Aprovechó un error del árbitro y otro de un defensor para ponerse 2-0 en el primer tiempo con goles de Tevez e Higuaín. Y lo resolvió en el arranque del segundo con un golazo de Carlitos.

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Contundente y letal, Argentina pasó a México y ya está en cuartos de final – Más allá del 3-1 final, el equipo fue dominado en buena parte del partido y recibió un llamado de atención. Ahora va por Alemania. Bienvenidas las alegrías. Para que el hincha disfrute con el pecho inflado que Argentina está otra vez entre los ocho mejores del mundo y que el sueño de levantar la Copa el 11 de julio está un paso más cerca. Que nadie anestesie la felicidad de un triunfo amplio cuando perder significaba volver a casa. Aunque, eso sí, habrá que aprender algunas lecciones que dejó este partido para que el camino sea largo y termine con la consagración. Por talento y habilidad, sobra leña para alimentar el fuego de la esperanza siempre que se puedan corregir, o al menos disimular, algunos errores.

No habrá que olvidar que Argentina no encontró la vuelta táctica del partido en los primeros 25 minutos. Faltaron argumentos para superar las dos líneas de cuatro con las que defendía México, y la posición de Bautista, a espaldas de Mascherano, generaba dudas porque Demichelis salía a cubrirlo y se abrían grietas en el fondo. Las llegadas -y bien claras- en esa fase del partido fueron todas de los mexicanos. La primera metió miedo: Salcido sacó un tiro desde lejos, Romero calculó mal y la pelota, aparentemente controlada, dio en el travesaño. Casi enseguida, un remate medido de Guardado se fue rozando el palo derecho.

Se le complicaba y mucho a la Selección, que no podía resolver el enigma táctico planteado por Javier Aguirre y llegaba sólo a través de intentos esporádicos y poco elaborados. Hasta que surgió a los 26 minutos una jugada que desarmó todo lo que había pasado. El arquero Pérez dio un rebote inesperado ante un pase en profundidad a Tevez, la pelota le cayó a Messi y habilitó a Carlitos, que en grosera posición adelantada cabeceó para marcar el primer gol. A falta de argumentos futbolísticos, Argentina disfrutaba un regalo del árbitro italiano Rosetti y del asistente Ayroldi para encontrar el alivio. Si encima seis minutos después el fondo de México -punto más flojo del equipo ya en los partidos anteriores- se iba a equivocar, la fiesta se completaba.

Es difícil calificar solamente como un error lo que perpetró el pobre Ricardo Osorio en el borde del área. Llevaba cómodo la pelota, pero trastabilló y se la dejó servida a Gonzalo Higuaín, que definió como el goleador de primera clase que es: eludió a Pérez y definió con el arco vacío. Parecía que terminaba de nacer un nuevo partido. Con Argentina como protagonista y México como natural partenaire. Algo probable antes del partido pero impensado hasta ese primer gol que no debió ser.

Recién a partir del 2-0 Argentina encontró su lugar en el partido. Manejó bien la pelota en el mediocampo y llegó con fluidez al área rival, sobre todo con un cabezazo en el que esta vez le faltó justeza a Higuaín desde el borde del área chica. Y así se fue ese primer tiempo con una ventaja exagerada pero el partido ya casi en el bolsillo.

México subió la apuesta ofensiva en el segundo tiempo con el ingreso de Barrera como delantero por Bautista. Parecía que podía empezar a preocupar. Y entonces llegó el premio para tanto entusiasmo de Tevez peleando cada pelota arriba como si fuera la última. La defensa lo trabó, la pelota quedó suelta en el borde del área y clavó un remate terrible en el ángulo para dejar la chapa en 3 a 0 y liquidar el partido.

En contra de lo que podía pensarse, Argentina no pudo florearse después de ese tercer gol. Al contrario, empezó a darse un asedio cada vez más asfixiante del equipo de Aguirre, que tomó el control de la pelota y empezó a llegar cada vez con más riesgo. El gol de Javier Hernández fue el resultado lógico de ese escenario, con una definición precisa al primer palo de Romero. Fue un llamado de atención y un toque de justicia para un resultado demasiado amplio.

Consciente de los problemas que planteaba el partido, Argentina eligió la cautela como ley inquebrantable para pasar los últimos minutos. Con Verón por Tevez en cancha, Higuaín y Messi quedaron demasiado solos arriba mientras México monopolizaba el control de la pelota. El trabajo había sido hecho antes y la Selección cosechó los frutos en ese final, que tuvo el festejo merecido y obligatorio. México deberá tener presente que nadie devuelve los regalos en el mundo del fútbol. De este lado, no se pueden olvidar los errores y ante Alemania habrá otra vez que aprender de ellos. Sin la intención de poner paños fríos a esta felicidad, a la que todavía le faltan tres pasos enormes para que el disfrute sea total.

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