Es una investigación de dos años de The Washington Post sobre los servicios de inteligencia creados tras el 11-S.

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Revelan que en EE.UU. no se sabe cuántos espías hay ni qué hacen – Todo es un caos. Hay cientos de miles de agentes, ausencia de control y especialmente misiones y presupuestos superpuestos. El mundo secreto de la Inteligencia creado por la Administración Bush, y continuado por el gobierno de Obama, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 se convirtió en una estructura tan grande, tan oscura y tan inmanejable que nadie sabe exactamente cuánto dinero cuesta, cuánta gente emplea o cuántas agencias realizan el mismo trabajo.

La revelación fue realizada por el diario The Washington Post en una investigación que ocupó a unos 15 periodistas durante dos años y que dejó al descubierto lo que se describe como «el Estados Unidos Secreto», una parte del país que permanece en su gran mayoría oculta y carece de supervisión.

En el primero de una serie de reportajes, el diario informó que en estos momentos hay más de 1.200 organizaciones gubernamentales y más de 1.900 compañías privadas que realizan labores contraterroristas, de seguridad interior y espionaje en unas 10.000 ciudades y poblaciones en todo Estados Unidos.

Alrededor de 854.000 personas tienen permiso para ingresar en tareas de seguridad. Sólo en Washington y sus alrededores hay 33 complejos de oficinas de análisis de inteligencia construidos después del 11/S y que juntos equivalen a más de tres Pentágonos o 22 Capitolios, fue el cálculo del diario.

El vocero del Pentágono, Dave Lapan, intentó defenderse ayer diciendo que el problema de la redundancia en la comunidad de espionaje «es un asunto muy conocido». «Hemos estado peleando dos guerras (Irak y Afganistán) desde el 11 de septiembre y mucho de ese crecimiento ha ocurrido en parte por la necesidad de incrementar la recolección de información y ese tipo de actividades para respaldar dos guerras», dijo.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, ya le había pedido a agencias de defensa y los servicios de seguridad que reduzcan costos en los próximos años. Gates le dijo al diario que no cree que la burocracia en torno a las tareas de espionaje se haya vuelto inmanejable, pero admitió que a veces es difícil tener información precisa. «Nueve años después del 11/S, tiene sentido ver esto y decir ‘bueno, hemos desarrollado una gran capacidad ¿Dónde tenemos más de lo que necesitamos?’’’, se preguntó.

Por su parte, el director de la CIA, Leon Panetta, aseguró que trabaja en un plan de cinco años para reducir costos.

Y la Casa Blanca, tratando de adelantarse a la publicación de la serie de notas, dijo que el gobierno era consciente de los problemas cuando llegó al poder y que está tratando de resolverlos. Pero no informó de que medidas tomó hasta ahora para reducir la cantidad de agencias de inteligencia.

En tanto, el presupuesto de Defensa para mantener este enorme entramado de agencias sigue creciendo. El presupuesto oficial votado el año pasado por el Congreso para operaciones de Inteligencia es de 75.000 millones de dólares, una cifra que creció 21 veces desde el 11/S. Nueve días después de los ataques el Congreso autorizó una partida extraordinaria de 40.000 millones de dólares para tareas de inteligencia y el combate contra la red terrorista Al Qaeda. Esa cifra se mantuvo mas o menos en esos términos en los siguientes cuatro años. Algo que podría llevar a que los organismo encargados del espionaje en Estados Unidos recibieron unos 280.000 millones de dólares en los últimos nueve años.
La oficina de Inteligencia para la Defensa, dependiente del Pentágono, por ejemplo, pasó de tener 7.500 empleados en el 2002 a los actuales 16.500. La Agencia Nacional de Seguridad, que se encarga de las escuchas y desclasificación de información a través de satélites, vio aumentado su presupuesto al doble.

Pero casi nada de todo ese dinero se puede controlar efectivamente. Cuando el Congreso autorizó en el 2002 la creación de la Dirección Nacional de Inteligencia y el entonces presidente George W. Bush nombró como director a John Negroponte, no le dio la facultad de supervisar el presupuesto de todas las agencias a su cargo. Y cuando lo quiso hacer, las internas dentro del gobierno le jugaron varias malas pasadas. El Departamento de Defensa transfirió fondos a varias cuentas a las que Negroponte no podía acceder y la CIA reclasificó buena parte de su material para que el veterano espía no pudiera revisarlo.

Clarin.com

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