Brasil marcha a las urnas con un récord de crecimiento de 8,9% – Contrasta con la contracción del 0,9% en el PBI registrada en 2009 por la crisis mundial. Los datos consolidan la ventaja oficialista para las elecciones de octubre.
«Sólo China crece más que Brasil», celebró ayer el ministro de Hacienda Guido Mantega al comentar la notable evolución económica del país en el primer semestre del año. En ese período y en relación a 2009, las riquezas generadas dieron un salto de 8,9%. Con ese dato, el gobierno de Lula da Silva s e llevará en vísperas del fin de 8 años de mandato un nuevo récord (positivo) . «Fue el mejor desempeño en 14 años y sin inflación», afirmó el ministro en una conferencia de prensa.
Basado en los datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el titular del Banco Central Henrique Meirelles anticipó que se llegará al fin de 2010 con una suba neta del PBI de 7,3%; un valor que desde hace décadas ningún equipo económico había conseguido arañar . Es que, además, con los precios bajo control, de acuerdo a lo informado ayer, ya no hace falta tomar medidas adicionales para frenar el consumo a las que fueron adoptadas en abril cuando la demanda interna se había disparado sin control. Desde aquel momento, y como punta de lanza de parar la fiebre consumista, el Banco Central empezó a subir la tasa de interés a razón de medio punto por mes. Acompañó la medida con la supresión de estímulos fiscales que dinamizaron el mercado interno en el peor momento de la crisis y eso surtió su efecto. Entre abril y junio últimos la generación brasileña de riquezas adoptó un sesgo más normal, con un aumento del 1,2% con respecto al trimestre anterior.
Cuando en el segundo trimestre el gobierno brasileño vio que el mercado interno se recalentaba «demasiado», no vaciló en desarticular el paquete puesto en práctica en 2009 (cuando la crisis financiera mundial hacía añicos las esperanzas de Lula de salir del Palacio del Planalto con «las promesas cumplidas» y el PBI se contraía 0,9%). Urgido por las presiones inflacionarias, que aquí nadie disimula, el presidente adoptó duras decisiones en un momento si se quiere poco propicio. Justo coincidió con la entrada en plena campaña electoral, con Dilma Rousseff en la línea de largada de la carrera . Con todo, el jefe de Estado no vaciló. El compromiso más importante que había tomado en 2003, cuando llegó al máximo cargo nacional, era irse de Brasilia sin que nadie le enrostrara dejar una economía en bancarrota.
Después de las cifras difundidas ayer los analistas demostraron cierto grado de sorpresa.
«El crecimiento superó las estimaciones del mercado. Y el temor es que lleve a seguir con la suba de las tasas de interés» opinó un gurú del mercado, Otto Nogami. Otro en cambio dramatizó mucho menos: «Seguramente, el equipo económico prefirió anticipar cifras mucho más moderadas de crecimiento de lo que finalmente fue, para evitar justamente que las tasas de interés vuelvan a subir».
En lo que todos coinciden es en marcar que el consumo doméstico y del gobierno nacional, como también los provinciales, continuará con un aumento significativo hasta final del año. Y ése es el dato más destacado en el proceso político actual.
Al punto que puede efectivamente terminar antes de lo deseable con los sueños del candidato opositor José Serra . El postulante del partido de la socialdemocracia (PSDB) se ha empecinado en gastar sus reservas publicitarias para conquistar el corazón de los sectores medios de la población. Así, ha insistido en acusar al Partido de los Trabajadores, a Rousseff y al propio presidente, de violar el secreto fiscal de los contribuyentes –en particular el de su hija Verónica—, lo que está penado por ley.
Ayer se tuvo que rendir a las circunstancias del escenario que sugiere el «crecimiento a lo chino». Declaró que en la calle «mucha gente» le dice: «Qué pena que el presidente Lula no lo apoye a usted». Esa frase equivale a admitir que si hay un «gran elector» , este se llama Lula. Es obvio que Serra no puede criticar que la economía crezca porque equivaldría a admitir que, de ganar, aplicará un plan contrario al actual. Hasta ahora nadie ha explotado esa faceta de su real plan de gobierno. Tal como enunció en diversas oportunidades, su proyecto apunta a devaluar el real, promover un aumento marginal de las exportaciones por esa vía y bajar los gastos fiscales hasta hacerlos casi desaparecer. Para los brasileños sería un escenario cuanto menos triste ya que conllevaría una recesión. Y para los argentinos sería probablemente dramático, como lo fue a partir de 1999, cuando el ex presidente Fernando Henrique Cardoso practicó una severa devaluación.
Fuente: Clarín.com