Un corte de vías desató una violenta batalla en Constitución – Una protesta de tercerizados del Roca durante 7 horas dejó a unas cien mil personas sin trenes para volver a sus casas. El asfalto que rodea la estación Constitución quedó teñido de azul y fue obra de la suerte que no quedara también salpicado de rojo sangre. Azul era el color del agua con que un enorme camión hidrante de la Policía Federal reprimió ayer la protesta de una muchedumbre furiosa, sencillamente porque no podía regresar a sus casas. Frente a la estación más populosa se produjo una batalla campal que duró más de una hora. El saldo fue de 12 personas heridas, una de ellas de gravedad, y 34 detenidos.
El servicio del Ferrocarril Roca había sido interrumpido antes del mediodía por una nueva protesta de los trabajadores tercerizados, que cortaron la vía como en aquella jornada amarga que terminó con el asesinato del joven militante Mariano Ferreyra. Sin reacción oficial, era previsible que a la hora pico del regreso al hogar pudieran registrarse incidentes.
La estación Constitución fue desalojada y clausurada por la policía. Pasadas las 5, sobre la Plaza y las calles contiguas se juntó una multitud que no sabía bien qué hacer. Mucha gente hacía largas colas a las espera de un colectivo salvador. Pero mucha más se agolpaba frente a los accesos de la terminal de trenes. Quedó claro que la estrategia de cerrar Constitución fue tomada de apuro. Las cadenas que apretaban las rejas brillaban, como recién salidas de una ferretería.
A las 6 en punto, sobre el acceso de la calle Brasil, la gente comenzó a aplaudir y corear un canto que se repetiría muchas veces. «! Abrí la puerta, la puta que te parió!». Pocos minutos después, los más exaltados comenzaron a forcejear con la reja, mientras otros cortaban la calle, impidiendo el paso de los colectivos. No pareció haber militantes agitando a la gente. En la primera fila pudieron verse un par de robustos con la camiseta de la UOCRA. Pero a la par había otro con la «10» argentina, la de Messi.
Detrás de la vieja verja corrediza, cuando esta comenzaba a ceder, aparecieron varios efectivos de la Infantería. Pertrechados con cascos, escudos y gases de mano, montaron un retén y recibieron las primeras pedradas. Con el antecedente de Ferreyra y las nuevas directivas impartidas por la flamante ministra de Seguridad, Nilda Garré, los policías aguantaron estoicos unos veinte minutos, incluso el embate de un pintor que vació sobre ellos un tacho de 20 litros de pintura. Claramente eran pocos y se veían desbordados. A las 18:20 lanzaron los primeros gases.
Unos 50 a 100 jóvenes desorganizados la emprendieron entonces contra los vidrios y las cortinas metálicas de acceso al subte y las de varios comercios. Cuando cedieron las primeras, encendieron una imponente hoguera. Las segundas eran de un local de panchos, al que saquearon por completo. Ovidio Pérez, su dueño, vio por TN como se llevaban el microondas. Lo mismo sucedió con la zapatillería de Lima y Brasil. De allí se tomaron un millar de pares de buena marca.
Los refuerzos policiales comenzaron a llegar 40 minutos después de que se desencadenó la batahola. Y a todos los recibía una cerrada pedreada, fueran patrulleros, carros antimotines y hasta la ligó un camión de caudales.
Para hacerse de munición, un chico arrojó con fuerza al piso un enorme bloque de cemento. Usó una mano, porque en la otra llevaba un paquete con regalos navideños. Cascotes, botellas y hasta fierros surcaban el aire y algunas veces impactaban sobre colectivos. Y es que nadie interrumpió el tránsito. Sobre la autopista a Avellaneda, decenas de motoqueros se detuvieron para presenciar la batalla campal desde una posición privilegiada.
Recién a las 19:10, unos 50 miembros de Infantería pudieron controlar el frente de la estación y avanzar sobre la plaza. A la par, personal policial vestido de civil comenzó a mezclarse con la gente y se produjeron las primeras detenciones. Este preciso accionar fue llamativo: hasta pasadas las 21, la Federal salió a la caza de «tirapiedras». Un superior identificaba a los revoltosos y varios efectivos con ropa de calle rápidamente lo rodeaban y maniataban. En total hubo cerca de 30 detenidos, la mitad alojados en la Comisaría 16 y la otra mitad introducidos en la propia terminal ferroviaria.
«Esto pasa porque no dejan actuar a la policía», se escuchó quejarse a uno de los comisarios a cargo del operativo. Aunque la orden del Gobierno fue precisa respecto de que la Federal no podría portar armas de fuego a la hora de reprimir protestas sociales, los cronistas de Clarín pudieron ver que no pocos efectivos -en especial los vestidos de civil- las llevaban. Alguno amagó usarla.
Hasta pasadas las 21 hubo nuevos escarceos, aunque fueron controlados por el despliegue policial. Aunque ya por entonces se sabía que los trenes no volverían a correr hasta hoy, nadie se lo informaba a la gente, que seguía en buen número en el lugar.