de angustias y de miedos. Como familia no sabíamos que hacer y la gente siempre opina. Nosotros la llevamos a psicólogos y a especialistas. Pero ella siempre me dijo que de esto no quería salir. Ella se odiaba y no quería ver su cuerpo. Por dentro no se podía ver y si le salía un rollito vomitaba más todavía».
Lea también cuenta que «opté por llevarla engañada a un lugar para tratarla. Lo íbamos a hacer en los próximos días. Nati era conciente de lo que le pasaba pero ella decía que lo manejaba.
Como ella tenía muchos lugares a donde ir, era imposible controlarla. Siempre tuvo esa fachada y esa coraza y uno veía que el cuerpo no le daba más».
La sociedad y su maldita lengua
«Iba al gimnasio dos veces por día», «Se murió estando sola con la bebé que cuidaba», etc. etc. La gente habla y habla. Opina, inventa, crea historias del prójimo todo el tiempo. La inventiva es sorprendente y la caridad es casi nula en esto que vivimos hoy.
La verdad la tiene Lea y lo cuenta: «Salía a bicicletear, no iba ni al gimnasio ni a correr porque no tenía fuerzas para hacerlo. Nunca le gustó hacer ejercicios. Ella nunca tuvo un aviso grande sobre su salud, salvo un día que se le durmió la parte izquierda del cuerpo pero el médico le dijo que era por las contracturas. Hicimos análisis que siempre le daban bien».
Su muerte
Natalí murió el 21 de enero de 2011 en la casa de la familia Pietrani – Drappo. Llegó temprano a trabajar y se sintió mal. Se fue a acostar. El bebé de la familia dormía. Otra empleada trabajaba en el lugar y fue la que se dio cuenta que Nati «se había ido estando dormida, así, sin sufrir siquiera». Esa es la verdad. «La falta de potasio fue fatal. No sufrió, se durmió y está con Jesús», dice Lea y agrega: «Saber que Dios se la llevó y que está con él me llena de esperanza. Sé que la voy a volver a ver. Ella era creyente y lo había recibido a Dios. Ella lo buscaba, siempre tenía una oración».
Un mensaje para vos
«A la juventud le digo bien claro que hay satisfacciones en la vida que sólo son momentáneas. Este mundo no te da nada y sólo te condena si tenés un kilo de más. Que siempre busquen a Dios porque estamos de paso en esta vida» dice Lea y amplía el mensaje: «A la sociedad le digo que reaccionen frente a esto. Reflexionemos y dialoguemos porque los chicos que no encuentran en la casa la contención, salen a buscar cosas malas y feas afuera. Que los padres le presten atención a la conducta de los hijos. Mi hermana estaba agresiva y es porque ella estaba mal con ella misma y no podía soportar nada. Su mundo era comer vomitar, verse linda y que toda la gente le diga que linda que está, pero por dentro estaba vacía».