Una muerte que se lamenta – Por Ariel Becerra El pasado 20/01/2011, el día de mi cumpleaños, falleció mi prima-hermana Natalí Coscia con solo 24 años de edad. Los invito a pensar, no para hallar culpables sino para hacernos responsables.
Como personas, como familias, como sociedad, estamos siendo asfixiados por un sistema perverso e implacable que no perdona a nadie, al contrario, tiene «sed» de someter comenzando por los más vulnerables. Tiene la capacidad de generar necesidades para beneficios de unos pocos, y el que no consume queda afuera, no existe, no es. Para consumir se necesita tiempo y dinero. Para obtener dinero se necesita más tiempo. Entonces nos alejamos cada vez más de lo importante para dedicarnos a estas «necesidades urgentes».
Una vez escuché una frase muy buena que dice:
«Si quieres saber cuánto amas algo o a alguien, fíjate cuánto tiempo le dedicas»
Pensemos por un momento:
¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestras esposas/os o pareja, y cuánto a nuestros amigos?
¿Cuánto tiempo estamos trabajando y cuánto con nuestra familia o seres queridos?
¿Cuánto tiempo estamos con nuestros hijos, con nuestros padres y abuelos?
¿Cuánto tiempo escuchamos a esos que decimos que amamos?
¿Cuánto tiempo escuchamos a esos que decimos son nuestros amigos?
¿Cuánto tiempo nos sentamos frente a una pantalla, y cuánto nos sentamos frente a frente y nos miramos a los ojos?
¿Cuánto tiempo nos detenemos para charlar, y cuánto tiempo estamos enviando mensajes de texto? Y así podemos continuar con una lista interminable.
Este sistema del cual somos parte, también tiene la particularidad de crear imágenes, imágenes corporales de «talle único». En Abril de 2008 junto con el Grupo Generadores de Cambio, Jóvenes Informales y los chicos de las dos escuelas secundarias realizamos un desfile a favor de la vida, no con «modelos» sino con personas. Con aquellas que nos vemos todos los días en la escuela, en la calle, en el club, en nuestra ciudad. Fue maravilloso ver a los adolescentes, a los adultos, a los alumnos y a los profes trabajar y desfilar con alegría.
Hoy a casi tres años de esto, dejó de acompañarnos Natalí, una joven de El Trébol, una compañera, una amiga, una hija, una hermana, parte de la familia. Tal vez este sistema la encontró «mal parada», desprevenida o muy vulnerable. Tal vez no supo defenderse. Tal vez no quiso aceptar ayuda. Tal vez pensó que no le iba a pasar a ella. Lo cierto es que ya sucedió y no se puede revertir.
De nada sirve culparnos, pero sí podemos reflexionar, hacernos responsables y accionar.
Hoy, a lo malo se lo llama bueno y a lo bueno, malo. ¿Cómo sabemos si lo que estamos haciendo está bien o mal? ¿Si la decisión será correcta o incorrecta? ¿Cómo saber quien soy y hacia donde voy?
Hay una respuesta y está muy cerca nuestro. Cuando alguien compra, por ejemplo, una máquina y no sabe como utilizarla, tiene que leer el manual del fabricante. Quién mejor que el creador para indicarle un uso correcto. Así también nosotros, como seres creados, debemos remitirnos al Creador para saber qué hacer con nuestra vida, cuál es nuestro propósito y asignación como administradores de esta Tierra. Debemos hacernos responsables de nosotros mismos y también de los demás, pero necesitamos al Director correcto para que nos indique cuál es el camino, cuál es la verdad y cuál es la vida.
Lo digo como lo dice el manual del Creador, o sea la Biblia:
«Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente –le respondió Jesús–. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: Ama a tu prójimo como a ti mismo.»
Si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar al prójimo. Si no amamos al prójimo, quiere decir que no amamos a Dios. Y si no amamos a Dios, nunca podremos amar correctamente.
Adolescentes, jóvenes y todo aquel que está leyendo estas líneas, quiero decirles, como sobreviviente de este sistema del que somos parte y también responsables, que se puede vivir una vida abundante, lejos de la esclavitud que nos alcanza a través de Internet, de las drogas, del alcohol, de la tele, de la moda, del consumismo, de una vida sin compromiso, de nuestro propio egoísmo, etc. Se puede vivir la verdadera libertad que comienza desde adentro y va hacia fuera. Al revés no da resultado.
Tal vez hoy no podamos cambiar a los demás o las circunstancias que nos rodean, pero sí podemos cambiar nosotros. No podés cambiar al otro, pero sí podes cambiar vos. Y una vez que eso suceda, unidos podremos cambiar nuestra ciudad, nuestra nación y aún más todavía.
Para esto, una de las cosas que necesitamos lo dejó escrito Natalí en su espacio en Facebook el día 13/01/2011:
«No veas para creer, cree para poder ver… cuando creas, verás…»
Esto se llama Fe.
Muchas gracias por la atención y quedo a disposición por cualquier propuesta o idea a favor de nuestra sociedad, especialmente de nuestros niños y adolescentes.
Pr. Ariel Becerra